El mundo fuera del domo se había convertido en un campo de desesperación. Helicópteros militares sobrevolaban la cúpula, lanzando proyectiles y escaneando su superficie en busca de una grieta, alguna debilidad. Nada funcionaba. El domo permanecía inquebrantable, alimentado por una energía que desafiaba toda lógica.
En el interior, el caos era absoluto. Familias enteras eran arrastradas de sus casas por las fuerzas de Jeff, obligadas a arrodillarse ante su poder. El aire estaba cargado de miedo y llanto; cada calle era un cementerio viviente.
Pero mientras la guerra se desataba dentro y fuera del domo, a varios kilómetros, en una granja solitaria, la historia tomaba otro rumbo.
Un campesino madrugaba para revisar a su ganado cuando, entre el polvo y la hierba húmeda, encontró dos cuerpos destrozados, cubiertos de sangre y cenizas. Se acercó con cautela, temiendo lo peor. Para su sorpresa, aún respiraban.
—¡Dios mío! —exclamó, pidiendo ayuda a gritos.
Con esfuerzo, lograron llevarlos al interior de la cabaña. Eran Tony y Guther. Aunque tenían sus heridas , la vida aún corría en ellos.
Horas después, Tony despertó con dificultad. Junto a él estaba Guther, maltrecho pero consciente. El silencio fue roto por la pregunta inevitable.
—¿Cómo… cómo lo lograste, Tony? —susurró Guther, con la voz quebrada.
Tony lo miró a los ojos, cansado, casi vencido, pero con la determinación de siempre.
—Usé la piedra… en el último instante, logré sacarnos del edificio. Fue como si… el tiempo mismo nos hubiera protegido.
Guther respiró profundo, pero su alivio se quebró al escuchar lo siguiente:
—La piedra ya no está. La perdí.
El silencio cayó como un peso insoportable. La piedra era su única ventaja, y ahora estaba en manos de Jeff y Dalton. Tony intentó levantarse, tambaleante, con la mirada puesta en la ventana.
—Tengo que volver. No importa cómo, pero debo regresar.
Guther lo sujetó del brazo con fuerza.
—¡No! Ir así es un suicidio, Tony. Ni siquiera puedes mantenerte en pie.
Tony respiró hondo. Y fue entonces cuando decidió contarle todo lo que había callado.
Con voz entrecortada, comenzó a revelar la verdad:
—Guther… tú moriste. En otro tiempo, en otra línea… tú diste tu vida por todos. Yo viajé al pasado con la piedra, intenté cambiarlo todo… y lo logré. Te salvé, cambié tu destino, pero eso… eso fue lo que lo desató todo. La ciudad cayó bajo el domo porque evité que murieras.
Los ojos de Guther se abrieron, incrédulos.
—¿Estás diciendo que… por salvarme condenaste a todos?
Tony bajó la mirada, sintiendo el peso de su culpa.
—Sí… pero no pienso dejar que ese sacrificio haya sido en vano. Haré que todo esto valga la pena.
Se levantó con esfuerzo, vendado y sangrando aún, pero con fuego en la mirada.
—No importa si pierdo mi vida .
Voy a detenerlos.
Guther, herido y agotado, lo miró mientras se alejaba hacia la salida de la granja. Quiso detenerlo, pero en su interior sabía que Tony no se detendría. No esta vez.
Mientras Tony se preparaba para regresar al infierno del domo, Guther permanecía atrás, mirando al horizonte con dudas y miedo, pero también con una chispa de esperanza.