El Día de la Destrucción

Corre por tu vida

El cielo se partió en líneas de fuego.

Tomás y John lo vieron al mismo tiempo: decenas de misiles nucleares ascendían desde distintos puntos del horizonte, como lanzas encendidas por la desesperación humana. El rugido era sordo, pero el aire temblaba. El juicio había comenzado.

—¡Tenemos que volver al búnker! —gritó John.

El acceso estaba a menos de cien metros. El resto del grupo los esperaba adentro, con la compuerta aún abierta. Elías, Marina, Jack, Cael… todos vulnerables.

Tomás y John corrieron cuesta abajo, entre raíces y rocas, mientras el cielo se llenaba de estelas incandescentes. El suelo vibraba. Las esferas flotaban más bajo, como si observaran el caos con indiferencia.

Y entonces, el rugido.

No del cielo.

De la tierra.

Un tigre emergió de entre los árboles, enorme, con los ojos encendidos por el instinto. Se interpuso entre ellos y el búnker, como si la naturaleza misma se negara a dejarlos pasar.

—¡Atrás! —gritó John, sacando su arma.

El tigre rugió, mostrando los colmillos. John apuntó. Disparó.

Nada.

El arma se atascó.

—¡No! —gritó, golpeándola.

El tigre saltó.

Tomás intentó esquivarlo, pero cayó por un rebadizo, rodando entre piedras y ramas. El animal lo siguió, rugiendo con furia. Tomás se levantó, sangrando del brazo, pero el tigre ya estaba sobre él.

Y entonces, el disparo.

John, desde arriba, logró liberar el arma. Disparó justo cuando el tigre abría las fauces. El proyectil impactó en el cuello. El animal cayó, retorciéndose, hasta quedar inmóvil.

—¡Tomás! —gritó John, descendiendo.

Lo ayudó a subir, tirando de él con fuerza. El suelo temblaba. El cielo rugía. Los misiles estaban por alcanzar su punto de descenso.

—¡Vamos! ¡Ya! —gritó John.

Corrieron los últimos metros. El búnker estaba abierto. Jack los esperaba con la mano en el panel de cierre.

—¡Entren!

Tomás y John se lanzaron dentro. Jack activó el cierre. La compuerta descendió lentamente, como si dudara.

Y justo cuando se cerró por completo…

El primer impacto.

El mundo rugió.

La tierra se sacudió como si llorara.

Y el juicio cayó.




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