El Día

XV

Mi vida siguió como si nada, mi trabajo, lo normal, trabajé arduamente, mi jefe parecía que aprobaba todo lo que hacía, eso me satisfacía, aun cuando me regañaba que para entonces era pocas veces ya no me amargaba la vida.

Notaba como mi vida mejoraba, eso me traía más tranquilidad, me alegraba descubrir mi avance.

La hora de almuerzo estaba por llegar, faltaban apenas unos minutos cuando Guillermo se plantó frente a mi escritorio.

— Hola, Karina.

— Hola, dígame licenciado ¿en qué puedo ayudarle?

— Bueno, ya estamos por salir y la verdad lo que venía era a invitarte a almorzar.

— Gracias, pero almorzaré con Lisa —dije aun viendo la pantalla del computador estilo Digna mi jefe.

— Mmmm… sí, claro ustedes siempre andan juntas. Entonces vamos los tres, no hay problema.

— No, gracias.

— Por favor, no sea así.

— Disculpe, pero no gracias.

— Vamos, niña, no es un secreto que me llamas la atención —soltó el hombre— dame la oportunidad de conocernos.

Lo observé seria, pero también había visto cuando Lisa llegó para alcanzar a escuchar el comentario de su jefe, noté como su rostro se ensombrecía, eso me confirmaba más sus sentimientos hacia ese hombre que no me agradaba nada. Me sentí muy mal verle así, ahí en el umbral con el rostro entristecido.

— No, gracias —volteé— ¿nos vamos Lisa?

— Sí, claro.

— Lisa, ayúdame a convencerla de que acepte la invitación, le dije que fuéramos los tres, pero no quiere.

— Le diga lo que le diga, jefe, ella no cambia de opinión. Disculpe.

El hombre salió tras nosotras caminamos rápido, queríamos alejarnos de él, en un susurro casi imperceptible le dije a Lisa que buscáramos la mesa muy pequeña, exclusivas para dos personas. No sé si fue cosa de buena suerte, pero cogimos una, el hombre que iba presuroso tras nosotras se quedó en el umbral observándonos en aquella mesa. Logramos ver de reojo como un camarero se le acercaba ofreciendo servicio, pero el negó girando en redondo.

Cuando nos percatamos que ya debería ir lejos empezamos a reír. El plato del día nos fue servido.

— ¿Por qué no me habías dicho? —pregunté directamente.

— ¿A qué te refieres?

— Ya sabes —dije viéndole directo, noté como se sonrojó.

— No es…

— No me mientas.

Ella se me quedó mirando hasta que agachó la vista a su plato.

— Bueno, él está interesado en ti, él no me determina, nunca lo ha hecho.

— Descuida, la verdad no sé qué te gustará, pero no le pongas importancia, es que él no te merece.

— Karina debo confesarte que desde que llegué a la empresa Guillermo me llamó la atención, pero yo me di cuenta de inmediato que yo a él no, todos esos romances nuevos no sirvieron de nada.

La quedé observando con fijeza.

— Sí, Karina, tú varias veces me dijiste que me diera la oportunidad después de mi pasado, la verdad que lo pensé, pero…

— Era con él y no hay nada.

— Así es —con la vista triste, luego de unos momentos se le iluminó— bueno quizás con alguien o mejor dicho alguien en específico sí puede que me lo saque, preséntame al de ojos de hielo —soltó riendo— bueno lo peor es lo que te dije a ese tampoco le importo podría ponérmele en bikini y él nada.

Solté a reír ante la ocurrencia.

— Este fin estuvo en mi casa.

— ¿Cómo?

— Sí.

— Cuenta, cuenta.

— Bien, anteriormente nos habíamos visto ocasionalmente, me hizo unas invitaciones al principio no quería comer con él, pero acepté, la primera fue una cafetería, pero no dejé que pagara por mi consumo, la segunda fue en el centro comercial y pues ahí el sí pagó y bueno el viernes me mensajeó y…

Le conté lo ocurrido, claro no con pelos y señales, pero sí le conté. Lisa escuchaba con la boca abierta, parecía un depredador asechando a la presa sin dejar que ningún momento se le escape.

— Ahí hay más que una simple amistad como tú lo pintas —soltó Narváez.

— Claro que no.

— No te engañes, Karina, y cómo te dije él también gusta de ti, ya verás que todo se irá desenvolviendo y terminarán juntos o una relación por lo menos.

Fruncí el entrecejo, para mí todo aquello eran disparates, pagamos la cuenta por lo que nos pusimos puestas en viaje. Pronto estuve devuelta en la oficina cumpliendo con mis funciones.

A la hora de salida me encontré con Guillermo, el hombre me reparó con el rostro serio, se notaba que lo del almuerzo no le sentó nada bien, luego se me acercó.

— Me dejaron de lado hoy —dijo.

— ¿Qué? —con el entrecejo fruncido.

— Sí, Karina, las seguí por lo que no me aceptó la invitación y apropósito se sentaron en esa mesa, no me dejaron almorzar.




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