Rachel miraba atentamente el reloj colgado en la cabecera de la pizarra, mientras el profesor aún dictaba las últimas palabras de la exánime clase. Esperaba con ansias que sonara de una vez por todas la bendita campana, para poder ver finalmente a su hermana pequeña. Era usual que los niños de escuela elemental salieran antes que los que ya asistían a las clases de avanzado, y su hermana Julie estaba en décimo grado, por lo tanto, su escuela cerraba al menos una hora antes que la de ella. Era una suerte que la profesora de Julie se ofreciera todos los días a esperarle, pero no por ello quería abusar de aquella confianza llegando demasiado tarde a recogerla.
—¿Amiga? ¿Estás con nosotros? —una mano se agitó verticalmente frente a sus ojos—. Te ves algo distraída.
—Como si fuese novedad. —se burló Thom, que comía con desgano de un paquete de galletas, estando aún en clase.
—¿Te encuentras bien, Chely? —Rachel giró el rostro y trató de diferenciar la preocupación de Melissa en sus ojos, pero por más que buscaba, no la encontraba verídica.
—Lo siento... Ya sabes, problemas en casa —respondió—. ¿Qué estabas diciendo?
—Te contaba sobre el baile de fin de año... —los ojos de Melissa brillaron ahora sí con verdadero entusiasmo.
—Aún faltan dos semanas, Melissa —dijo Thom, con la intención de molestarla—. Creo que hay muchas otras cosas en las que deberías pensar antes que el baile.
—¿Como qué? Según tú —contestó Melissa, ofendida.
—Como tus materias, por ejemplo. —rió quedamente el muchacho—. ¿Puedes resumir esta clase?
—Es matemática —dijo la retada—. Los números no se pueden resumir. Además, seré actriz, así que esta clase no me suma en nada.
—Y pensar en un evento que pasará dentro de quince días tampoco. Y tampoco creo que Rachel tenga el tiempo suficiente como para pensar en ello. —Rachel sintió ambas miradas encima, pero la suya aún estaba plantada en aquel estúpido reloj, que por lo lento que iba, parecía que estaba en retroceso.
—Pues yo creo que estás celoso. —rió tontamente Melissa, mientras se acomodaba las castañas y largas ondas que llevaba en el cabello, y las lanzaba delicademente en su espalda
—. Estás celoso que Michael Patton esté interesado en ir con Rachel, cuando, pues... a ti te gustaría hacerlo.
—Melissa... —Rachel fijó los ojos en el anguloso y delgado rostro de su amiga y negó pesadamente con la cabeza, reprochándole el odioso comentario.
El sonido que Chely estaba esperando, de pronto vibró en el pequeño parlante que cuelga a la mitad del pasillo principal de la escuela, y llamó la atención de todos en el aula de clases. El profesor miró hacia la puerta, regresó la vista hacia sus somníferos alumnos y les hizo una seña con la cabeza, dejando escapar un suspiro que nadie supo diferenciar si era de cansancio o alivio. Probablemente ambos. Rachel se levantó apresuradamente de la carpeta, guardó las cosas que tenía regadas encima de ella y se echó la mochila cargada al hombro izquierdo. Se despidió de Melissa y Thom con un fugaz "los veo luego, chicos", dejándoles discutir mientras caminaban en dirección a la salida, dirigiéndose rápidamente a la parte del parqueo para bicicletas de la escuela.
Era el mismo camino que el de ellos, pero con Melissa como compañía, las distancias cortas se convierten en conversaciones largas, y no tenía tiempo para regalar. Su pequeña hermana ya debería estar esperándola en la puerta de la escuela primaria de Wisconsin, junto con la profesora Shepard. Desde que llegaron aquí hace dos semanas, aún no se habían acostumbrado del todo a las calles y los lugares cercanos. Aún no podía regresar sola a casa, y su madre no encuentra el espacio entre su tan atareada agenda para hacer el papel que le corresponde. Desde el divorcio, ha estado muy distraída, con ellas y con su trabajo de recepcionista en Wilderness. Es una suerte que le caiga tan bien a su supervisor, de lo contrario, la hubieran echado solo en su primera semana laboral.
El traspaso había sido muy tedioso. La cosa en San Gregory, una pequeña comunidad en Rennes, había sido más que sencilla. Siempre tendrían a su tía Louise para defenderlas y que se encargue de ellas en todo momento, y con todo momento significa, cada vez que sus padres estaban peleados por alguna tontería, como así lo veían las niñas. Qué pena que en Dells, su tía Louise no era más que un nostálgico recuerdo.
Corrió a toda prisa al parqueo de bicicletas. Tropezó antes de llegar y fue a dar de narices al suelo. Sintió lo salado de la sangre en la punta de la lengua, la que empezaba a manar de su labio inferior. La saboreó un momento antes de pasarla, para luego arrugar la nariz y torcer la sonrisa. Se levantó sin mirar a los chismosos a su alrededor, sin hacer caso a unas lejanas risas, se limpió el polvo de los codos de la polera negra que llevaba encima, y se quitó la poca tierra impregnada en sus holgados jeans oscuros. Sacó una pequeña llavecita del bolsillo trasero derecho, desbloqueó el candadito que le pertenecía a tan peculiar baratija, y desencadenó su Argon púrpura del 2004. Fue un regalo de su padre por su décimo segundo cumpleaños, día festivo al que tampoco asistiría, junto con algunos otros días sin importancia ya para ella como lo eran navidad, día de gracias, año nuevo o su nacimiento... Ni al de su hermana.
No lo odiaba por perderse los momentos que las otras familias a las que conocía de una manera menos superficial y más personal, consideraban importantes, lo odiaba por perderse todos los de su vida.
Se montó en la ahora un tanto pequeña bicicleta para su cuerpo, que empezaba a mostrar las primeras curvas de la pubertad, y pedaleó con furia por la acera vacía. El resto de chicos, en su gran mayoría, salían del lugar en autos, y a pesar de que eran de segunda mano, a ella no le importaría tener uno.
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Editado: 19.06.2020