El día del accidente

• extra: no en esta vida

Podría contarte cómo se sigue la vida después de lo que me sucedió, pero creo que a pesar del tiempo sigo sin saberlo. Incluso después de los meses, los días, las horas, los minutos, y prefiero no hablar de segundos. ¿Sabes cuántas veces podría haberlo intentado? ¿Cuántas veces podría haber tomado la página para hacerla a un lado? Pero, sin embargo, no puedo hacerlo. No aún.

Ya son casi cinco meses. O puede que seis, realmente no quiero contarlo.

Los días corren y corren sin llegar a ningún lado. Yo despierto observando el techo, puede que también me duerma entre las lágrimas. Pegué un par de fotos antiguas, de esas que solía tomar, pero mamá me obligó a despegar aquellas en las que Archer aparecía cuando, una noche, me vio llorando mientras las observaba. Fletcher ya no es el mismo. Con frecuencia y un poco de suerte suele hablarme, pero no hay nada más. No hay amistad, no como la de antes, y en definitiva no hay entendimiento.

Olvidamos cómo creer en los amigos. Olvidamos cómo sostenernos de ellos cuando parecen ser tan frágiles como el vidrio.

Joder, si hasta el vidrio es más fuerte que los amigos.

Creo que necesito ayuda, pero no puedo decírselo a mamá sin hacerme las típicas preguntas. Es decir, ella es consciente de que estoy deprimida, puede entenderlo, pero dudo que quiera aceptar que necesito algo como un psicólogo. Creo que es de las que piensan que sólo los locos necesitan uno. Aunque creo que es así, yo sé que no estoy loca.

Pero, asimismo, sé que puedo estarlo pronto.

Mirando fotos, viendo cómo Fletcher me evita en los pasillos—y, realmente, cómo evita a todo el mundo—, recibiendo las miradas que recibo, además del trato que me he ganado. Ya no soy la chica a la que todos odian, ahora soy la chica a la que todos le tienen lástima. Además, he recibido todo tipo de cartas anónimas. Sé que es gracias a un proyecto de algunos alumnos que intentan hacerme sentir mejor, algo más acompañada, o lo que sea. Pero no está funcionando. Cada cosa, cada detalle, por insignificante que sea sólo me tira hacia atrás, de nuevo hacia él, la imagen de su cadáver sobre mí, sus palabras, lo que yo sabía pero no pude evitar.

Pensé que era mi turno de morir. Nunca sospeché que él podría intentar cambiar eso. Y ahora... se fue, dejándome sin padre, sin abuelos, sin confianza.

No me enoja. Me desespera. Me hace desear odiarlo, pero no puedo odiar a alguien que dio su vida por la mía.

Los Presley se mudaron. Ninguno podía soportar más la ciudad, los recuerdos que esta les traía. Según me contaron, Thaleia decía que absolutamente todo le recordaba a Archer. ¿Cómo culparla? También soy yo la chica que, con tan sólo ver a un par de amigos, piensa en él. Con tan sólo un simple susurro, vuelvo al pasado. Todo parece tirarme hacia allá, hacia eso que quiero pero no puedo olvidar.

Aunque sé que no tengo que hacerlo. No tengo que querer ni poder olvidar. Se supone que hay que aceptarlo. Todo el mundo lo dice, pero ese es el problema. Es la cosa más sencilla del mundo alardear, pero luego me dejas con la duda: ¿cómo mierda lo hago? ¿Cómo supero a Elvis?

¿Cómo dejo atrás el día del accidente? ¿El día que marcó mi vida? ¿Es eso posible? ¿Debería hacerlo?

Me importa. Todo esto me importa. Pensar mientras miro la televisión en lugar de prestarle atención al programa en blanco en negro me importa. Ver las imágenes del pasado para llorar me importa. Fletcher y su soledad me importa. Todo me importa ahora mismo, pero aprendí un poco más sobre esto cuando tuve que presenciar la muerte.

Todo puede acabarse cuando sea, y no es algo que esté planeado, ni por mí ni por nadie. Puede que el universo sea justo, creo haber oído eso por ahí, pero no necesito que lo sea. No necesito que se lleve a mi mejor y único amigo para evitar una catástrofe.

E, incluso, cuando siento que ya no quedan sentimientos o emociones o algo que agregar, tengo este profundo presentimiento de que algo aquí no es real, de que alguna parte de la historia se alteró y no ocurrió como debería haber ocurrido.

Si mal no recuerdo, en mi sueño yo debía morir. Pero no sucedió así.

Ya lo dije. Ya lo sabemos.

Cierro mis ojos para concentrarme una vez más, pero fallo en el intento. Suelo hacerlo con frecuencia. La alarma de mi móvil comienza a sonar, pero es sábado. Se supone que no tengo que levantarme temprano, aunque estoy despierta, podría hacerlo. Sin embargo, no tengo energías para nada, ni siquiera para desactivar la estúpida alarma.

Mamá va a enojarse conmigo. Siempre lo hace.

Mi habitación está a oscuras. Las cortinas están cerradas. Dejé mi reproductor de música en la canción doscientos quién sabe cuánto, pero está en pausa. La noche no es demasiado larga. Mi cámara polaroid está oculta, junto a todas sus fotos, tras cajas y cajas de recuerdos que mamá procura guardar. No quiere ver ni saber que yo vea fotos de papá, o de los abuelos, o de Archer. Dice que no me ayudan.

Pero yo necesito verlas.




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