El Día

IX

Ella se me quedó mirando como si indagara más allá de mi mirada.

— Estás tan equivocada muchacha —expresó mi tía con cierto hastío— no te das cuenta de lo que tienes para que lo aprecies. Da gracias por ello.

— ¿Y qué tengo de bueno? —aburrida de aquello.

— Hija no esperes a que te sea quitado para que lo valores —suspiró— tu familia está contigo, está viva, te imaginas que uno se vaya de este mundo, se enferme o accidente, que Dios no permita ninguna.

Cuando habló eso mis ojos se abrieron y me dolía el pecho con solo pensar en tales palabras. Sin querer mis pensamientos se revolvieron y cavilé en ello, al hacerlo supe que mi tía Clara tenía razón, no me enteré cómo, pero lágrimas salieron de mis ojos.

— Tiene razón, en eso soy muy afortunada.

— Claro que sí, agradece siempre por ello. Además, trata de disfrutarlos, pasa tiempo con tus seres queridos, porque cuando no estén no te arrepentirás por no haberlo hecho.

— Sí lo haré tía —expresé sollozando— pero es que cada día me siento estresada, no dispongo de mucho tiempo y por lo cual me mantengo amargada. Eso hace que me retire, para no darles una mala razón y desquitarme con ellos.

— Eso no debe de ser así. ¿Por qué te mantienes con ese humor?

— A como le dije el trabajo, los estudios, mis cosas, me estreso… a veces me dan ganas de arrancarme los cabellos.

— Hija, no te afanes, para todo hay tiempo, solo tienes que aprender a distribuirlo.

— Es tan fácil decirlo.

Mi tía me quedó mirando, un momento de silencio se formó, luego le vi respirar profundo, me tomó una mano.

— Te haré unas preguntas y tú me las respondes con toda sinceridad… ¿De acuerdo?

— Sí.

— A ver hija ¿Por qué estás trabajando?

— Porque quiero ayudar a mis padres, pagar mis estudios y mis cosas.

— Ok. ¿Por qué estudias?

— Para ser una mejor persona, es decir, profesionalizarme y aportar algo bueno a la sociedad —vi que ella me miraba con expresión que me decía continúa— usted sabe tía que al tener las personas un nivel bajo de escolaridad afecta al desarrollo del país, y el de uno mismo, al menos eso pienso yo.

—  Ajá. ¿Te gusta la carrera que elegiste?

— Sí.

— ¿Por qué?

— Creo que “finanzas”, es una estupenda carrera, ya que te permite tener conocimientos de… de… como administrar el dinero, saber cómo hacer que los egresos no superen los ingresos, como manipular tu capital o pago de forma adecuada y no pretender exceder estos, esto no solo a nivel familiar, empresa, sino a niveles mayores como país e incluso global. Sabe que gracias a mis estudios y trabajo con mi sueldo a pesar de que es pequeño cubro las principales necesidades y llego con algo de efectivo a final de quincena, hasta tengo ahorros.

— Qué bueno ¿entonces piensas continuarlos?

— Claro que sí.

— ¿Por qué?

— Para tener un mejor empleo que me permita un mejor estilo de vida.

— ¿De qué trabajas?

— Soy asistente financiera.

— ¡Ah! .... ¿Eso te ha ayudado en tus estudios?

— Sí, porque pongo en práctica la teoría, otras veces las aprendo primero en la empresa o ya tengo nociones con mi trabajo, así que le entiendo con más facilidad, aunque hay algunas cosas que no claro.

— Ah ya… Y tú jefe es la que te exige y critica mucho ¿verdad?

— Ay sí —con desagrado.

— Pero… ¿Cuándo hace eso hace que a la siguiente lo realices mejor?

— Ah claro, cada vez lo hago más detallado lo que me pide, sino le entiendo bien, veo tutoriales y si aún no lo sé le pregunto, aunque asusta por su carácter. Además, cuando me equivoco y ella me regaña, a la próxima lo hago con más cuidado para tratar de no volverlo a hacer mal.

— ¿Entonces eso te ha permitido mejorar?

— Pues sí.

— Bien, con todo lo que me has dicho, que te gusta tu carrera, que tu trabajo te permite pagar tus estudios, ayudar a tus padres, tus cosas, aprendes más…. En fin… piensa que solo cosas buenas me has dicho. Hasta con la gritona de tu jefe, eso te hace mejorar en el desempeño —yo estaba asombrada con lo que me decía mi tía— para que veas que hasta de lo malo que nos parece sacamos algo bueno. Quiero que medites en todo lo que acabamos de hablar, analízalo y saca tus propias conclusiones… te dejo para que lo hagas… en la tarde volvemos a conversar para que me cuentes.

Se levantó y se dirigió al patio trasero donde estaba el resto de mi familia platicando alegremente. Dejé que mi cuerpo reposara totalmente en la hamaca cavilando en la plática reciente. Era cierto todo lo que dije que me pasaba, como también solo lo miraba con fastidio. No tenía que meditar mucho en ello, sabía a qué conclusión me llevaba todo aquello. Es increíble cuando te das cuenta de que la respuesta que buscabas para despejar tu mente y frustraciones están tan cerca de ti, ya que en ti mismo están las respuestas, pero a veces somos tan monótonos que no lo vemos y nos encerramos tras una pared de pesimismo y amargura, donde lo único que provocamos es mal para nosotros y los que nos rodean por nuestro carácter acerbo. Aquella conversación me permitió decir todo aquello en que persistía en ignorar por mi propio afán, sumándose a eso los uno y mil problemas por los que se pasan, pero en definitiva eso no era excusa para no percatarse de lo bueno.



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En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

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