El Día

XIII

Me logré zafar de Lisa por toda la semana, cuando llegué a casa por la tarde el sábado me tumbé en la hamaca con una sonrisa al recordar la escena…

Iba saliendo de la empresa cuando a lo lejos escuché la voz de Narváez que se acercaba hacia mí, sabía que era lo que quería así que me eché casi a correr, escuché que ella igual, como si mi vida dependiera de ello, observé que el bus se detenía en la parada, para que no me dejara y Lisa no me alcanzara comencé a correr (literalmente), escuché como otros pasos lo hacían también, llegué a abordar cuando la ruta empezaba a arrancar (peligroso, pero no sé por qué era tanto el nervio a la plática que Lisa quería hacer), el chofer al estar arriba me vio con cara de reproche, pero no me fijé, cuando me acomodé vi a lo lejos como Lisa se quedó en la parada observando al transporte alejarse.

Al analizar lo que me ocurría me dejaba intrigada, pero no quería ofuscarme por eso así que me levanté y me fui a buscar cómo ayudar a mamá.

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Ya el domingo, notamos que Camila estaba un poco mejor, eso nos alegró verle más tranquila, como era el último año trabajamos en un proyecto que sería nuestro trabajo para los módulos para titulación, además de todo las tareas, trabajos, exámenes, sistemáticos y todo lo que implican las clases, cuando nos dimos cuenta no nos dio tiempo de almorzar por lo que solo nos comimos un paquetito de galleta, cuando a las cuatro salimos íbamos con un hambre, cada cual salió como loca a buscar o su casa o un lugar para comer.

En tanto me dirigía a la parada iba pensando en el trayecto, sabía que me demoraría más de una hora en llegar hasta mi casa —para esas instancias ya me habré desmayado del hambre— pensé —necesito ir algún sitio y comer— revisé en mi bolso y saqué una menta, al estar con hambre pensé en mi aliento —no quiero matar a alguien— pensé graciosa ante la mentalidad — demasiado dramatismo—. Busqué con la vista un bote de basura para tirar la cajita donde venía la menta, en una de las empresas de la avenida principal había una empresa de venta de aparatos tecnológicos, cerca había un bote, me encaminé hasta ahí, al depositar la basura observé que Mairena salía de aquel lugar —¡oh por Dios, solo eso me faltaba! — me dije.

Hice como si no le hubiese visto y avancé…

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“<< ¿Galiano? Me percaté que se dirigía a la parada, no sé por qué, pero esa chica me llama la atención, es raro —en serio es raro, ¿a tu edad con eso? — me habla mi conciencia, pues debía admitir la joven me gustaba, no era igual a las demás que había conocido, era seria, en ciertas ocasiones risueña y bueno, no le conozco muy bien>>. Pensaba Mairena al observar que Karina se alejaba.

Un impulso hizo que le siguiera —¿qué haces Mairena si tu carro está aparcado frente a la compañía? — se preguntó el hombre que caminaba tras la joven.”

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Escuché unos pasos tras de mí por lo que me dio curiosidad, pero algo en mí me decía quién podía ser y eso me asustó, por lo que decidí seguir avanzando, pero sentía como mis pies se tornaban como pesados de los mismos nervios que percibí emergían. En un determinado momento escuché su voz.

— Ka… Galiano.

Al escuchar esa voz y confirmar quien era cerré los ojos y deseé desaparecer, la avenida llena de carros estaba a nuestra derecha en tanto los edificios a nuestra izquierda, el día era soleado de muy buen aspecto. Sin nada más que hacer volteé sin dejar de caminar, observé como el apuró el paso, no había más que hacer me detuve.

— Galiano… disculpe la persecución —dijo por lo que me le quedé viendo— ehm… sí la seguí por casi dos cuadras —soltó <es en serio, ¿dos tontas cuadras? Sentí que fue un kilómetro>.

— Descuide, ehm… ¿me quería decir algo?

— Bueno… bueno… yo… yo… sigo en el gran favor que me hizo con la devolución de la tarjeta.

— No fue nada, ya le dije, descuide… es lo que cualquier ser humano hubiese hecho.

— No todos, se lo aseguro… —lo quedé viendo con una ceja alzada por lo que vi por unos microsegundos una sonrisa— bueno, yo quería agradecerle invitándole a un café —esa propuesta me extrañó— no mal interprete por favor mi invitación, muy bien sé que usted las rechaza todas —mi mente viajó al pasado y recordé, no sé cómo, pero el varias veces fue espectador en los rechazos hacia García— pero solo pretendía agradecerle por lo que para mí fue un gran gesto.

Estaba con mi estómago que rugía, no sabía qué hacer…

— Y… ¿dónde queda la cafetería? —pregunté, esta vez noté un cambio en su rostro, se le suavizó.

— Aquí a dos cuadras… bueno ahora casi cuatro hay una cafetería, ahí estaría bien.

El lugar es cerca, no creo que pretenda algo malo… —¿en qué estoy pensando? Él no se ve así.

— Sí, claro.

— Bien, vamos.

Caminamos en dirección opuesta, al llegar a la cafetería pedimos una mesa, el lugar era acogedor, casi todo era blanco por lo que las plantas en unas masetas como forma de decoración hacían que su color verde fuese muy vistoso, una joven nos llegó a atender, él pidió un café y un trozo de torta de limón y yo un cappuccino y un trozo de torta de chocolate. La chica se alejó con nuestra orden. No hallaba qué hacer en esa situación, no sabía en qué rayos me había metido.



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En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

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