Dos años se fueron volando como espuma, el pequeño Israel tenía más de dos añitos, Camila tenía una bella niña de nombre Isabella y esperaba un segundo con tres meses de gestación. Ximena no quería hijos por el momento y yo tampoco, aunque notaba que mi esposo sí los quería, Lisa me comentaba que ya estaban buscándole hermano a su pequeño terremoto.
— ¿Y no quedaste asustada con Israel? —le pregunté, estábamos en el centro comercial junto a mis amigas de universidad comiendo pizza, ahora éramos un grupo de amigas en común.
— No, para nada, además tampoco es que quiera una docena, desde muy joven me dije que quería tres pequeños.
— ¿Tres? —preguntó Ximena con espanto— sí que tienes valor, los hijos son un desgaste total, mejor si quiero cargar uno se los presto a ustedes y cuando este de necio se los devuelvo.
— No exageres.
— ¿Y tú cuando piensas tener uno? —me preguntó Camila.
— No sé, pero aún no, quizás en unos años más.
— Cariño ya tienes veintiséis años, en cinco meses cumples los veintisiete.
— Pues sí, pero aún no me siento lista para un hijo —musité pensativa.
— Sin embargo, ¿qué opina Misael?
— No lo sé, él no me dice nada.
— Yo creo que, él sí quiere ser papá, recuerda que es mayor que tú —soltó Lisa— yo veo como carga a Israel y como te mira a ti cuando lo haces tú.
— Puede ser, pero el respeta mi decisión. Esto es una decisión de pareja, pero todo recaerá más sobre mí, pues sería yo la que me lleve la peor parte —solté— y les agradecería cambiar de tema.
Observé como intercambiaron miradas entre las tres.
Volví a mi hogar, sabía que tenían razón, yo notaba que Misael deseaba ser papá, pero yo aún no me sentía lista. Estaba consiente que cuando me decidiera sería una dura transición ya que eso me decía que debía dejar mi trabajo, ya que quería ser yo la que cuidase de mi hijo en su etapa de bebé, podría retornar luego, pero sería un poco difícil.
Toda la semana me la pasé pensando en el asunto, serían al menos tres años fuera del ramo laboral, pero también, si lo hacía pronto el rango de edad no me afectaría tanto al querer volver a mi oficio. Ya había sentido la sensación de querer ser mamá, es una etapa de toda mujer que debe pasar… pero la idea de dejar mi empleo me hacía pensar.
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Era lunes en la noche, fue un día muy agitado, preparé la cena, algo ligero pues no tenía muchos ánimos. Una hora después, hacia quince minutos que había terminado de preparar la cena, Misael llegó, pasó directo al comedor, se notaba que también había tenido un día estresante. Serví la cena y nos dispusimos a comer.
— ¿Cómo estuvo tu día? —pregunté.
— Pesado… ¿Y el tuyo?
— Igual. Solo termino aquí para caer como un tronco en la cama.
— Estamos iguales.
Al término de la cena me fui a la cocina a lavar los trastes, en tanto Misael sacaba la basura. Llegamos a la cama, sin siquiera cambiarnos caímos en un sueño profundo.
— Mamá, ¿dónde estás? —escuché una infantil voz que me hablaba, no sabía identificar sí era niño o niña— mamita… mamita…
De un salto abrí los ojos la alarma sonaba como loca, extendí la mano hasta callarla, me volví a ver a mi derecha, Mairena aún seguía profundo, me bajé de la cama para ponerme manos a la obra, desperté a mi cónyuge para que también lo hiciese.
Durante todo el día pensé en lo que había soñado —mi subconsciente guardó mucha información de niños— pensé —pero creo que sí es momento de pensar en quedar embarazada.
Así pensando, arrojé mis pastillas de planificar al lavabo, que se fueran por la alcantarilla desintegradas. Había leído que primero se debía de liberar o desintoxicar el cuerpo de esos químicos sin tener nada con la pareja. Busqué la forma en que no se diera, este proceso debería ser por siete meses. Sin embargo, yo no le había comentado nada a mi esposo.
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Un viernes en la noche mi esposo empezó a besarme de manera apasionada, pero yo me alejé.
— ¿No quieres estar conmigo? —preguntó con cierta molestia— llevamos más de un mes así.
— No es eso, Misael. Aunque debo reconocer que soy bruta por no decirte.
— ¿Decirme qué?
— Estoy tratando de limpiarme…
— ¿Limpiarte? ¿Cómo es eso?
— Déjame terminar de hablar ¿de acuerdo?
— Está bien.
— Bien, a lo que me refiero es que no estoy tomando anticonceptivos.
— ¿Se te acabaron?
— No, yo los tiré.
— ¿Por qué?
— Mmmm…. Bueno…. No sé si tú estés de acuerdo, pero creo que es momento de aumentar nuestra familia.
Él se me quedó viendo atónito para luego mostrarme una sonrisa, salió corriendo a mí como un chiquillo plantando sus labios en los míos.