El Devorador de Lágrimas

15

     —Bien. Hoy es tres de abril del dos mil dieciocho. En esta sala estamos el sospechoso principal en la desaparición de Ariana Torres; Michael Patton, y quien les habla y anfitrión durante toda la grabación; el profesor en psicología clínica en la especialidad sobre los trastornos en la conducta humana; Vincent Holland. —El profesor carraspeo un segundo para aclarar su voz—. Empezaremos con la verificación de la identidad del paciente. Por favor, di fuerte y claro tu nombre completo, tu edad y tu estatus académico.

     —Eh... Michael Patton. Tengo dieciséis años, y soy estudiante en la High School de Dells.

     —Muy bien Michael. Por petición del juzgado tendremos esta entrevista para descartar cualquier trastorno psicopatológico en tu mente.

     —Entonces me hacen pasar por esto porque creen que estoy loco, no porque creen que rapté a Ariana.

     —Bueno Michael, ponte en el lugar de los padres de la señorita. Fuiste la última persona en verla con vida. Es natural que desconfíen en el chico con el que pudo haber pasado la noche. Además que ambos dicen no conocer de tu existencia, y no eres el único pasando por esto.

     —Conocí a Ariana un día antes. Tuve mala suerte. —Se quejó Patton, que había adoptado una postura recta con los brazos cruzados encima de su pecho.

     —La familia no te acusa de retener a Ariana contra su voluntad, ellos solo piensan que es probable que la hayas ayudado a escapar. ¿Qué tienes que decir sobre ello?

     —Que no tengo ni idea de lo que están hablando. Ariana se quejaba del comportamiento de sus padres, y de cómo la trataban. No la culpo que haya querido escapar de esa madriguera. —Patton ladeó el rostro—. Por curiosidad, ¿Quiénes son los otros?

     —¿Disculpa? ¿Cuáles otros?

     —Los otros que también están pasando por esto.

     —Legalmente no puedo hablar sobre ello. —Holland señaló la videocámara que tenía al costado.

     —Es un alivio que solo grabe en un dirección. ¿Verdad? —Vincent respondió asintiendo con la cabeza y con una gran sonrisa en el rostro—. Entonces... ¿Por casualidad una de esas personas será Corie Cobrun?

     —No puedo afirmar eso —afirmó con la cabeza Holland, aprovechando que la cámara no le estaba apuntando—. Pero me parece que ella también está en serios problemas. Al igual que a ti, la familia la señala como instigadora para abandonar su hogar.

     —¿Y nadie los está señalando a ellos? ¿No se dan cuenta que son ellos los verdaderos responsables?

     —Interesante... —Holland levantó su portafolio y lo colocó encima de la mesa—. Cuéntame Michael, ¿Cómo describirías la relación que llevas con tu padre?

     —¿La relación con mi padre? —bufó Patton, pensando bien lo que debía decir—. No somos muy unidos. Desde la muerte de mi madre, sé que él está allí para mí, aunque nunca esté cerca. ¿Me entiende?

     —Perfectamente —sonrió Holland—. Cuéntame también sobre ello. ¿Extrañas a tu madre, Michael?

     —¿Extrañarla? —Vincent notó un insignificante gesto en la boca de Michael justo después de hablar. Un gesto que revelaba asco—. Supongo... Murió cuando era muy pequeño, así que prácticamente me acostumbré a vivir sin una.

     —¿Jamás tuviste la necesidad de un abrazo materno? ¿De un consejo femenino?

     —No en realidad. —El psicólogo notó que estaba mintiendo. Tal vez ya iba siendo hora de averiguar el por qué.

     —Michael, ¿Podrías describir el momento más feliz que recuerdes de tu infancia?

     —Yo... Recuerdo una vez que salí con mis padres de picnic. Mi papá... Él me mostró cómo cazar. No me dio el arma, porque tenía seis, pero me enseñó la teoría. Y mi madre, pues ella hizo la comida. 

     —Pensé que no recordabas mucho acerca de tu madre.

     —No mucho... recuerdo lo bueno. ¿En serio tengo que hablar de ella?

     —No es necesario, Michael. No estamos en terapia. —Holland sabía que allí había un rencor latente, pero la sesión tenía un fin, y no era ayudar al testigo con sus problemas en sus prematuros años de vida. Por otro lado, era evidente la falta de aprecio —y tal vez de respeto— hacia cualquier adulto que sea padre. Para Holland, aquel muchacho encajaba con lo que lo estaban acusando.

     —Gracias.

     —Me gustaría que dibujes algo para mí. —El psicólogo abrió su portafolio y sacó una hoja de papel y un bolígrafo de tinta negra, que avanzó hasta el alcance de Michael.

     —¿En serio, profesor? ¿Quiere que dibuje?

     —Y tómate tu tiempo. Dibuja, por favor, a tu familia.

     —¿A qué se refiere? ¿A mi familia o a las personas a las que considero mi familia?

     —Eres observador —sonrió nuevamente el psicólogo—. Puedes tomar una libre interpretación de la palabra. Sorpréndeme.

     La sesión duró unos cuarenta minutos alrededor. Entre dibujos, paletas y cartas. Un estudio rápido e impreciso acerca de la superficie de la personalidad de Patton. Holland estuvo totalmente en desacuerdo cuando le ofrecieron el trabajo, pero Mondy no confiaba en nadie más para hacerlo, y por su puesto, estaba la tentadora proposición de estudiar a un posible sociópata o psicópata. Al final, el estudio no arrojó los resultados que Mondy esperaba.  

     —¿Entonces no tiene tendencias psicópatas?

     —El chico es bastante tímido para expresar lo que siente. Se oculta bajo una gran barrera que protege su zona de confort. Pero también tiene un desligue considerable con cualquier muestra de autoridad, así que sí es posible que haya ayudado a escapara a la señorita Torres.

     —Pero, ¿Ni siquiera un poquito? —insistía Mondy—. Es decir... Cuando hablé con él creí que... No tiene sentido.

     —A no ser que hayas hablado con otra persona, aquel muchacho no me parece para nada como me lo describiste.

     —Déjame ver el vídeo.

     En el vídeo Patton se comportaba como cualquier adolescente problemático, con inconvenientes paternales y berrinches de edad, mostrando la rebeldía que florece luego de superar la pubertad. Un Michael Patton completamente distinto al que Mondy recordaba.  




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