El Día

III

Faltaban tres días para entrar a febrero, cuando mi madre volvió a conversar conmigo. Mi ánimo había vuelto a empeorar, me sentía peor que el año pasado, solo pensaba que no servía para nada. Recuerdo que una tarde de miércoles, me encontraba sentada en una silla de madera, bajo un árbol de mango, tenía los pies recogidos, con la vista vagando; cuando en un determinado momento sentí unos pasos que se acercaban, volví la mirada, pude ver a mi madre acomodar otra silla para sentarse, al hacerlo me miraba a la cara. Yo presentía lo que me iba a decir (pensé que era un regaño común), pero la verdad no esperaba lo que me diría.

 — ¿Otra vez achicopalada?

— Sí. Mamá, nada me sale bien.

— No digas eso.

— Claro que sí. Otra vez todo volvió a fracasar. Creo que debería olvidarme de ir a la universidad.

Al escuchar esas palabras advertí que mi madre se puso seria. Debió indignarse por mi necedad de joven caprichosa, de que quiere las cosas cuando ella dice. La verdad que, aunque tenía diecinueve años mi comportamiento no había madurado nada, parecía tener quince o menos. Vi a mamá mover la cabeza de un lado a otro, negando mi actitud.

— No puedo creer como eres. La forma en la que vez las cosas.

— ¿Cómo? —pregunté.

— Hija las cosas casi nunca salen como uno las espera y quiere; pero el hecho es que uno no tiene por qué darse por vencido. ¡Aún eres joven! Y ¿Quieres darte por vencida?

—No es eso mamá… es que tú has visto que he intentado y no ha dado resultados.

— ¿Y qué? No encontraste trabajo este año ya que, lo hallaras más luego, en casa no te falta la comida. Este año no pudiste entrar a la universidad quizás el otro, pero ¿por qué no estudias algo mientras tanto?

— ¿Qué?

— Podrías sacar un curso o un técnico, en la alcaldía los dan gratis. Ve mañana con tus notas e inscríbete en algo.

— Es cierto, iré… Gracias mamá.

Quiero mucho a mi madre, sé que puedo contar siempre con ella, es una extraordinaria persona, agradezco mucho por ser su hija. Después de la conversación me sentí más relajada; agradecí las palabras dichas por mi progenitora, sabía lo muy ciertas que eran además de la importancia que tenían.

Al día siguiente me desperté a las seis de la mañana, hice lo “rutinario” luego me alisté, al acabar me fui a la alcaldía. Cuando estaba ahí pregunté por el módulo donde ofrecían los cursos técnicos; un hombre joven me dio muy amablemente la ubicación. Llegué, al entrar vi a una muchacha sentada frente a un escritorio, la cual al verme refirió — ¿por estudios? — yo afirmé, me indicó que me sentase y que esperara, transcurrió como una hora, al lugar acudieron varios jóvenes; cuando la cantidad de personas eran alrededor de 20 la joven nos repartió unas páginas, las cuales pedían información personal además de lo que pretendíamos estudiar, la chica pidió que la llenásemos para posteriormente entregárselas. Antes de que esta se retirase yo la llamé:

— Disculpa —expresé tímidamente.

— Dime.

— Aquí puedo ver que ofrecen los cursos diarios y sabatinos.

— Así es.

— Yo quiero optar por dos, uno diario y otro por encuentros, ¿se puede?

— Déjame preguntar y te digo. Espera.

Salió del lugar, mientras tanto yo llenaba la información personal, después de quince minutos vi que se asomó a la puerta y me hizo señas de que me acercase, obedecí, salimos; afuera estaba una señora algo gorda, de ojos oscuros, cabello cenizo, se le calculaban unos cuarenta años.

— ¿Por qué quieres los dos juntos? —preguntó la señora.

— Para aprovechar el tiempo —observé que me miraba con un gesto de interrogación, así que añadí— deseo trabajar para poder costear mis estudios universitarios, el año que viene si es posible, por eso pido estudiarlos así, para anexar conocimientos, ustedes saben lo importante que es.

— ¿Será que puedas con ambos?

— Claro que sí.

— ¡Qué seguridad! —exclamó—bien te los brindaremos, especifica lo que vas a estudiar y cada cual en que turno, de acuerdo.

Asentí, estudiaría operador en microcomputador diario con duración de dos meses y secretariado por encuentros, este último es un técnico con duración de dos años. Pero yo encontraría la forma de encontrar trabajo habiendo cursado un año o casi. A medio día regresé a casa, al entrar me recibió mi madre, nos sentamos juntas, al vernos se nos unió mi padre que ese día estaba ahí, les conté las nuevas lo que les alegró mucho. El secretariado lo iniciaría ese sábado y el de operador el lunes, me encontraba muy contenta, ese día me acosté sin perturbaciones; pero aun así no les presté atención a ese valioso día que había acontecido cosas nuevas, una nueva oportunidad había surgido.

Ն•

Los días pasaban y curiosamente en mi mente se había formado otra rutina. Cuando los dos meses del curso pasaron, opté por entrar a otro, iniciaría a estudiar Excel, este constaba de tres niveles: básico, intermedio y avanzado; en el transcurso del año estudié los tres. Al terminar estos tomé otro esta vez de cajero. Para en noviembre estaba terminando el curso de caja; habiendo aprobado ya el de operador al igual los tres de Excel, contaba con cuatro cartoncillos, me hacía falta un par de semanas para obtener el quinto, casi estaba a la mitad del secretariado. En esta ocasión iba a cambiar de táctica, ya que una de mis compañeras del curso me informó que era un poco más fácil conseguir plaza de empleo a finales de año, así que ese año iría a buscar en las dos últimas semanas de noviembre.



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En el texto hay: felicidad, libro, amor y llanto

Editado: 15.10.2021

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