El día del accidente

• capítulo iii: hasta la muerte

Hablando de las cosas tal y como son, un año más tarde después de que Whitney se volviera la mejor amiga de Fletcher Joel Elmer, como estaba destinado a pasar y como, al parecer, todos sospechaban que terminaría ocurriendo... los tres nos convertimos en el típico grupo de amigos que caminan a la par a donde sea. Y fue gracias a ya sabes quién. Cuando pude entender que me daba igual la situación, me sentí más relajado, y me daba igual ser o no borde con ella, así que de la nada comenzamos a hablar un día cualquiera y... bueno, no termino de recordar cómo comenzó. Sólo sé que lo hizo.

Al terminar las clases de inglés ese año, las cosas entre los tres eran normales. Whitney y Fletcher Joel Elmer lo hacían todo juntos e incluso, cuando su novia/ amiga de Internet terminó con él, a la primera persona que mi mejor amigo buscó fue a ella. No me molestó en absoluto porque mis consejos ni siquiera merecen llamarse consejos, pero es un detalle por su parte y quería nombrarlo. En fin, que al finalizar ese año no éramos unidos, pero con la llegada de las vacaciones y del verano las cosas cambiaron. Fletcher me tuvo más en cuenta cuando iba a juntarse con Whitney y se aseguraba de llevarme a donde sea que vayan a ir. En realidad, él sólo lo hacía para que, en el caso de que sea necesario, haya una tercera persona dispuesta a impedir errores.

Fletcher Joel Elmer, Whitney Dixon y yo nos hicimos amigos en verano. Y, al comenzar las clases de nuevo... pues ya sabes. Los rumores corrieron y todo el mundo no tardó en enterarse de la noticia: el loco, la jefa y el otro ahora son amigos cuando antes ni siquiera se conocían. Suena a locura cómo la gente puede hablar sin tener idea de lo que está diciendo, pero sucede y no puedes hacer nada. Por eso, tanto en el Instituto de Whitney como en el nuestro, las personas hablaron sobre nosotros.

Ese verano aprendí algo más de Whitney que desconocía. Teníamos ambos doce años y ella sabía algo que yo no: qué le gustaba hacer en su tiempo libre. Para su cumpleaños su padre le había regalado una cámara Polaroid y ella había aprendido a utilizarla para captar lo que ella llamaba "su momento favorito". Así que cada vez que la veía corría el riesgo de ser enfocado con esa lente en el peor momento, porque a la chica le encantaba reírse de lo que capturaba en silencio aunque también cuidaba muy bien cada imagen para no estropearla.

A pesar de lo que te dije, de que había aprendido algo más de Whitney y de que nos volvimos muy unidos, yo seguía viéndola como lo que era: la chica que quiere ser el centro de atención siempre. Y, bueno, eso era lo que me disgustaba de todo eso.

Pero adivina qué: cambió. Mi manera de verla a ella cambió. No sé si lo recordarás, pero recuerdo haberte dicho que teníamos doce años cuando sus padres se separaron. Y eso sucedió ese año, así que pasaba en su casa más tiempo del que deseaba. Pero nunca subía a su habitación, ni de coña. Esperaba a que ella bajara si quería hacerlo, cosa que no sucedía muy a menudo pero que, cuando lo hacía, terminaba siendo extraño porque yo podía ver que ella estaba mal pero no me atrevía a hablar.

Siempre que bajaba y me encontraba ahí salíamos. No quería quedarse en casa. Así nacieron nuestras tardes de caminata, de las pocas veces en las que ella se sentía segura como para salir a ser vista por todos lados.

Hasta que el glorioso día llegó.

Eileen, la madre de Whitney, estaba hablando con Thaleia, mi madre, y yo me encontraba sentado en uno de los sofás sin saber qué hacer. Entonces la naturaleza llamó y no tardé en ponerme de pie. Sabía en dónde se encontraba el baño así que intenté dirigirme a ese lugar, pero para llegar tenía que atravesar la cocina en donde se encontraban Eileen y mi madre. Cuando intenté asomarme, escuché un par de sollozos, y entonces me detuve.

No podía interrumpir. Claro que no. Entonces me eché hacia atrás, a punto de explotar, y revisé mis opciones. Lo único que me quedaba era subir, así que terminé por hacerlo. Las escaleras nunca me parecieron tan horripilantes y, en definitiva, casi morí en ese momento, pero finalmente llegué al baño y el infierno se acabó.

Cuando salí, intenté volver para bajar por las escaleras, pero en el intento noté algo que atrajo mi atención: la puerta de Whitney. Estaba repleta de imágenes, obviamente tomada por ella, todas de su familia o de algún paisaje. Y lo que me resultó inquietante fue que la puerta estaba abierta de par en par. Así que me acerqué y otra vez metí la pata al asomarme.

La vi a ella sentada en su cama con la Polaroid a un lado y... un cuchillo entre las manos.

—¿Whitney?—fue todo lo que pude decir. Y fue suficiente.

Súbitamente lo entendí, y fue peor para mí porque perdí todas y cada una de las palabras. Es lo que suele sucederme cuando estoy nervioso: olvido el significado de una palabra a mitad de la oración. Bueno, en ese momento, me convertí en un completo idiota.

Whitney alzó la mirada. Estaba llorando, vi el dolor en sus ojos y créeme cuando te digo que todo mi cuerpo tembló. Entonces alejó el cuchillo de su muñeca y lo dejó sobre su cama, como la cámara, y se abalanzó sobre mí para abrazarme.




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