El Devorador de Lágrimas

6

     —Toda esta mierda es tu culpa... —Chilló Maddy, regañando a su hijo Derick como es costumbre—. Mira cómo me ha dejado la mano tu padre. ¡Mira! —Le colocó la venda en el rostro y se lo restregó raspándole la nariz—. Todo esto es por ti, pedazo de mierda... Cómo no te aborté cuando tuve oportunidad.

     —Lo siento mami. —Derick agachaba la cabeza, sin sentirse lastimado, sin tener remordimiento o vergüenza hacia su madre. Todo lo contrario, la amaba a su manera—. ¿Puedo hacer algo para que te sientas mejor?

     —Sí, en realidad. —Maddy pensó cuidadosamente lo que quería hacerle al niño, pero nada se le venía a la mente. La tenía algo cansada y necesitada de goce—. Puedes largarte a tu cuarto y no salir en todo el día. Llamaré a tu escuela y diré que estás enfermo. Ve... Lárgate.

     —Ok mami... —De pronto el niño se detuvo en el umbral de la puerta del dormitorio— ¿Mami? ¿Por qué eres así conmigo? ¿Por qué siempre estás molesta conmigo?

     — Porque tu sola presencia me recuerda a la mayor desgracia en mi vida. —Maddy se agachó hasta la altura del pequeño, y siguió hablándole directo al rostro—. Cuando crezcas, encontrarás a muchas mujeres como yo, y todas, Derick, todas pensarán lo mismo. No te quiero... Conmigo. Pero te necesito aquí por la pensión de tu padre.

     Derick hizo caso y corrió hacia su habitación, "cerrando" la puerta sin cerrar. Un truco que aprendió cuando era más chico, en donde solo juntaba la puerta con su margen de madera, y rodaba el picaporte hacia un costado, dejando que el resorte hiciera lo suyo al soltarlo, cuyo sonido daba la impresión que la puerta aparentemente se cerraba por completo. 

     Posó el ojo en la fina abertura, y vio cómo su madre se tomaba el rostro con ambas manos. Y es que se estaba volviendo loca, desesperada. Hace unos meses había probado una sustancia alucinógena parecida a la mariguana, pero que en lugar de fumarse, se inyecta. La droga causa placer, traído por un impacto al sistema nervioso profundo y helado. No le quedaba mucho, así que debía salir a comprarlo. Entró a su habitación y sacó una bolsita con dinero dentro, billetes arrugados hechos pelota. Los guardó en una vieja cartera y salió de la casa sin echar llave al irse.  

     Aquellas tres horas de soledad le dieron tiempo para cavilar mejor sus ideas a Derick. "Cuando crezcas, encontrarás a muchas mujeres como yo, y todas pensarán lo mismo. No te quiero...", le había dicho su madre. Entonces él era el problema en la vida de ella. Derick la amaba demasiado como para dejar que siguiera sufriendo. 

     El niño pensó un momento en si quitarse la vida o no. Planteó los pro y los contra de hacerlo. Mientras que en la lista buena, solo encontraba la felicidad de su madre de manera parcial —ya que sin él su padre se iría de la casa y ella no tendría dinero para vivir—, en el lado malo hallaba más vistos. 

     Si él moría su padre sería infeliz, ya que él se lo había dicho antes, a pesar que estaba actuando de forma estúpida —como usualmente sucede cuando llega tarde a casa—, pero lo dijo. Le susurró al oído que él era la parte más importante en su vida, y que lo protegería del mundo entero si fuera necesario. Que si lo golpeaba a veces, era porque lo quería, y que lo último que deseaba, es que su hijo saliera marica o un completo cobarde. Que su madre era una "ramera", a pesar que Derick no entendía qué significaba esa palabra, pero su padre lo decía tan a menudo en sus conversaciones tan extrañas, que empezó a usar esa palabra con más frecuencia en la escuela, a espaldas de la maestra, por su puesto, como le había enseñado su padre. "Si vas a hacer algo malo, pero necesario, hijo... hazlo sin que nadie se entere."  

     Había una compañera en aquella escuela que también le había dicho que lo quería, al igual que en las casas donde lo acogían por meses cuando mamá no podía cuidarlo, o su maestra cuando le ayudaba con algo difícil, y su abuela sobre todo, cada que él la iba a visitar a aquel edificio con un montó de gente arrugada. Es decir, si moría él, haría muy infeliz a mucha gente. Pero entonces... ¿Cuál era la solución para los problemas de su madre?  

     "Tal vez yo no debería ser el que deba morir.", pensó. Rememoró entonces al perro que todos los días le echaba el bote de basura al suelo, y hacía un completo desastre con él. Su madre siempre lo botaba a patadas, pero él siempre volvía. Así que Derick se hizo cargo, y cortó al fastidioso perro por la mitad. Jamás vio a su madre tan feliz, al menos no tanto como cuando vienen sus amigos a la casa y la follan. Esa palabra la aprendió de Steve, cuando su madre estaba en el baño y se quedó a solas con él. "¡Hey, niño! Pero qué rico que folla tu madre, ¡Eh!", le había comentado. Y obvio que Derick preguntó, y Steve sin pelos en la lengua le explicó al crío que qué era follar, y que sus padres debían hacerlo todo el tiempo. Que a su madre le gustaba, que la hacía feliz cuando la ataba a la cama para que Steve hiciera lo que quisiera con ella. Que cualquier persona sería la más afortunada del mundo si muriera follando.  

     Derick empezó a tomar notas. A su madre le gustaba follar y que la ataran. También le gustaba cortarse, como aquella vez que se metió al baño luego de pelear con papá e intentó cortarse los brazos. Cuando regresó del hospital le dijo a Derick que si lo hizo, fue porque quiso... El resto no le interesaba. A Derick solo le llamó la atención esa frase: "Lo hice porque quise...". Por lo tanto, si ella quería hacerlo, era porque le gustaba. También le encantaba provocarse sueño con sus inyecciones. Lo hacía casi todo el tiempo, sobre todo cuando nadie venía a verla y Derick no sabía qué había de cenar. Ya la había encontrado muchas veces con una jeringa en el brazo al entrar en su habitación para preguntarle sobre la comida.  

     Anotó todo aquello en una hoja de su cuaderno de matemáticas. Era su curso favorito, así que tenía la libreta a mano. Escribió los pro y los contra acerca de la muerte de su madre, nuevamente, ya que lo había pensado con antelación, pero al parecer a todos les parecía inapropiado. Y con todos se refería a sus dos psicólogos y a aquella policía, que lo oían pero no le creían. Y él pensaba sin dudarlo, que la muerte de su madre era lo mejor que podía hacer por ella. Era un castigo y un premio al mismo tiempo. Un castigo por lo mal que se había portado, no solo con Derick todos aquellos años, sino también con su padre y sus amigos. Y un premio, porque una vez más, no encontraba "contras" en su lista. Así que estaba decidido. Cuando llegara su madre, le esperaba una sorpresa.  




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