El día en que los monstruos salieron

CAPITULO I.

DOLOR
 


Siento dolor en cada extremo de mi cuerpo, un peso se siente encima de mi, y mis ojos pesan. Poco a poco comienzo a abrirlos, me cuesta un poco enfocar lo que veo, trato de moverme y después veo lo que se encuentra encima de mí.

Una parte del techo de la casa.

Enseguida lo aviento hacía un lado y me comienzo a incorporar. La cabeza me retumba y recuerdo lo que pasó. Miro a mi alrededor, y todo está vacío. Estoy en el escondite de la casa, pero una pequeña parte de este se derrumbo, que esa parte cayó encima de mí. No hay nadie. Ni siquiera un cuerpo de las personas que debieron estar conmigo.

Salgo de ahí y un poco aturdida y mareada comienzo a subir hacia la casa.

Dónde tampoco hay nadie.

Miro en cada cuarto, y algunos se ven como si un huracán hubiera pasado por ahí.

Salgo de la casa, que está a medio destruir y las calles continúan igual que el día anterior.

Traigo puesta la misma mochila de ayer. Rebuscó entre las cosas y encuentro todo lo que alcanzo mi padre a guardar el día de ayer.

Los mapas, los dibujos y fotografías.

Mi padre.

Ni siquiera hay un rastro de él.

¿Se fue sin mí?

¿Me dejó sola aquí?

No tengo ni idea, no hay ninguna persona que estuvo conmigo ayer.

Todos se marcharán y me dejaron varada en lugar donde las casas están casi destruidas y hay cientos de cuerpos sin vida en la calle.

Tomo la mochila y me la cuelgo, avanzo hacía todas las casas que hay en el pueblo. Y en cada rincón se ve lo mismo.

Entro en la tienda que era de la señora Rosa, una anciana de estatura promedio que era una muy buena persona, y que siempre trataba de que los niños no se robaran las golosinas que tenía en el mostrador.

La tienda está vacía, reviso cada cuarto y en ella se encuentra un cuerpo sin vida.

El nieto de la señora Rosa.

Si rostro quedó demasiado pálido, y su expresión es de miedo. Cierro sus ojos y salgo de ahí.

Tomo varias cosas que tiene en el mostrador. Botellas de agua, comida que no se caduquen demasiado pronto, enlatados y las golosinas.

Guardo todo en mi mochila, y salgo de ahí.

El pueblo se encuentra desolado, así que decido ir otro lugar a buscar a mi padre. Tal vez se encuentre en algunos pueblos de los alrededores. No sé a dónde se haya dirigido, así que tomara un poco de tiempo.

El pueblo está casi perdido, está rodeado de un bosque enorme. Y los caminos no son tan buenos que digamos, y no todas las personas del pueblo contamos con un medio de transporte, por lo mismo de que los caminos son un poco difíciles, por lo que la mayoría decide ir caminando hasta el pueblo más cercano, que se encuentra un tanto lejos.

El cielo está nublado, así que tal vez vaya a estar un poco fresco por la noche. Así que, regreso a la casa a buscar una chamarra que me proteja del frío.

Entro en mi habitación, que se encuentra destruida, busco entre mi armario algunas chamarras y encuentro dos de cuero negra. Una de ellas la guardo en la mochila y la otra me la pongo.

Salgo de ahí y comienzo mi camino hacia otro pueblo.

* * *

Ni siquiera voy a mitad del camino y ya me encuentro agotada, y no solo físicamente, también mentalmente.

Pienso y pienso hacia donde pudo ir mi padre, y la razón por la que me dejó ahí tirada. Simplemente no dejó algún rastro. Solo se fue.

Mis pies me duelen, la mochila comienza a sentirse pesada y el ruido de las aves me comienza a molestar. Las raíces de los árboles comienzan a estorbar, estoy en medio de un bosque y no hay nada dónde sentarse, así que no queda más que sentarse en el suelo.

Me quito la mochila y la aviento en el suelo. Después me siento y me recargo en uno de los cientos de árboles que hay.

Saco una botella de agua y le doy un trago.

Ni siquiera sé cuántas horas llevo caminando, el sol ya se está ocultando , haciendo que el bosque comience a oscurecerse.

Me quedo ahí en medio de la nada sentada esperando que el cansancio desaparezca, pero dudo que siga caminando

En cualquiera momento el bosque se volverá totalmente oscuro, haciendo que no pueda ver más allá.

El viento hace que las hojas de los árboles se muevan, provocando un leve silbido. El ruido ya no es molesto. Comienzo a relajarme viendo el movimiento de las ramas y hojas.

Mi cabeza ya no duele, y mi cuerpo se siente más descansado.

Me encuentro totalmente sola, pero mis pensamientos me hacen compañía.

¿Estarán esperándome?

Tal vez mi padre se fue a lugar más cercano y ahí esté esperándome.

¿Pero por qué me dejó aquí?

¿Y si algo malo les pasó?

¿Lograron escapar?

Cuando los pensamiento traen consigo preguntas que me comienzan a atormentar, mejor me acomodo en el suelo para así poder dormir.

Aún se oyen los silbidos del bosque.

Las ramas crujir.

Y el viento se siente azotando en mi cuerpo.

Ojalá y solo haya sido un sueño o pesadilla.

Espero que al despertar esto no esté pasando.

Pasan unos minutos cuando por fin caigo en un profundo sueño.

* * *

Poco a poco comienzo a despertar, y la espalda me duele demasiado, y claro, cuando miro a mi alrededor me doy cuenta que estoy en el bosque y considerando que no soy de las personas que duermen en posiciones cómodas, es lógica que amanezca con un terrible dolor de espalda.

Estiró el cuerpo, mientras sigo sentada en el suelo, y me quedo unos momentos en blanco. Cosas que pasan comúnmente, por ejemplo, cuando despiertas y te quedas viendo a tus zapatos pensando en nada.

Sacudo la cabeza y trato de levantarme, pero cuando estoy a punto de hacerlo, un dolor comienza a atravesar en mi brazo, y no es por la incómoda posición en la que dormí.

Me lanzaron una flecha.
 




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