El Destripador De Wepaher 5

5x11:Una Promesa de amigos

La habitación estaba iluminada apenas por la pantalla del televisor, que lanzaba destellos de colores vivos. Tony y Guther reían a carcajadas mientras en el control sus personajes combatían sin descanso. A un lado, Navi, recién integrado al grupo, se inclinaba hacia adelante con los ojos fijos en la pantalla, sus dedos moviéndose con torpeza pero llenos de entusiasmo.

—¡No vale, Guther! —rió Navi cuando su personaje cayó derrotado—. Siempre me ganas con los mismos combos.

Guther soltó una carcajada.
—Porque no aprendes, hermano. Tienes que anticiparte, no solo presionar botones.

Tony, con una sonrisa socarrona, levantó el control.
—A ver, a ver. Déjenme mostrarles cómo juega un profesional.

Los tres se sumergieron en el juego de peleas ambientado en una ciudad futurista, sus risas llenando la sala de la casa de Guther. Era la primera vez que Navi pasaba una tarde así con ellos, y su expresión reflejaba una mezcla de sorpresa y felicidad.

—Gracias por invitarme, de verdad —dijo en un momento, mientras el juego hacía una pausa—. Nunca pensé que haría amigos así.

Tony lo miró de reojo y fingió un aire de superioridad.
—No te acostumbres. Guther y yo nos conocemos desde hace tiempo. Eres el novato.

Navi rio, pero enseguida se puso serio.
—Algún día quiero salvar al mundo, ¿saben? Tal vez ser policía, o algo así. Hacer una diferencia.

Guther estuvo a punto de soltar una broma, pero Tony lo detuvo con una sonrisa sincera.
—¿Salvar al mundo? Bueno… quién sabe, Navi. Tal vez algún día lo hagamos.

El silencio se llenó con una sensación cálida, una promesa implícita que ninguno de los tres olvidaría.

El recuerdo se desvaneció como humo, y Tony abrió los ojos en el presente. Su respiración era pesada, su mirada fija en la ciudad que se extendía más allá del campo. Había recuperado algo de fuerzas gracias a la familia de la granja, pero la urgencia le quemaba el pecho.

Guther lo observaba, preocupado.
—No tienes que hacerlo, Tony. Durante las vacaciones fuimos felices… y sé que Navi lo habría querido así.

Tony bajó la mirada, apretando los puños.
—No, Guther. No puedo. Navi soñaba con salvar al mundo… y no lo logró. Si me quedo quieto, será como dejar que su sueño muera también.

Levantó la vista, y sus ojos brillaban con determinación.
—Yo no voy a dejar que la ciudad caiga. Esta es mi promesa a Navi.

Guther quiso detenerlo, pero comprendió que ya no había vuelta atrás. Solo asintió con pesar.
—Entonces ve. Pero no olvides que no estás solo.

Tony se echó la chaqueta al hombro y comenzó su camino hacia la ciudad. El sol se ocultaba tras el domo, tiñendo el cielo de un rojo opaco.

Dentro del domo, en otro punto, Israel, Iván y Tom se adentraban por las calles devastadas. Sus pasos resonaban entre autos volcados y edificios derrumbados. Habían improvisado armas y cargaban suministros, sabiendo que lo peor aún estaba por llegar.

De pronto, un ruido metálico retumbó en la avenida. Una sombra se movió entre los escombros. Luego, varias figuras emergieron: hombres y mujeres con la mirada vacía, los ojos brillando con un tono rojizo. Eran los secuaces de Jeff, esclavizados por el poder de la piedra.

Tom apretó los dientes.
—Nos encontraron.

Israel desenfundó su arma y sonrió con fiereza.
—Entonces pelearemos.

Las figuras comenzaron a rodearlos lentamente, el murmullo de voces extrañas llenando el aire. La tensión se hizo insoportable.

Y en ese instante, comenzó la batalla.




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