El rugido del motor era lo único que rompía el silencio en la carretera. Tony mantenía la mirada fija en el camino, sus manos firmes en el volante, mientras Guther lo observaba de reojo, inquieto. Había algo en el rostro de su amigo que no le terminaba de convencer: esa expresión cargada de secretos, de verdades que aún no habían sido dichas.
—Tony —rompió el silencio Guther, con la voz seria—. Me estás ocultando algo. ¿Qué es lo que no me has dicho?
Tony respiró hondo, apretando la mandíbula.
—No es el momento, Guther. Lo entenderás cuando llegue la hora.
Antes de que pudiera continuar, las luces de un par de autos aparecieron por el retrovisor. El estruendo de los motores hizo que ambos se tensaran. Los vehículos comenzaron a acelerar, cerrándoles el paso. Un segundo después, las balas silbaron por el aire y chocaron contra la carrocería de su coche.
—¡Agáchate! —gritó Tony, inclinando el auto hacia un costado mientras los disparos continuaban.
Guther sacó su arma y disparó por la ventana, obligando a los perseguidores a retroceder momentáneamente. El asfalto se llenó de chispas, el estruendo metálico de las balas y los choques envolvía todo en un caos ensordecedor.
Tony apretó el acelerador, esquivando maniobras mortales mientras Guther lograba impactar uno de los neumáticos enemigos. El auto giró de manera violenta y terminó volcando en la carretera. El segundo vehículo los alcanzó, pero Tony, con un volantazo preciso, lo sacó del camino hasta hacerlo chocar contra una zanja.
El silencio volvió poco a poco, acompañado por la respiración agitada de ambos.
—¿Quiénes eran? —preguntó Guther, aún jadeando.
Tony negó con la cabeza.
—No lo sé… pero si Jeff los envió, quiere decir que sabe que estamos vivos.
Reanudaron el viaje, esta vez en silencio, hasta que, a lo lejos, una silueta colosal comenzó a dibujarse en el horizonte. Era un resplandor brillante, una cúpula inmensa que cubría por completo la ciudad. El aire alrededor parecía vibrar, como si la energía misma se retorciera en torno a ese domo.
Guther abrió los ojos con incredulidad.
—¿Qué demonios es eso…?
Tony detuvo el auto al borde de la carretera. Se bajó lentamente, con la mirada fija en la enorme esfera de energía que se alzaba sobre la ciudad como un monstruo impenetrable. Sacó de su bolsillo la piedra Wepaher, la cual comenzó a brillar con una fuerza que Guther jamás había visto.
—Es el domo… —susurró Tony, con el rostro endurecido—. Ha vuelto.
Guther lo miró confundido, exigiendo respuestas, pero Tony solo cerró el puño alrededor de la piedra. El resplandor se intensificó, envolviéndolos a ambos en un haz de luz.
Antes de que el mundo a su alrededor se desvaneciera, Tony miró a Guther a los ojos.
—Hay algo que no sabes, Guther… —dijo con firmeza—. Esta piedra puede hacer mucho más de lo que crees.
En un parpadeo, la luz los tragó y sus cuerpos desaparecieron. La carretera quedó vacía, mientras, a lo lejos, el domo pulsaba con vida propia, como si esperara su llegada.