El Día

XIX

Lisa estaba con el semblante helado, no contestaba a mi pregunta, pero quizás sus palabras no eran necesarias, su viva expresión respondía.

— ¿Y ahora qué hago? —soltó en un hilo de voz.

— Decirle al involucrado.

— Él me pidió que me cuidara, se va a enojar —empezó a caminar en círculos en el baño como un animal enjaulado— ¿Por qué soy tan estúpida? Debí cuidarme mejor, esto antes no había pasado. Me dejé llevar… maldita sea.

— Cálmate, alterándote no solucionarás nada, ya son las una y quince, debemos volver al trabajo… a la hora de salida pensaremos en una solución.

— Sí, claro.

Salimos del baño directo a nuestros puestos de trabajo. ¡Pero qué paseada más grande la de Lisa! Pero bueno no es para que ahora se ponga así, ella conocía las consecuencias. Trabajé arduamente durante horas y horas, en la tarde Narváez me esperaba en la salida. Nos fuimos a buscar un helado para conversar más tranquilas ante la situación.

Lisa se notaba inquieta sin ninguna tranquilidad, ojalá y eso lo hubiese pensado antes. Se metió una gran cantidad de helado a la boca para luego hacer un puchero.

— La vida no me quiere —inquirió.

— ¿Por qué dices eso?

— Porque sí, mírame preñada…

— Pero eso no es culpa de la vida, es de tu imprudencia y malas decisiones.

— Deja de regañarme, se supone que viniste a ayudarme.

— Claro que sí, pero tampoco es para escuchar tus tonterías, porque algo claro he amiga, hay que aceptar los errores que se cometen.

— Dale, dale, está bien yo fui la bruta que metí las de caminar.

Me la quedé mirando, era tan terca y obstinada, bueno esa era mi amiga la de contabilidad. Estuvimos ahí una hora, pero yo estaba convencida que lo correcto era hacer enterar al otro implicado.

— Karina es que yo no puedo hacer eso.

— Pero ¿por qué no? No lo hiciste sola… además de ser yo Guillermo no te perdonaría no hacérmelo saber.

— ¿Tú crees?

— Claro que sí.

Se quedó pensativa, eso me alegró pues lo estaba considerando.

— Tienes razón… mañana se lo diré.

— Así me gusta.

Ն•

Llegué a mi casa, cenamos en familia, pero yo no podía dejar de pensar en el asunto de mi amiga. Al terminar la cena, me fui a lavar los dientes, me puse un pijama y me tendí en la cama. Estando casi por cerrar mis ojos me acordé de Misael, inmediatamente empecé a buscar mi pantalón para tomar mi celular, sabía que no lo había sacado del bolsillo, lo vi en una silla doblado, me bajé, tomé el pantalón extrayendo de la bolsa el móvil; regresé a mi cama tumbándome boca arriba, la claridad de la pantalla me iluminó el rostro, sonreí pues vi su mensaje, lo abrí para leerlo:

Misael

Hola, cariño

Espero que tu día haya estado muy bien, que tengas buenas noches.

 

Sonreí como una boba al leerlo, me acomodé mejor en mi posición para responderle.

Karina

Me fue muy bien gracias…

Espero que a ti te haya ido muy bien también.

Buenas noches.

 

Puse el teléfono-celular en la mesita junto a mi cama, me acomodé de una forma cómoda, para sumirme en profundo sueño.

Ն•

Al día siguiente al mediodía vi a Lisa irse con Guillermo, sabía que durante el almuerzo ella le daría la noticia, esperaba que todo le resultara bien…

Ya en la tarde me sentía sumamente cansada deseaba ir a mi casa ducharme para luego tenderme en mi cama para perder la noción de mi alrededor pudiendo gozar las delicias de dormir y de soñar cosas placenteras. Cuando estuve cerca de la puerta lista para salir y tomar un taxi, un brazo me jaló arrastrándome lejos de mi propósito; Lisa era quien me tomó del brazo, seguro tendría mucho que contar, no era lo que me apetecía, pero era mi amiga y debía de apoyar y ayudarle.

Llegamos a un restaurante donde servían toda clase de pupusas, entramos, yo no pude resistirme de pedir un par, unas revueltas y otra de queso, junto a un refresco de cola.

La observé con la vista encandilada lo que me asustó un poco, generándome preocupación.

— ¿Ocurre algo malo? —pregunté observándola fijamente, temiendo que me diese una mala noticia.

— No lo sé —murmuró.

— ¿Quieres contarme?

— Creo que sí.

— Bien… adelante.

— Bueno pasó así: …

El restaurante acostumbrado, el camarero se nos acercó sonriendo, nos tomó la orden y se alejó con discreción —contaba Lisa— el todo cariñoso me tomó de la mano para depositar un suave beso regalándome una sonrisa, esas que tanto me enloquecen.



#42925 en Novela romántica
#28097 en Otros

En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.