El viento sopla golpeando las ventanas, provocando murmullos en las paredes, azotando el pasto a la vez que los animales salvajes se meten en sus nidos o cuevas. De pronto una lluvia cubre la tierra, acompañada de un frio espantoso para morir en esta noche plena donde la luna está siendo tapada por nubes oscuras y furiosas.
No podía faltar el trueno, cantando y tocando melodías que despiertan a un sordo cuando todos duermen en el castillo de "Befex" en el norte de Orión, un gran y enorme edificio construido con las mejores piedras del continente, a la par una ciudadela pequeña de nombre "Siflax", esta es tapada por la magnificencia de Befex, es la fortaleza del rey sexto "Goldan Verlom" hijo del Rey quinto "Narl Verlom" y su madre viuda "Hella Zhefa". La ciudad ha sido muy importante para los intereses del continente de Orión, tanto como comercio o como frente de batalla hacia quienes intenten entrar por las costas del norte.
Los guardias llevan armadura plateada y los guardias reales la llevan de color dorada, en la puerta principal del palacio dos guardias reales bromean y hacen chistes sobre las mujeres de la ciudad. «Deberías Haber visto a Marisela bañándose». Dijo uno riéndose mientras el otro le responde. «He visto mejores, pude ver un día a tu hermana desnuda en el rio». Ellos continúan bromeando, pero no se percatan que un ser rodea como sombra las paredes, haciendo tanto ruido como una araña, y ágil como el desplazar del viento hacia cualquier lugar.
Subía y subía hasta llegar al final de la torre del palacio, donde una pequeña terraza con una mesa de cristal y muchos floreros por doquier era lo único que estaba. Observó en su interior y no había nada más que él y su desesperación.
—Hum, pensé que los rumores eran ciertos.
Se llenó de decepción parado en la terraza aquel ser desconocido cubierto por la oscuridad de la noche, antes de darse toda la vuelta para irse, un soplo de aire proveniente de otro cuarto cerca de donde él estaba se escuchó. Se asomó con los ojos brillosos como la luna, el aroma de esa persona que dormía en esa alcoba le llenaba los pulmones, le provocaba excitación, sus pelos se erizaron y sus orejas se pusieron puntiagudas. La saliva la tragaba suave, viendo como disfrutaría de su presa.
—¡Así que aquí estas, es verdad puedo saborear tu piel! —se dijo entre labios, mientras saltaba hacia el otro cuarto ya que estaban separados al menos por diez metros de largo en la misma torre.
Llegó al lugar como ladrón, tanto así que el silencio hacia más ruido que él, se quitó la camisa de color blanco, y sus pantalones negros, dejando ver su piel blanca, su pelo rubio y cuando un relámpago le iluminó mientras ella dormía, sus ojos violetas estaban más que ansiosos por devorar a su víctima.
En la palma de sus manos, círculos violetas comenzaban a salir, lentamente tocó el cuerpo de la joven de piel blanca como la leche, tan suave y aromática. Ella se movía como niña feliz de tener un sueño profundo y bello, su pelo de color chocolate se fundía con las sábanas.
Él se colocó de lado mientras comenzó a besar su cálida piel, y con sus manos le tocaba los senos como de limón, tan rígidos y puntiagudos. La muchacha no despertaba de ese sueño pero estaba gimiendo, el clímax llegó y el aún seguía saboreando y manoseando todo su cuerpo virgen. Se subió encima de ella para frotar sus partes íntimas con la vulva, y cada vez más se mojaban sin aun el haberla penetrado, por fin se la metió, un suspiro salió de la boca de miel de la joven, ella con sus manos arrugaba y apretaba con fuerzas las sábanas. El seguía moviendo su cadera cambiando el ritmo de suave a más rápido. «Dame más, quiero más». Ella le imploraba aun cuando no había despertado de ese sueño, fue como que si la había hipnotizado dejándola frágil y sin cómo defenderse de aquel ser desconocido que abusaba y robaba su virginidad.
La noche se fue a igual que él. Ella se levantó muy cansada como que, si había corrido un maratón, tenía mucha hambre y en su piel los moretones, y chupetes le marcaban sin darse cuenta, prosiguió y se fue a la terraza donde la sirvienta ya le había dejado el desayuno, unos ricos melones, uvas, pedazos de manzanas y una ensalada en otra taza aparte. El viento le despeinaba y el sol le iluminaba ese bello rostro. Después de varios minutos ella se preguntaba sobre aquel misterioso sueño, ese mismo que le causó tanto placer, en el mínimo descuido una uva se le cayó al suelo, volteando a ver observó sus piernas, para luego subir su mirada a sus hombros, y terminar en sus pechos, lleno de moretones y chupetes... Se quedó paralítica como un muerto, pensando una y otra vez ¿Qué fue lo que pasó?, cubrió sus marcas con su ropa para que nadie las viera ya que esto decepcionaría a su padre y arruinaría su futuro.
―¡Naomi! ―un gritó grave proveniente de la puerta ella escuchó.
―¡Puede pasar!
Entró la persona a la alcoba de Naomi, era un joven guardia de armadura dorada, de cabello negro y piel morena, sus ojos estaban llenos de preocupación, y sus manos temblaban, da pasos lentos mientras habla. Una gota de sudor resbala de su frente acercándose más a ella para darle un mensaje.
―El rey Goldan Verlom ―una pausa misteriosa dio el muchacho.
―Dime de una vez Tanor ―le exigió ella mientras dejó de comer sus frutas, y fruncía el ceño.
―Nuestro rey ordenó que hoy se hará la ceremonia de bienvenida para elegir a tu pretendiente para que en los próximos meses puedas casarte.