"Que raro se siente estar en neutro, ni triste ni feliz, solo estando ahí sin sentir nada"
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Solo pensaba y sentía en lo más profundo de su alma, una palabra.
Dolor.
Con solo una mirada a su cuerpo notabas como este te gritaba; dolor. Era inverosímil y cruel lo que habían hecho con ella. Había sido abusada y lastimada hasta el cansancio.
Ahora todo en ella era irreconocible.
Ya no era Esther, ya no se sentía ella.
Lo daba todo por estar en otra piel. Sin embargo, su dolor todavía estaba lejos de terminar, estaba empezando.
Su cuerpo estaba sufriendo en manos de alguien en quien había depositado su ciega confianza. En alguien equivocado; su atacante. Un grave y enorme error que le costó sus ilusiones, sus sueños... y su vida.
Era una completa tortura lo que estaba pasando. Inclusive estaba siendo duro para ella hacer algo tan simple y fácil como lo era; pensar. Pero esto era todo lo que tenía. Y lo único que la alejaba de su sucia y monstruosa realidad.
Había creado una burbuja para no sentir unas manos toscas y duras recorriendo su cuerpo.
Para no sentir unos asquerosos besos en su piel.
Para no sentir como rasgaban su ropa y la dejaban totalmente expuesta.
Y para finalmente no ser consiente del momento en que invadían su intimidad y todo su ser.
No obstante, esa burbuja no había funcionado por mucho tiempo y el dolor ahora calaba hasta en lo más profundo de su alma. Este momento la había marcado y sabía que jamás olvidaría justo ese momento en que dejaba de pertenecerse y olvidaba quien era ella.
Donde era invadida y lastimada hasta un punto donde no había retorno.
Luego el tiempo para ella se detuvo y no supo exactamente cuánto tiempo había pasado luego de eso. Solo podía estar inmóvil en el rustico pavimento tal y como la habían dejado. Con su cabello castaño pegado a sus lágrimas secas. Con el frio helando su cuerpo desnudo y expuesto, totalmente destrozada.
La falta de aire la devolvió a la realidad, haciéndola finalmente reaccionar. Unas manos estaban apretadas fuertemente alrededor de su cuello, estrangulándola. Hasta que al cabo de unos minutos en los cuales Esther, había olvidado como era respirar se detuvo, dejándola inconsciente y totalmente a su merced.
Ya no había marcha atrás, este sería el día de su muerte.
En ese estado fue bruscamente arrastrada y en medio de las penumbras los recuerdos asaltaron su mente pasando como una estrella fugaz, como algo que nunca podrá tener —como algo que nunca podrá alcanzar— y lo peor de todo es que jamás regresaría a casa, jamás volvería a ver su familia, jamás volvería a sonreír.
Pero todo se desvaneció cuando sintió que su cuerpo era arrojado. Como si fuese basura. La espalda, las piernas, y los brazos le ardían y aturdida se esforzó por ubicar en donde se encontraba.
Y lo que vio fue de gran impacto.
Estaba dentro de un hueco de tierra en medio de la nada. Donde posteriormente fue bañada por un líquido con un característico olor fuerte pero que sin saberlo era altamente inflamable.
Antes de siquiera darse cuenta su atacante con el cual había compartido con anterioridad una relación, encendió sin remordimientos, ni compasión un fosforo.
Uno que acabaría con su vida.
Esther estaba desesperada, y el fuego se expandía rápidamente.
Ya no había nada que hacer.
Su vida había acabado con un fin lamentable, cruel y desalmado.
No tenía nombre lo que le habían hecho.
Meses de búsqueda fueron los necesarios para finalmente encontrar los restos de aquella jovencita veinteañera, que un día salió de casa a la universidad.
Y nunca regreso.
No hubo día en que no la buscaran, y sus padres jamás perdieron las esperanzas. Hasta que una tarde mientras repartían volantes por las calles de su país en los cuales pedían información sobre su paradero, recibieron una dolorosa e inolvidable llamada. Habían encontrado los restos irreconocibles de su única hija.
No tenían pistas.
No habían sospechosos.
No tenían motivos.
Y el cuerpo no revelaba nada.
Pedían justicia, pero nunca la obtuvieron.
Este caso aumento una cifra más en casos de mujeres que fueron violadas y asesinadas de ese año. Finalmente, el culpable no obtuvo su merecido.
Y sus padres aún no pierden la fe.
Fin.
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Nota de autor: Espero que les haya gustado.
Con mucho besitos virtuales y amor.
Anna♡.
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