La ciudad no dormía.
No por ruido, sino por algo más profundo: la sensación de que algo iba mal. Muy mal.
Un corte repentino de energía dejó en silencio barrios enteros. En la zona este, varios jóvenes fueron vistos caminando con expresión vacía, ojos vidriosos, siguiendo órdenes de figuras encapuchadas. Las cámaras de seguridad captaron lo imposible: Jeff, Luke, Dalton y Redd, caminando entre el humo, mientras un grupo de secuestradores se deslizaba por la ciudad como sombras.
Una transmisión de emergencia estalló en todos los televisores:
—“Nos han invadido. No sabemos quiénes son... No hay forma de detenerlos. ¡Por favor, aléjense del centro de la ciudad!” —
El caos comenzaba.
Y el miedo, ese viejo fantasma, había vuelto para quedarse.
, todos los televisores, pantallas de celular y radios reciben una transmisión interrumpida. La imagen se distorsiona unos segundos y aparece Redd, sin máscara, con expresión firme.
—Ciudadanos…
Muchos me conocieron como un agente. Un protector.
Pero hoy les digo la verdad:
Esta ciudad no merece ser salvada.
Los héroes que tanto admiraron son los mismos que causaron su perdición.
No teman... lo que haré será rápido.
Y si algún alma valiente quiere resistir…
estaré esperando.
Tony miraba la pantalla del televisor con las manos temblorosas.
A su lado, Guther no decía nada. Sólo miraba.
Israel, con los ojos rojos por el dolor aún fresco, apretaba los puños.
—No… no puede estar pasando —dijo Tony al fin—. Todo esto... lo iniciamos sin querer.
—¿Qué haremos? —preguntó Israel con voz rota.
Tony se levantó y caminó hacia una vieja pizarra.
—Lo que deberíamos haber hecho desde el principio.
Guther giró su silla.
—¿Vas a llamarlos?
—Sí. A todos. —Tony respiró hondo—. Los que alguna vez estuvieron controlados, los que ayudamos. Si hay algo que nos queda, es que nadie más debe morir por nuestros errores.
Uno por uno, comenzaron a llamar a antiguos aliados. Muchos colgaron. Otros dudaron. Pero algunos, sólo algunos, dijeron que sí.
Unas quince personas estaban reunidas. Algunos aún con heridas, otros inseguros. Pero todos escuchaban.
Tony se puso de pie. Su voz temblaba al principio, pero ganó fuerza con cada palabra:
—Hace cinco años era un don nadie. Un chico con miedo, con sueños tontos y sin dirección.
Hoy... no soy un héroe, pero soy alguien que no dejará que su ciudad arda mientras se esconde.
Redd, Jeff, Luke… todos creen que pueden tomar lo que quieran, manipular a quien sea.
¡Pero no han contado con nosotros!
Esta pelea no es sólo por el pasado. Es por nuestro futuro. Por Ana. Por cada uno de ustedes.
¡Hoy, luchamos porque huir ya no es opción!
¡Hoy, peleamos por recuperar lo que nos quitaron!
Silencio. Y luego… aplausos.
Uno a uno se fueron poniendo de pie, firmes, con fuego en los ojos.
Las calles estaban desiertas, con columnas de humo elevándose como gritos silenciosos.
En el centro, en medio de lo que alguna vez fue el Hotel de la Graduación, ahora sólo quedaban ruinas.
Ahí, sobre un montículo de escombros, Redd esperaba con la máscara en la mano.
A su lado, Jeff jugueteaba con una navaja, y Luke silbaba una melodía que congelaba la sangre.
Dalton miraba hacia abajo, luchando con algo dentro de sí.
Redd levantó la vista, sonrió y murmuró:
—Ya vienen.
Que comience el final.
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Editado: 31.07.2025