El amanecer se filtraba entre las nubes grises, tiñendo el cielo de un naranja débil. Tony se encontraba frente a la plaza del pueblo, observando cómo los aldeanos recogían los restos del ataque nocturno. Las casas estaban dañadas, los rostros marcados por el miedo.
Guther se acercó con el ceño fruncido.
—No podemos quedarnos, Tony. Ya sabes que este no es nuestro tiempo. Si la piedra sigue activa, podríamos viajar ahora y volver al momento exacto para salvar a Navi.
Tony lo miró, cansado, con la piedra verde brillando débilmente en su mano.
—¿Y qué pasa con ellos? —señaló a las familias que lloraban a sus desaparecidos—. Si nos vamos ahora, morirán todos.
—¡No podemos salvar a todo el mundo! —gritó Guther, golpeando la mesa de madera—. Esta vez debemos pensar en nosotros.
Tony apretó la mandíbula.
—Yo tengo la piedra, y yo decido qué hacer con ella. No pienso huir sabiendo que puedo evitar otra tragedia.
La tensión se cortó en el aire. Guther se alejó sin mirar atrás, frustrado, con el eco de la lluvia marcando cada paso. Caminó por el sendero que bordeaba el bosque, intentando calmarse. Pero entre la niebla, una figura llamó su atención.
Una silueta delgada, familiar… caminaba entre los árboles.
Guther entrecerró los ojos.
—No puede ser…
Corrió tras ella, tropezando entre raíces húmedas y ramas que se quebraban bajo su peso. Cuando finalmente cayó al suelo, levantó la mirada… y lo vio.
Navi.
Estaba ahí, con el mismo rostro de antes, el mismo brillo en los ojos, aunque su expresión era vacía, casi perdida.
—¿Navi?... ¿Eres tú? —susurró Guther, incrédulo, avanzando con cautela.
El joven lo miró unos segundos… y sin decir palabra, retrocedió, giró sobre sus talones y huyó bosque adentro.
—¡Navi, espera! —gritó Guther, pero fue inútil. El eco de sus pasos se perdió entre los árboles.
Aturdido, Guther cayó de rodillas. No entendía nada. ¿Cómo podía estar vivo? ¿Y por qué en este tiempo?
Debía contarle a Tony de inmediato.
Mientras tanto, en la aldea, Tony hablaba con el jefe local, Gregory, un hombre de barba espesa y mirada dura.
—Dijiste que hay más víctimas —preguntó Tony.
Gregory asintió con el rostro sombrío.
—Diez niños. Todos desaparecidos en el bosque. Ninguno ha vuelto. Algunos dicen que el monstruo los reclama como ofrenda.
Tony apretó los puños.
—Dame tus mejores hombres. Vamos a traerlos de vuelta.
Gregory lo miró con esperanza y respeto.
—Tendrás mi confianza, forastero. Que los dioses te acompañen.
Una mujer hermosa se acercó a Tony se hace llamar altea
Hola Gregory..
Tony la mira se presenta con ella, altea dice ser la enfermera y sana a todos
Tony solamente no dejaba de sonreír...
Pero en el bosque, la historia tomaba otro rumbo.
Guther corría de regreso al pueblo, decidido a contarle a Tony lo que había visto, cuando de repente, dos figuras encapuchadas emergieron de entre los árboles. Lo golpearon por la espalda y cayó de bruces al suelo.
La lluvia volvió a caer con fuerza mientras se lo llevaban arrastrando hacia las sombras del bosque.
El capítulo cerró con el sonido de un trueno, y el susurro del viento que parecía decir su nombre:
—Guther…
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Editado: 25.10.2025