El día en que La Muerte cuidó de La Vida

Capítulo 03

Pasaron unos días después de que jugaron juntos, Vita aún recordaba al Señor T. A veces incluso pensaba en qué es lo que podría estar haciendo a esta hora, o si estudiaba, tal vez estaría trabajando. ¿El Señor T estaría enamorado de alguien? Lo único que se sabía es que mala persona no era, y que sabe divertirse con cualquier cosa que se le ocurra.

Ese mismo día, Vita jugaba en su comedor.

Fue regañada por sus padres por tirar un jarrón que contenía flores recién compradas hace una semana atrás. Eran unas flores púrpuras, muy lindas y que lucían muy bien en el centro de la mesa como muestra.

Como podría ser su culpa si le habían regalado una pelota de yoga tan grande como ella, de pies a cabeza, el día de su cumpleaños.

Vita corrió eufóricamente hacia su habitación que quedaba subiendo los escalones hacia el piso superior.

Ella estaba enojada con sus padres, fue un accidente y no la podían culpar, a ella también le gustaban esas flores.

—¡Si lo hubiera hecho a propósito, lo hubiese tirado por la ventana, no al piso! —gritó sarcásticamente y cerró la puerta de su habitación con tal fuerza que se escuchó por toda la casa.

Se arrinconó a lado de la ventana, que tenía vista al jardín donde hace unos días estaban jugando el Señor T y ella. Una ventana donde le llegan los primeros rayos del sol en un amanecer.

Y mientras veía aquel jardín se acordó del Señor T, pues ella quería hablar con él sobre lo que le acababa de pasar.

—Señor T... —susurró Vita, aún dudando de si vendría tan rápido como le había dicho, o si solo era una forma de expresarse aquel momento.

Unos segundos después de mencionarlo, se dio la vuelta con dirección a su cama que queda a unos metros en línea recta de su ventana. Se subió sobre ella y antes de darse la vuelta para esperar al Señor T mirando la ventana, se escuchó una voz dentro de su habitación.

—No dudes de las promesas que te hice, Vita —estaba sentado sobre su ropero de Vita, un ropero de cuatro cajones, uno sobre otro y que ella suele utilizarlo como una mesa de noche para colocar ahí sus cosas que ella cree importantes. —¿Y esas lágrimas?

El Señor T meneaba los pies como si fuese un niño sentado sobre una silla muy grande.

—¿Cómo entraste? —preguntó Vita mientras se acomodó en su cama.

—Dejaste la ventana abierta —respondió.

Era raro, pues Vita no solía abrir su ventana, pero cuando giró su cabeza para asegurarse de lo que decía, la ventana estaba ligeramente abierta.

—Mis padres, ya no me quieren.

Para el Señor T, era muy comprensible que ella piense eso, pues le contó todo lo que había pasado incluso con los más mínimos detalles.

—Ya veo, pero, a decir verdad, yo no creo que tus padres no te quieran. Si yo me llevase una de tus muñecas. ¿Te enojarías conmigo?

—Si es esa, si —señaló a la muñeca vestida de princesa, que era la misma con la que hace unos días jugaban ambos en el jardín.

—Pero si te dijera, que ella está aliada con el puerquito malvado y te quieren llevar a su cuartel para hacer experimentos raros contigo —planteó el Señor T, puesto que poner un ejemplo con las cosas que ella cree importantes para sí misma, de cierta manera entendería el punto de vista de sus padres —. ¿Seguirías enojada?

Vita se quedó en silencio por unos segundos, pensando en realidad que es lo que quería decir.

—No, pero. ¿Eso que tiene que ver con mi caso?

—A tus padres les gustaba ese jarrón, pero no vieron que fue un accidente. Y cuando yo me llevé tu muñeca, te enojaste conmigo sin saber que era lo que en verdad pasaba. En ambas situaciones, ambos se enojaron y solo actuaron por impulso.

La platica iba tomando un buen camino, pues el Señor T y Vita reflexionaban sobre sus problemas. Vita, con ayuda del Señor T, reconoció que sus padres aún la amaban. Y como si fuese un cuento par niños, Vita planeó disculparse con ellos.

—Señor T. ¿Usted tiene problemas? —preguntó Vita.

—Sí, los tengo.

—Puede contarme si usted quiere, prometo ayudarlo, así como usted me ayuda.

El Señor T sonreía, pues alguien que te apoye en cualquier momento, es alguien a quien debes tener a tu lado siempre.

—De hecho, tengo un gran problema —respondió el Señor T.

—¿Es malo? —volvió a preguntar Vita.

—Así como me vez, pues cargo con mucha responsabilidad. Tengo un trabajo difícil, en cierto modo, me pesa la realidad.

—Espera —respondió Vita.

Se bajó de su cama y se dirigió hacia su armario. Abrió su puerta y se metió a buscar.

Lo buscaba con tanta desesperación, que metió más de la mitad de su cuerpo, ya desde afuera únicamente se veían sus pies como si estuviese corriendo horizontalmente.

—¡Lo tengo! —gritó desde adentro del armario. —Señor T, ayúdeme a salir.

El Señor T sonreía, pasó posteriormente a estirar su mano derecha desde el pequeño ropero en el que se encontraba, sin moverse, juntó ambos dedos, el pulgar y el índice. Hizo un gesto, como si estuviese agarrando una rosa en el aire y con tal delicadeza, hizo un movimiento hacia su pecho, nuevamente como si hubiese acercado su imaginaria flor hacia su pecho para olerla. Eso hizo que Vita saliera del armario sin ningún problema y sin tocarla.

Vita salió con una mochila, una mochila púrpura.

—Ten, para que guardes aquí lo que tanto te pesa.

No parecía broma, pues Vita hablaba muy seriamente. Y una vez más, el Señor T volvió a sonreír.

—Tal vez no ayude mucho, pero cuando yo voy a estudiar, cargo mis cosas en una parecida. Y el peso casi ni se nota. Espero que a ti te ayude igual.

—Pero es tu mochila, no quiero quitártela —respondió el Señor T con la mochila ya en su mano.

—Tranquilo, yo tengo la mía, es parecida. Solo espero que el color no te moleste.

—Por supuesto que no, Vita. Me encanta.

Pasaron horas mientras platicaban y platicaban sobre sus vidas, también jugaban y echaban varios gritos para saber quién podía cantar más agudo. En otras palabras, una competencia de canto con vocales.



#10530 en Fantasía

En el texto hay: muerte, amistad, bullying en las escuelas

Editado: 21.08.2021

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