El destino no se equivoca

CAPÍTULO 05

AARON

La traición tiene muchos rostros

Tenía su brazo entre mis dedos. Su piel cálida. Su mirada retadora. Y esos labios… maldita sea, esos labios.

Por un segundo pensé en besarlos.

No sé qué demonios me estaba pasando, pero esa mujer me descolocaba. Cada palabra que decía, cada gesto que hacía… era como si me conociera mejor que yo mismo.

La solté de golpe, como si quemara.

—Tómate unos días —le dije, alejándome de ella, respirando más fuerte de lo que debería—. Conoce bien tu trabajo, porque si no me demuestras que mereces ese puesto, vas a estar fuera.

—¿Me estás amenazando con despedirme? —replicó, cruzándose de brazos. Su voz temblaba, pero no era miedo. Era rabia.

—Sí. Y no solo por eso —le solté, dando la vuelta para no verla tan de cerca—. Siento que eres una traidora.

—¿¡Traidora por decir la verdad!? —exclamó, ofendida—. ¿Eso te hace sentir mejor?

—No es solo por eso. Es porque eres la novia del comandante Sandoval.

La forma en la que se tensó me confirmó lo que ya sabía.

—Eso no es cierto —dijo.

Mentira. La vi anoche.

Y aunque no debería afectarme, lo hizo. Apreté la mandíbula con fuerza, recordando cómo el carro se detuvo sin querer justo frente a su casa. Vi el beso. Lo vi todo.

Ellos dos besándose.

No eran celos, no… era el maldito presentimiento de que ella le estaba pasando información sobre mí. De que se estaba burlando.

—¡Solo es un amigo! —gritó, molesta—. ¡Y no tengo que darte explicaciones!

Quise decirle que sí, que sí tenía que dármelas. Que no podía ir por ahí besándose con hombres que investigan mi vida mientras trabaja a mi lado, fingiendo que le importa la empresa. Que me importa a mí.

Pero en ese momento, la puerta se abrió de golpe.

—Disculpen —dijo Jaime, mirando a ambos, claramente incómodo—. ¿Interrumpo algo?

Linda no respondió. Me lanzó una mirada cargada de furia y salió del despacho sin decir una palabra más.

Y yo… yo me quedé deseando seguir discutiendo. Porque al menos, así, estaba cerca.

—¿Tienes lo que te pedí? —pregunté, aún irritado.

—Sí. Te lo envié al teléfono.

Revisé la pantalla. Documentos, transferencias, registros de acciones.

—Camilo es el dueño de la mayoría de las acciones, ahora —dije en voz alta.

—Linda tenía razón —confirmó Jaime—. Si él se retira, la empresa se va al fondo.

Suspiré, pasándome la mano por la nuca. Esto no era lo que quería escuchar.

—¿Y ella? ¿Qué sabes de Linda?

Jaime dudó un instante. Le sorprendía mi pregunta.

—Fue recepcionista. Leo fue quien la promovió al departamento financiero. Está casada con Pablo, uno de los conserjes. Aunque él no se ha presentado al trabajo en más de un mes. Tienen un hijo.

Mi estómago se revolvió. Linda estaba casada. Y con un hombre que trabajaba en el mismo edificio.

¿Quién demonios era realmente esta mujer?

Sacudí la cabeza. No era el momento para sentir nada. Solo debía pensar como empresario.

—Programa una reunión con todos los jefes de departamentos —ordené—. Esta misma tarde.

Había desaparecido por unos meses y la empresa, mi empresa estaba al borde de la quiebra.

Por la tarde, la sala de reuniones estaba llena. Los rostros tensos, expectantes. Tomé el control del momento.

Tenía a cada uno de los jefes de cada departamento, desde mantenimiento, hasta el departamento financiero.

—A partir de hoy, se harán algunos cambios —dije.

En ese instante, tocaron a la puerta. Jaime la abrió, y Camilo cruzó el umbral con la seguridad de quien ya se siente dueño del lugar.

Aunque odiaba tenerlo aquí en el salón de reuniones, no tenía otra opción.

—Les presento a nuestro nuevo socio —anuncié—.

Los murmullos no se hicieron esperar.

—Tendrá su propia oficina aquí en el edificio. —suspiré con desgano. De por si ya era un castigo tenerlo como socio y ahora también ocuparía un espacio físico.

Los murmullos llenaron aun más la sala. Camilo sonrió con diplomacia, pero en sus ojos había una chispa de poder.

—Gracias por la bienvenida —dijo—. Pero hay una condición más para que mantenga mis acciones en la empresa.

Todos se tensaron. Yo también. ¿Ahora qué quería?

—¿Cuál es? —pregunté, tratando de mantener el control.

—Quiero que Linda, además de ser la jefa financiera, se convierta en mi asesora personal. Mi asesora financiera exclusiva.

******NOS VEMOS EL LUNES CON UN NUEVO CAPÍTULO*****




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