El Destripador de Wepaher 2

2x02: En donde esta?

Tony despertó esa mañana sin la pesadilla que tanto lo había atormentado durante semanas. Por primera vez se sintió en paz. Sabía que faltaba solo un día para la graduación y ese pensamiento lo llenaba de energía. Desayunó con su familia, tratando de disfrutar la normalidad que tanto extrañaba.

Más tarde, él y Gunther se reunieron. Conversaron sobre su futuro: mudarse, buscar un trabajo que les gustara, encontrar un nuevo comienzo lejos de los recuerdos dolorosos. Ambos recordaron los sueños de Navi, lo que él quería hacer, cómo se quería relacionar con el mundo. Hablar de él era duro, pero al mismo tiempo los hacía sentir que aún lo llevaban consigo.

De pronto, sus teléfonos vibraron al mismo tiempo. Un mensaje. Era de Raúl.

—Seguro es para seguir disculpándose —dijo Tony con fastidio.

—No lo sé… ayer sonó muy arrepentido —respondió Gunther.

—Pues yo no le creo nada.

Gunther sonrió con tristeza.
—Si hace un mes me hubieras dicho que lo ibas a golpear, no lo habría creído. Es algo que Navi hubiera pagado por ver.

Decidieron abrir el mensaje. El texto los llevaba a un enlace. Al pulsarlo, comenzó a reproducirse un video en vivo.

En la pantalla aparecía Raúl: estaba amordazado, golpeado, sentado en una silla, sin posibilidad de moverse. Sus ojos, llenos de terror, imploraban ayuda.

Una voz distorsionada habló en la transmisión:

—Gracias por entrar al en vivo. Seré breve. Si quieren ver a su amigo con vida, deberán seguir unas reglas básicas. Si lo hacen bien, lo encontrarán y podrán salvarlo. Pero tal vez esta sea su oportunidad para deshacerse de él. Sé que nunca se llevaron muy bien… —la voz soltó una risa fría—. Si deciden intentarlo, les mandaré otro enlace. Y recuerden: nada de policía.

Tony apretó el celular con fuerza.
—¡Tenemos que ir a la policía!

—¿Estás sordo? —replicó Gunther, nervioso—. ¡Dijeron que lo matarán si avisamos!

—¿Pero por qué nosotros? ¿Qué hicimos?

Gunther bajó la mirada.
—Y si no vamos… es Raúl. Lo odiamos.

—¡Maldita sea, Gunther, tenemos que ir! —exclamó Tony, alterado—. Tal vez sea Jeff…

—A él lo matamos —dijo Gunther con voz apagada.

—¿Y si no…? —Tony lo miró fijamente.

Finalmente, tomaron la decisión. Entraron al nuevo enlace que recibieron y, sin avisarle a nadie, se subieron al auto. La dirección los llevó hasta un bosque oscuro. Al fondo se levantaba un granero abandonado, cuya silueta parecía sacada de una pesadilla.

Tony cargaba una pistola, lista por si algo ocurría. Con cautela, empujaron las viejas puertas del granero. Adentro, entre la penumbra, estaba Raúl: atado de pie, con la boca cubierta por una cinta, igual que su abdomen, como si intentaran sostenerlo.

—No parece que haya nadie… —susurró Gunther—. Vamos a desatarlo y larguémonos.

Se acercaron rápidamente y comenzaron a soltar las ataduras. Raúl forcejeaba, tratando de gritar con la cinta aún en la boca.

—¡No! —murmuraba ahogado—. ¡No la quiten! ¡Por favor!

—¿Qué dices, Raúl? —preguntó Tony desesperado.

En un intento de liberarlo, le retiraron la cinta de la boca y del estómago. En ese instante, una escena macabra los paralizó: todo el contenido interno del cuerpo de Raúl se desplomó frente a ellos. Estómago, intestinos, sangre… una carnicería.

—¡Nooo! —gritó Tony, cayendo de rodillas—. ¡Maldita sea, no mueras, por favor!

Era demasiado tarde. Raúl murió en segundos, dejándolos atónitos. Se dieron cuenta de que todo había sido una trampa.

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Minutos después, la policía y una ambulancia se encontraban en el lugar. Tony y Gunther, en shock, no podían articular palabra.

De pronto, sus teléfonos volvieron a sonar. Un nuevo mensaje apareció en la pantalla:

“Ahora que tengo su atención… podemos empezar un nuevo juego. Nuevas reglas.”

Ambos se miraron con horror.
Sus peores pesadillas estaban a punto de convertirse en realidad.




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