El Destripador De Wepaher Halloween

CAPÍTULO 6 FINAL: Vivir juntos o Morir solo

La lluvia caía sobre el pequeño pueblo la víspera de halloween llegaba y mientras Tony se alzaba frente a todos los aldeanos reunidos en la plaza. Las antorchas temblaban por el viento.
—Sus hijos están con vida —dijo con voz firme—, pero necesitamos su ayuda para traerlos de vuelta.
Nadie dudó. Entre el miedo y la esperanza, todos tomaron armas improvisadas, decididos a pelear.

Mientras el pueblo se organizaba, Guther se acercó a Tony.
—Navi fue quien me liberó —confesó.
Tony se quedó en silencio.
—¿Navi? Pero… ¿cómo?
—Solo dijo que no podía explicarlo —respondió Guther—. Pero debemos buscar respuestas después de todo esto.
Luego sonrió, mirando a Altea.
—Y me alegra que la hayas encontrado.
Tony miró a la joven bruja.
—Terminando esto, iremos a la ciudad —prometió.
Altea le entregó una pequeña caja plateada.
—Cuando llegue el momento… sabrás cómo usarlo —le dijo con una leve sonrisa.

Cayó la noche.
El bosque se iluminó con fuego, gritos y rugidos. Criaturas emergían de la oscuridad, atacando sin piedad.
Los aldeanos luchaban con valentía. Tony y Guther avanzaban entre el caos, abriéndose paso hasta llegar al viejo santuario donde estaban los niños.

—¡Aguanten! —gritó Tony mientras liberaba una jaula.
De pronto, una ráfaga de energía oscura lo arrojó contra el suelo. Maguie apareció, envuelta en llamas rojas, su mirada llena de furia.
—Creíste que podías detenerme, viajero del tiempo… —dijo con una voz distorsionada.

Tony y Maguie se enfrentaron en una batalla feroz. La piedra Wepaher contra los conjuros de la bruja.
El aire vibraba con energía, las criaturas caían una tras otra. Finalmente, los niños escaparon y corrieron hacia sus padres. El ritual había fallado.
Maguie rugió con rabia.
—¡No! ¡No puede ser!
Tony, sangrando, la miró a los ojos.
—Fallaste, Margaret.
La bruja gritó y lanzó otro hechizo, pero fue interrumpida por un golpe que la lanzó lejos: era Altea.
—Eso fue por todos los que heriste —dijo con ira.

Tony se acercó.
—Gracias, pero debo terminar esto.
Altea asintió, sabiendo lo que significaba.
La siguieron hasta una vieja casa al borde del bosque.

Guther se quedó atrás ayudando a los aldeanos.
En la casa, la tensión era espesa. Maguie apareció de la nada, tomando del cuello a Altea.
—Hola, hermanita… —susurró con una sonrisa torcida—. ¿Sigues creyendo que el amor verdadero puede salvarte?

Tony apuntó con su arma.
—¡Suéltala!
Maguie rió.
—Ese cuchillo… fue hecho para matar brujas. Qué poético.
—No lo hagas —dijo Tony, bajando lentamente el arma.
—Entrégame la piedra.
Tony dudó, luego se la entregó.
Maguie la tomó con una sonrisa helada.
—Aun así… no creo en el amor. —Y hundió el cuchillo en el pecho de Altea.

—¡NO! —gritó Tony, lanzándose contra ella.
Una pelea brutal estalló entre los dos. Tony la golpeó, tomó el cuchillo, y cuando estaba por acabarla, Maguie usó el poder de la piedra para lanzarlo lejos.
Tony cayó herido, mientras Altea, moribunda, lo miraba con lágrimas.
—Usa el poder… ahora…
—No puedo… —susurró Tony.
Maguie sonrió.
—Claro que no puedes… porque yo lo tengo —dijo una voz detrás.

Era Guther, sosteniendo lo que Tony le había entregado, Momentos antes Tony se la entregó a Gunther por si algo fallaba
La energía explotó en un destello azul y rojo.
La explosión consumió el lugar.
Cuando el humo se disipó, Maguie yacía sin vida desapareciendo por completo.

Tony corrió hacia Altea, arrodillándose junto a ella.
—No me dejes…
Ella lo acarició débilmente.
—En otra vida… sí pudimos estar juntos. —Sonrió y cerró los ojos.

El silencio pesó sobre todo. Guther lo abrazó mientras Tony lloraba en su hombro.

Días después, el pueblo celebró su liberación. Gregory, con lágrimas en los ojos, dijo:
—Estaremos en deuda con ustedes por siempre.

Tony solo asintió.
Guther, intentando aliviarlo, murmuró:
—Ella estaría orgullosa.
Tony miró el cielo.
—Tengo que cumplir una promesa… y salvar a Navi.

Todo se arreglo Tony y Gunther se despidieron de todos volviendo a su época..

Cuando volvieron a su tiempo, entraron en la vieja comisaría. Todo seguía en orden.
Carlos los recibió con una sonrisa.
—¡Jefes! Qué bueno verlos.
Tony le preguntó:
—¿Qué pasó con el caso del padre que mató a sus hijos?
Carlos frunció el ceño.
—¿Cuál caso? No tenemos nada así en los registros.
Tony lo miró confundido, luego sonrió con cansancio.
—Quizá no sea importante.
—Ah, por cierto —añadió Carlos—, tenemos una compañera nueva. Se llama Nataly.

Tony se giró, y su corazón se detuvo. La nueva agente tenía el mismo rostro… los mismos ojos que Altea.

Años más tarde, Tony contaba la historia a sus hijos frente a la chimenea.
—¿Y esa era mamá? —preguntó uno.
Tony sonrió.
—Esa historia… está por verse.

El fuego titiló, y sobre la repisa, la pequeña caja que Altea le había dado brilló por última vez.




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