El aire estaba cargado de humo y gritos. La ciudad parecía arder desde todos los rincones, y el suelo vibraba con cada explosión. Tony y Guther habían logrado llegar a las calles principales, listos para enfrentar lo que viniera. No tardaron en ver cómo una oleada de secuaces, controlados por Jeff, se abalanzaba sobre ellos.
Pero entre la multitud de enemigos apareció una visión que los hizo detenerse: Tom, Israel, Carlos e Iván estaban allí, peleando con todo lo que tenían. Estaban vivos.
Tony sonrió incrédulo.
—¡No puede ser… están aquí!
Los cinco se unieron en un abrazo rápido, interrumpido por los rugidos de los enemigos que los rodeaban. Sin más palabras, comenzó la batalla.
Las calles se llenaron de golpes, disparos y gritos. El grupo se resguardó en un supermercado abandonado, intentando contener el ataque. Las vidrieras estallaban con cada impacto y los pasillos se convirtieron en campos de guerra improvisados.
En medio del caos, Iván salvó a Guther de un enemigo que lo había tomado por sorpresa. Pero apenas pudo sonreírle, una sombra cayó sobre él.
—¿Qué…? —susurró Guther.
De entre la oscuridad apareció Dalton, con los ojos fríos y la mirada fija. Antes de que alguien pudiera reaccionar, un movimiento certero atravesó el pecho de Iván. Su cuerpo cayó sin vida frente a los demás.
Tony gritó, pero el rugido de la batalla lo opacó todo.
Guther, consumido por la ira, se lanzó contra Dalton. Los dos chocaron con fuerza, una pelea feroz entre hermanos que alguna vez compartieron risas. Dalton peleaba con la fuerza de alguien que no tenía nada que perder, y Guther con la rabia de alguien que no estaba dispuesto a perder más.
La pelea se inclinó a favor de Dalton. Lo derribó, sujetándolo con violencia, y con una sonrisa oscura cortó su piel apenas lo necesario para extraer unas gotas de sangre.
—Con esto basta… —murmuró—. El último ingrediente para revivir a Redd.
Antes de que alguien pudiera detenerlo, Dalton huyó entre las sombras.
Tony y Guther lo persiguieron hasta un viejo puente que se extendía sobre el río de la ciudad. Sus pasos resonaban con furia, y al otro extremo, Jeff esperaba. Una sonrisa cruel cruzó su rostro mientras levantaba su brazo.
Un estallido sacudió todo el lugar. El puente explotó, lanzando escombros y fuego por los aires. Dalton logró cruzar. Guther casi cayó al vacío, pero se aferró con todas sus fuerzas, quedándose atrapado en el lado opuesto.
—¡Tony! —gritó desesperado al no verlo entre los escombros.
Su corazón se detuvo… hasta que a lo lejos, vio la silueta de su mejor amigo. Tony había logrado cruzar, cubierto de cenizas pero de pie.
—¡No! ¡Es demasiado arriesgado seguirlo! —le gritó Guther desde el otro lado.
Tony respiró profundo.
—Esto termina hoy, Guther. Pase lo que pase, no vuelvas en el tiempo… prométemelo.
—¡Tony! —la voz de Guther se quebró.
Tony lo miró una última vez y sonrió.
—Gracias por ser mi mejor amigo.
Y sin esperar respuesta, corrió tras Dalton, directo hacia el antiguo hotel donde todo había comenzado. Guther se quedó paralizado, impotente, con el eco de esas palabras retumbando en su mente, sabiendo que esa decisión podía ser el fin de Tony… o de todos.