El aire dentro del domo era pesado, como si la energía que lo sostenía drenara la voluntad de quienes lo habitaban. Tony y Guther caminaban por las calles en silencio, observando rostros conocidos: amigos, vecinos, incluso familiares… todos con la mirada perdida, vacía, obedeciendo órdenes invisibles.
—No puede ser… —murmuró Guther, con los ojos muy abiertos—. Esa es mi tía… y… ese es pedro el que me enseñó a pelear de niño…
Tony apretó los dientes, sintiendo el peso de la culpa.
—Están bajo el control de Jeff.
Antes de poder reaccionar, una docena de figuras armadas apareció rodeándolos. No tuvieron oportunidad de luchar. Las armas energéticas apuntaban directo a sus corazones. Atados y esposados con grilletes reforzados, fueron llevados entre gritos y murmullos hasta lo más alto de un edificio central, donde la presencia oscura de Jeff los esperaba.
Al entrar en la sala, Tony sintió la presión en su pecho. Jeff estaba allí, pero no estaba solo. A su lado, un encapuchado de túnica oscura, inmóvil, como una sombra viva. Tony lo miró fijamente y sonrió con ironía.
—Me imagino que tú eres Redd… —dijo, con un tono desafiante.
El encapuchado levantó las manos lentamente y se quitó la máscara. Tony y Guther quedaron petrificados. No era Redd.
Era Dalton.
El mismo amigo que alguna vez arriesgó su vida para salvar a Guther. El hombre que había sido parte del equipo, que había luchado a su lado. Pero ahora… en sus ojos no quedaba rastro de bondad, solo frialdad y odio.
—Dalton… —susurró Tony, con un nudo en la garganta.
Dalton sonrió con cinismo.
—Así es. El Dalton que conocías ya no existe. Cuando decidiste cambiar el pasado, cambiaste todo. Yo también cambié. ¿Quieres saber la verdad, Tony? Redd no solo era mi líder… era mi padre.
El mundo de Tony se quebró en ese instante. Las piezas que había dado por seguras se hicieron polvo. Dalton continuó, su voz cargada de rabia:
—Con las dos piedras podremos traerlo de vuelta. Y cuando Redd regrese, tú y tu preciado Guther arderán junto con esta ciudad.
La sala se estremeció con la risa cruel de Jeff. Tony apretó el puño, intentando contener la furia, pero sabía que ahora mismo no tenía opción.
De repente, aprovechando un descuido, Tony y Guther lograron romper sus grilletes y escapar entre la confusión. Corrieron por los pasillos, mientras desde atrás Dalton rugía:
—¡Atrápenlos! ¡No los maten, solo necesito la piedra!
Las calles del domo se convirtieron en un infierno. Decenas de ciudadanos controlados los perseguían como bestias sin mente, lanzándose contra ellos. Tony y Guther apenas lograban mantenerse de pie, golpeando y esquivando, hasta que se refugiaron en un edificio abandonado.
Respiraban con dificultad, intentando ganar tiempo. Guther miró a Tony con desesperación.
—¿Qué hacemos ahora? ¡Es toda la ciudad contra nosotros!
Antes de que Tony pudiera responder, un zumbido profundo resonó desde el exterior. Jeff estaba frente al edificio, con la mano extendida. Una esfera de energía comenzó a formarse en su palma, creciendo cada vez más.
—¡Salgan de ahí! —rugió Jeff, antes de lanzar la descarga.
El impacto fue brutal. Una explosión arrasó con todo el edificio. Las paredes colapsaron, las llamas se extendieron, y una nube de polvo y escombros cubrió la calle.
Jeff se acercó lentamente entre el humo, acompañado por Dalton. Observó los restos calcinados y sonrió con desprecio.
—Busquen la piedra entre las ruinas. —ordenó con voz gélida.
Dalton lo miró de reojo, satisfecho.
—Tony y Guther ya merecían morir hace tiempo.
Los guardias comenzaron a remover los escombros, convencidos de que habían acabado con ellos. Mientras tanto, el domo seguía pulsando con energía oscura, sellando el destino de todos los que estaban dentro.