El Día de la Destrucción

La cuenta regresiva

Tiempo restante: 00 horas, 03 minutos.

El silencio en el segundo nivel era absoluto.

Todos estaban reunidos.

Tomás y John vestían trajes de protección, reforzados con filtros y sensores. Por si al otro lado de la puerta… aún quedaba radiación. Jack ajustaba las cámaras en sus cascos, configurando los ángulos, probando la transmisión interna.

—El momento ha llegado —dijo John, con voz firme.

Cael revisó el panel.

—Faltan dos minutos.

Mike se apoyó en la baranda, aún con la pierna vendada, pero de pie. Marina se acercó a Elías, que sostenía el avión de papel como si fuera un talismán. Jack se colocó junto a Cael, sin hablar.

Tomás y John bajaron al tercer nivel.

La puerta estaba allí.

Fría.

Silenciosa.

Esperando.

El núcleo había dejado de pulsar. El contador había desaparecido. Solo quedaba una línea:

Autorización concedida. Apertura en curso.

Tomás se colocó frente al panel de apertura.

John se ubicó a su lado.

—¿Listo? —preguntó.

—Nunca lo estuve —respondió Tomás—. Pero aquí estamos.

En el segundo nivel, Cael activó el conteo.

—Diez segundos —dijo.

Todos se acercaron a la pantalla.

10… 9… 8…

Elías cerró los ojos.

7… 6… 5…

Mike tomó la mano de Marina.

4… 3… 2…

Jack apretó los puños.

1… 0.

Un sonido metálico resonó.

El seguro de la puerta se liberó.

Tomás colocó la mano en el panel.

Giró.

La puerta se abrió lentamente.

Un humo blanco salió disparado, como si el mundo exterior hubiera estado conteniendo la respiración.

Nadie podía ver.

Solo blanco.

Niebla.

Silencio.

Y entonces…

La luz se disipó.

Y todos quedaron atónitos.

Porque lo que había detrás…

No era lo que esperaban.




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