El silencio de la ciudad bajo el domo era abrumador. Una calma falsa, rota solo por las sirenas de los guardias de Jeff que patrullaban cada rincón, asegurándose de que nadie escapara a su control. Los pocos que aún tenían libre albedrío eran cazados como presas.
Entre las sombras, cuatro figuras se mantenían en movimiento: Tom, Israel e Iván y Carlos Habían logrado sobrevivir de milagro a la devastadora explosión que arrasó el edificio donde Tony y Guther habían sido vistos por última vez. De lejos, sus ojos habían presenciado el colapso de las estructuras y el fuego consumiéndolo todo.
La realidad era dura de aceptar: Tony y Guther estaban muertos. O al menos eso era lo que todos creían. Tom fue el primero en romper el silencio mientras se refugiaban en una vieja fábrica abandonada.
—Ellos dieron su vida para salvarnos… no podemos rendirnos ahora.
Israel golpeó la pared con rabia.
—¡No es justo! Tony sabía cosas que nunca nos contó… y ahora nos deja con esto.
Iván, más sereno, intentó mantener la calma.
—Si de verdad murieron, no lo hicieron en vano. Nuestra obligación es seguir luchando.
El grupo se juró continuar, aunque por dentro la sombra de la duda los devoraba.
Mientras tanto, en el corazón del domo, Jeff y Dalton observaban desde lo alto de un edificio en ruinas convertido en su fortaleza. Frente a ellos, reposaba la piedra recuperada de entre las cenizas. Brillaba débilmente, como si guardara un secreto más oscuro de lo que cualquiera pudiera imaginar.
Jeff acariciaba el objeto con fascinación.
—Con esta piedra… el domo será eterno. Y con ella… Redd volverá.
Dalton lo interrumpió, con la mirada cargada de odio.
—No basta con traerlo de regreso. Tony me arrebató todo, y ahora pagaré con sangre su traición. Necesitamos un sacrificio mayor, algo que despierte por completo el poder.
Jeff lo miró con desconfianza.
—Tu sed de venganza nubla tu juicio. El plan es claro: la activación será en cinco horas. Ni un segundo más, ni un segundo menos.
Por primera vez, una grieta se abrió entre ambos. Dalton quería más caos, más dolor, más destrucción; Jeff, en cambio, buscaba precisión.
Mientras que Dalton empezaba a perder el control, Jeff lo controlaba dando a entender que Dalton solo esta cambiando por Jeff
En la ciudad, los resistentes comenzaron a moverse. Tom, Israel e Iván lograron contactar a un pequeño grupo de civiles que aún no habían caído bajo el control de Jeff. Eran pocos, pero estaban dispuestos a luchar. La idea de un asalto desesperado al cuartel de los villanos comenzó a gestarse.
Israel observaba el domo desde un ventanal roto, con los ojos llenos de furia.
—Si no detenemos ese ritual… no quedará nada de la ciudad.
La desesperanza se mezclaba con el coraje. Sabían que era casi un suicidio, pero el tiempo corría en contra: solo quedaban cinco horas.
La noche avanzaba y el aire dentro del domo se volvió más pesado, como si la ciudad misma supiera que algo estaba por despertar. Entonces ocurrió: desde lo alto de la fortaleza de Jeff, un resplandor rojo atravesó el cielo del domo. Las calles enteras temblaron, y un rugido extraño recorrió la ciudad como si viniera desde sus entrañas.
Dalton sonrió, levantando la piedra sobre su cabeza.
—El despertar ya comenzó…
Jeff, con los ojos fríos como el acero, murmuró:
—Y nadie podrá detenernos.
La cuenta regresiva había empezado.