El Destripador de Wepaher 2

2x10: Perseguidos

Jeff, con la piedra brillando en su pecho, atacaba a todos los estudiantes secuestrados. Con un movimiento imperceptible, los convertía en secuaces, obedientes y peligrosos. Sus ojos vacíos seguían las órdenes: traer a Tony y Gunther.

Tony miró a su alrededor y frunció el ceño.
—Cuidado… esta ilusión puede hacernos creer cosas que no son reales —advirtió mientras avanzaban, dos pisos más cerca del objetivo. Todos se dirigían hacia Jeff, hacia la piedra.

Redd sostuvo su propia piedra, apagada y sin brillo.
—De hecho, tengo una piedra… pero no funciona —dijo, frustrado.

Gunther negó con la cabeza, apretando los dientes.
—Esa piedra solo funciona con la otra. Tenemos que quitársela a Jeff y terminar con esto.

Avanzaban con cautela por los pasillos, evitando a los secuaces y manteniendo la calma bajo presión. Pero de repente, Redd se separó del grupo, siguiendo un extraño susurro.

—¿Quién está ahí? —preguntó, girando sobre sí mismo.

El pasillo estaba vacío… hasta que vio a una niña. Su rostro inocente brillaba bajo la tenue luz del hotel. Redd dio un paso atrás. El corazón le latía con fuerza.

—Lo siento, papá… —susurró—. Papá puede arreglarlo… pero necesito tiempo.

Antes de que pudiera reaccionar, la imagen de la niña cambió. En su lugar apareció uno de los secuaces de Jeff, que atacó a Redd con un cuchillo.

—¡Redd! —gritaron Tony y Gunther al verlo luchar, corriendo hacia él para ayudar.

La batalla fue intensa. Tony y Gunther se enfrentaron a tres secuaces más mientras Melany y Paola eran arrastradas por otros secuaces bajo el control de Jeff.

—¡No! —gritó Tony, corriendo tras ellos.

Comenzó una persecución frenética por los pasillos del hotel. Los golpes, los pasos y los gritos se mezclaban en un caos total. Finalmente, lograron llegar a un cuarto vacío y se ocultaron. Respiraban agitados, con el corazón golpeando en sus pechos.

—Esto no puede quedar así —dijo Gunther entre jadeos—. Tenemos que ir por Melany y Paola.

Redd, aún afectado por la visión de la niña, permaneció en silencio unos segundos. Luego, con determinación, sacó su arma.

—Esta noche termina aquí —dijo con voz firme.

El reloj marcaba dos horas antes del amanecer. Cada segundo contaba. La ilusión estaba por desmoronarse, y todos sabían que la batalla final estaba por comenzar.




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