El Devorador de Lágrimas

5

     Los detectives Brendan Mondy e Elijah Hunt ya se encontraban fuera de la casa de los Sweet, para cuando la patrulla del oficial Garb alcanzó la entrada. Hunt le indicó a Garb que llevara a la niña a dar un pequeño paseo a la sala, que le prenda el televisor y mantenga entretenida, mientras él y Hunt hablaban en privado con Hallie, la madre de Rachel. 

     La llevaron hacia el comedor principal, un pequeño cuarto muy bien adornado con un par de retratos familiares y flores en macetas por cada rincón. La sentaron en la silla de cabecera de la mesa principal, que llevaba un hermoso mantel crema encima pero no estaba puesta, ya que en el centro solo se encontraba un florero de cristal con dos margaritas de plástico que sonreían a cada invitado en los momentos especiales. Aquel, obviamente, no era especial.  

     Mondy se apoyó en el arco que separaba el comedor y las escaleras del segundo piso, atento a la conversación que su compañero estaba por tener con la señora, y echando un ojo a Garb, para que no causara ningún apuro con la pequeña. Hunt, ducho en el asunto, se sentó en el costado derecho de Hallie, colocando su silla en diagonal, dándole la cara en todo momento.  

     —Señora Sweet —empezó Hunt, con la voz tersa y clara, lo suficientemente calmada como para transmitir ese sentimiento a las personas a su alrededor—. El motivo por el cual el departamento ha incluido a dos detectives en la búsqueda de su menor hija, es por la sospecha de nuestros superiores en su caso. Verá...

     —¿Han secuestrado a mi Chely? —interrumpió Hallie, llevándose ambas manos a la boca, y juntando las pestañas a las cejas.

     —No estamos del todo seguros aún. Eh... —El detective se vio vencido por un suspiro—. No estamos refiriéndonos a un rapto, señora Sweet...

     —Hallie —sugirió la nombrada—. Llámenme Hallie, por favor —pidió, mirando también a Brendan Mondy detrás de Hunt.

     —Está bien, Hallie... Verá. Como se lo mencioné al entrar, mi nombre es Elijah Hunt, y tanto yo como mi compañero aquí presente; Brendan Mondy; nos especializamos en un tipo de caso en especial.

     —Podría por favor, oficiales, dejarse de tanta palabrería y decirme qué ocurre con mi hija... —Hallie agachó la cabeza entre los muslos, y se sobó la nuca con ambas palmas, despeinando aún más aquel castaño cabello que tenía.

     —Lo siento, Hallie. Y es que no hay forma sencilla de decirlo. —Hunt tomó aire y luego de un segundo suspiró, se sintió listo—. El caso de su hija, se cree, puede estar asociado con un peligroso hombre, un... homicida que escapó de Brooklyn y que se ha mantenido inactivo por un largo tiempo.

     La sola palabra "homicida" perforó el pecho de Hallie Sweet. Lo perforó tan hondo, tan hondo, que de pronto su presión arterial bajó drásticamente y empezó a ver estrellas en el suelo, el techo, las paredes... Sintió náuseas, pánico, migraña y temor. Mondy hizo el ademán de acercarse al notar que la señora Sweet se caía de su silla, pero Hunt estaba más cerca para sostenerla con éxito.  

     —Brendan, tráele un vaso con agua, por favor. —Le solicitó el detective Hunt a su compañero, que sin que se lo pidieran, ya estaba en su camino—. Señora Sweet, entiendo que en estos momentos no se encuentre para nada bien, pero la necesito fuerte. Por favor, Hallie, te necesito fuerte.

     La madre de Rachel no escuchaba muy bien lo que el detective le decía cerca al oído. Todo el mundo le daba vueltas, todo el mundo le causaba dolor. Básicamente, todo su mundo se caía a pedazos al saber que su pequeña Rachel estaba en manos de un criminal, y sobre todo, de uno que mataba a sus víctimas.  

     —Mi hija... —logró decir Hallie, aún en trance.

     —Sí. La voy a traer de vuelta. Pero para eso, la necesito a usted. Necesito todo el apoyo que puedas otorgarme. Por favor, no te caigas ahora.

     —¿Qué necesita? —respondió Hallie. Mondy se acercó y le tendió el vaso de vidrio a la enferma. Hallie tomó un pequeño sorbo, absteniéndose de no causarse arcadas ella misma.

     —Necesitamos su completa colaboración con el departamento de policía. Tenemos una ventaja que nunca habíamos tenido antes. Su hija ha desaparecido hace tan solo unas ocho horas. El comportamiento de este sujeto...

     —¿Tan solo ocho horas? —El pecho de Hallie se inflaba precipitadamente, en un signo claro de frustración e impotencia—. ¿Cree que es poco que haya desaparecido hace ocho horas?

     —El sujeto demora meses en... —Habló Mondy, pero se detuvo a pensar mejor en las palabras que iba a usar—. Demora meses en quitarle la vida a la víctima.

     —¿Se supone que debería estar más tranquila sabiendo eso? —El llanto fue de menos a más, y quebró los párpados de Hallie en un mar de melancolía que silenció por unos largos minutos a los detectives.

     —Señora Sweet... Hallie. Necesita entender que ninguna anterior víctima tuvo una oportunidad igual a la de su hija —retomó el hilo de la conversación el detective Hunt.

     —¿Cómo saben que él se la llevó? —preguntó Hallie, secándose las lágrimas en un intento por quitarse el rímel de los ojos.

     —Su hija cumple con ciertos patrones... En realidad, con ciertas características que nuestro sujeto busca en una víctima.

     —Pero mi hija... ¡Mi niña solo tiene quince años! ¡¿Qué puede buscar un tipo así en una niña de quince años?! —Le ganó la inocencia y la negación a la señora Sweet al momento de hacer aquella pregunta.

     —Bueno... —Intentó intervenir Mondy, pero Hallie le meneó la cabeza y ambas manos extendidas, pidiéndole a señas que no contestara.

     —La traeremos de vuelta, Hallie. Haremos todo lo que tengamos a nuestro alcance por encontrarla.

     —¡Quiero ir con mi mamá! —Se escuchó desde la otra sala. Aquella aguda voz se hizo más fuerte mientras se acercaba al comedor.

     Julie entró en la sala y corrió a los brazos de su madre. Soltó un pequeño sollozo, y abrazó con todas sus fuerzas y amor, a su madre que lloraba sin consuelo alguno, cuya congoja se hizo más fuerte al sentir aquellos diminutos brazos rodearle el cuello. Mondy le lanzó una mirada decepcionante a Garb, que solo atinó a disculparse.  




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