El Día de la Destrucción

Lo que nunca contó

El primer nivel estaba en silencio.

Las luces tenues proyectaban sombras suaves sobre las paredes, y el zumbido del núcleo en el tercer nivel apenas se percibía como un eco lejano. Marina y Mike caminaban sin rumbo por el pasillo técnico, como si el silencio los invitara a hablar de lo que nunca se dice.

—Gracias por contarme lo de tus padres —dijo Marina, deteniéndose junto a una consola apagada—. No debe ser fácil.

Mike se encogió de hombros.

—No lo es. Pero ya no duele como antes. Solo… pesa.

Marina bajó la mirada.

—Yo también llevo algo que pesa.

Mike la miró, atento.

—Fui huérfana —dijo ella, con voz baja—. Nunca conocí a mis padres. Me criaron en un orfanato del estado. No era cruel, pero tampoco era hogar. Aprendí a sobrevivir sin esperar cariño. Sin esperar nada.

Mike no interrumpió.

—A los catorce me escapé. Viví en la calle. Dormía en estaciones, comía lo que podía. Pero siempre tuve facilidad para entender cosas… patrones, sistemas. Un bibliotecario me dejó quedarme en una sala de lectura. Me enseñó a leer código. Me dio libros. Me dio… dirección.

Las lágrimas comenzaron a brotar, lentas, como si no quisieran interrumpir su voz.

—A los veinte, una organización me reclutó. Me entrenaron para trabajar en entornos cerrados, sistemas críticos. Me dijeron que algún día… mi conocimiento salvaría vidas.

Mike se acercó. No dijo nada. Solo la abrazó.

Ella no se resistió.

El abrazo fue firme, cálido, largo. Marina apoyó la cabeza en su pecho. Mike la besó en la mejilla. No fue casual. Fue intenso. Con ganas de algo más. Pero contenido. Respetuoso. Doloroso.

—Gracias por confiar en mí —susurró él.

Marina cerró los ojos.

Y entonces, se escucharon pasos suaves.

—¿Marina? —dijo una voz pequeña.

Era Elías.

Subía desde el segundo nivel, con una manta en los brazos. Sus ojos estaban abiertos, pero cansados.

—No podía dormir ¿Puedes hacerme compañía? —dijo

Marina se separó de Mike con delicadeza. Se agachó junto a Elías.

—Claro que sí, pequeño. Vamos a dormir.

Mike se quedó de pie, mirando la escena.

La tensión no se rompió.

Solo se transformó.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.