El Destripador De Wepaher Halloween

CAPÍTULO 2 Cuando los muertos llaman a la puerta

El olor a humedad y madera podrida fue lo primero que Tony percibió al despertar. Su cabeza palpitaba y la lluvia golpeaba el techo de una vieja cabaña. Cuando abrió los ojos, notó que estaba atado de pies y manos. Frente a él, Guther, también prisionero, intentaba zafarse de las cuerdas con desesperación.

—¿Dónde... estamos? —susurró Tony con la voz rasposa.
—En algún tipo de celda… no parece el futuro que queríamos visitar —respondió Guther, con ironía amarga.

Los pasos de varias personas se escuchaban afuera, mezclados con murmullos y oraciones. Una puerta chirrió y una anciana entró, sosteniendo una vela temblorosa. Su mirada se clavó en la piedra verde que colgaba del cinturón de Tony. Se santiguó de inmediato y murmuró con terror:

—Esa luz... esa es la señal del demonio del bosque.

Antes de que Tony pudiera hablar, varios aldeanos irrumpieron, apuntándolos con antorchas y horcas. Los acusaban de traer la maldición, de ser los responsables de las desapariciones recientes. Nadie quiso escucharlos. Los condenaron a ser ejecutados al amanecer, convencidos de que con eso romperían la maldición.

Pero la noche cayó... y con ella, el verdadero horror.

Desde el bosque se escucharon rugidos profundos, casi humanos. La tierra tembló. Los aldeanos gritaron, corriendo en todas direcciones. Algo los atacaba con una velocidad imposible.
Tony y Guther aprovecharon el caos para soltarse y salir de la cabaña. Frente a ellos, entre las sombras y la niebla, una figura emergió: una criatura alta, de piel grisácea y mandíbula desfigurada, cuyos ojos brillaban con una luz enferma. Caminaba erguida, pero cada movimiento parecía quebrar sus huesos.

Tony dio un paso atrás, helado.
—Eso... no es humano —murmuró.
Guther se interpuso entre ambos y gritó:
—¡Vamos, no te quedes quieto!

El monstruo lanzó un rugido tan fuerte que rompió las ventanas cercanas. La batalla fue brutal: Guther intentó distraerlo mientras Tony buscaba una manera de golpearlo con restos de madera encendida. Cada golpe parecía inútil, pero finalmente, un destello proveniente de la piedra verde iluminó el aire.
El monstruo retrocedió, rugiendo de dolor, y escapó de nuevo hacia el bosque, dejando un rastro de sangre oscura.

El silencio volvió poco a poco. Los aldeanos, escondidos tras las puertas, salieron con cautela. Uno de ellos, un joven con miedo en los ojos, se acercó a Tony.

—Ustedes… no son monstruos. Nos salvaron.

Tony respiró con dificultad, mirando hacia la oscuridad del bosque.
—No. Pero lo que vive ahí… parece conocernos.

Los aldeanos se arrodillaron frente a ellos, comprendiendo que esos forasteros podían ser su única esperanza.
Sin embargo, en la distancia, entre los árboles, una voz gutural susurró el nombre de Tony... Y de Gunther...
El verdadero monstruo aún no había terminado con ellos.




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