El Destripador de Wepaher 2

2x04:Aun hay más

La ceremonia de graduación había sido cancelada hasta nuevo aviso. Las ambulancias se habían llevado a los heridos, y el caos todavía retumbaba en las calles del pueblo. Tony y Gunther despertaron en el hospital, con los cuerpos adoloridos y las mentes cargadas de recuerdos que no los dejaban en paz.

El pasado había vuelto a alcanzarlos.

—Han vuelto… Jeff, Dalton y Luke —murmuró Tony, con la voz quebrada.
—No podemos hacer más… —agregó, bajando la mirada.

Gunther lo interrumpió con determinación:
—Sí podemos. La piedra… eso es lo que querían.

—La destruimos… —respondió Tony.

—No del todo. Debemos buscarla. Quedó en el bosque.

Tony negó con la cabeza, aterrado.
—No volveré allí.

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El agente Redd entró a la sala, sosteniendo una libreta de notas. Su mirada era fría, calculadora.

—Chicos… ¿creen que realmente sean ellos? —preguntó, mientras observaba sus gestos.

Tony y Gunther no respondieron. Ambos lo sabían: Jeff había vuelto.

Un zumbido interrumpió la conversación. No era un mensaje común: todo el pueblo lo estaba recibiendo al mismo tiempo.

En las pantallas y teléfonos apareció un rostro distorsionado y una voz siniestra:

—Hola, queridos amigos… y a todo el pueblo. Sentimos los inconvenientes, pero este mensaje va para todos. Hay dos personas que buscamos: Tony y Gunther. Si nos los entregan, los dejaremos en paz. Si no… bueno, seguiremos hasta acabar con todo.

La transmisión continuó mostrando un video perturbador: Tony y Gunther discutiendo sobre Raúl, hablando de dejarlo morir.

—Allí los tienen —dijo la voz—. Son asesinos. Tienen 24 horas. Entréguenlos… o buscaremos algo más divertido que hacer.

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El pueblo entero estalló en furia. Las calles se llenaron de gritos, exigiendo la entrega de los muchachos. El alcalde, pálido y sudoroso, salió al balcón del ayuntamiento.

—Es una situación complicada —dijo con voz temblorosa—, pero entregar a dos ciudadanos no es la solución. Confío en que atraparemos a esos asesinos.

Aun así, las medidas fueron inmediatas: toque de queda a partir de las 9 p.m. y patrullas recorriendo las calles.

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El agente Redd, más desconfiado que nunca, comenzó a unir las piezas. Investigaba cómo los eventos pasados se conectaban con Tony, Gunther y Navi. Había algo que no encajaba.

Tony, por su parte, estaba cada vez más convencido:
—Agente Redd, tenemos que ir al bosque. Esa piedra… es lo único que puede salvar al pueblo.

Redd lo miró fijamente. Dudaba, pero aceptó.
—Será de noche, cuando todos estén en sus casas. Una patrulla los llevará sin levantar sospechas.

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Sin embargo, Redd no confiaba del todo en ellos. Decidió investigar más a fondo. Su instinto lo llevó hasta la casa de los padres de Navi.

—Buenas noches —se presentó, mostrando su placa—. Soy el agente Redd. Quiero investigar más sobre el caso de su hijo.

Los padres lo recibieron con recelo. Le hablaron de Navi: cómo él, Tony y Gunther habían sido inseparables. Cómo la tragedia los había destrozado, y cómo pese a todo intentaban seguir adelante, apoyando ahora a su hijo mayor.

Las palabras flotaban pesadas en el aire cuando, de pronto, un ruido metálico se escuchó afuera. Redd, alerta, desenfundó su pistola y salió al porche.

La noche estaba silenciosa… demasiado silenciosa.

De repente, un golpe seco lo derribó. El arma rodó por el suelo. Una sombra se inclinó sobre él, sonriendo con malicia.

—Tanto buscar respuestas… —susurró Jeff.

A su lado, Dalton apareció entre las sombras. La pesadilla apenas comenzaba.




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