El último impacto retumbó como un eco de juicio final.
Las paredes del búnker vibraron una vez más, pero no cedieron. El polvo cayó del techo. Las luces parpadearon. Luego… silencio.
John, Tomás y Mike descendieron al primer nivel, donde el resto del grupo los esperaba. El aire estaba cargado de tensión. Nadie hablaba. Nadie se movía. Solo se escuchaba el zumbido débil de los sistemas intentando estabilizarse.
Elías corrió hacia su padre.
—¡Papá! —gritó, abrazándolo con fuerza, temblando.
Tomás lo sostuvo, cerrando los ojos. El llanto de Elías no era solo miedo. Era el peso de haber sentido el mundo romperse.
Marina estaba recostada en la camilla, con la mirada perdida. Jack y Cael estaban junto a la consola principal, revisando los sistemas. John se apoyó contra la pared, exhausto. Mike dejó caer su mochila y se sentó en el suelo, jadeando.
—¿Ya terminó? —preguntó Jack.
Cael revisó los monitores. Las señales externas estaban muertas. No había satélites. No había red. Solo interferencia.
—No lo sé —respondió—. Pero no hay nuevos impactos. Al menos por ahora.
Mike se levantó, observando las paredes del búnker, tocando el blindaje con la palma abierta.
—Esto… esto aguantó más de lo que pensé. No está diseñado para una guerra nuclear. Pero sigue en pie.
John asintió.
—Lo construí con lo mejor que tenía. Pero ni siquiera yo sabía si resistiría esto.
Tomás se sentó junto a Elías, aún abrazándolo.
—¿Y ahora qué?
La pregunta quedó flotando en el aire.
Jack se giró hacia los demás.
—¿Cuánto tiempo podemos sobrevivir aquí?
Cael abrió el panel de logística. Revisó los niveles de agua, alimentos, energía.
—Tenemos provisiones para seis personas durante 12 meses. Si racionamos, podemos extenderlo a 15 meses. Pero si el planeta está colapsando… no hay garantía de que podamos salir.
Mike se acercó a la consola secundaria.
—Y si el sistema de oxígeno falla, no importa cuánta comida tengamos.
Marina habló por primera vez.
—¿Y el tercer nivel?
Todos la miraron.
Tomás se levantó lentamente.
—Lucía me dijo que lo que hay abajo no es para detener el apagón. Es para sobrevivirlo.
John se acercó.
—Entonces es hora de descubrirlo.
Elías se levantó, aún temblando.
—Está llamando. Lo escucho.
Y mientras el mundo afuera se apagaba, el núcleo abajo comenzaba a encenderse.