CAMINOS
He pasado cientos de cosas en mi vida. Así que ya no suelo considerarme una chica con mala suerte, si no una persona que no es afortunada con la vida por alguna extraña razón.
Pero en este instante con la flecha incrustada en mi brazo me hace cuestionarme si mi vida está basada en mala suerte. Por lo general, es raro que por casualidad te encuentres con alguien a mitad de un bosque. Pero en estas circunstancias ya no se me hace tan raro.
De un tirón me quito la flecha, ya que causa un gran dolor aunque se vea inofensiva. Busco con la mirada a la persona que fue capaz de hacer esto y me encuentro con la mirada de un chico que aún sostiene en sus manos un arco y apunto de lanzarme otra vez una flecha.
Y si lo vuelve hacer, no dudaré en devolverle un puñetazo.
Poco a poco comienza a bajar el arco y a pasos lentos se acerca a mí.
Y aquí, teniéndolo a un poco distancia cuando veo a la persona, no dudo en darle un buen puñetazo en la nariz— obviamente con el brazo no lastimado—
Haciendo que caiga de espaldas en el suelo y su nariz comience a sangrar.
Ojalá y no esté muerto.
Escucho como se queja del dolor y empieza a retorcerse en el suelo.
No soy mala persona, es decir, se dar buenos golpes, por qué mi padre me lo enseñó, pero lo hago como defensa y hay que considerar que él me dio en un brazo y básicamente no fue una sobada.
Bajo hasta él y quito su mano de su nariz, en la que le sale sangre.
—¡¿A CASO ESTÁS LOCA?!— grita mientras me da un manotazo.
—Pues no fui yo la que lanzó una flecha a una persona— contesto con tranquilidad, haciendo como si en este momento nadie estuviera sangrando abundantemente por la nariz.— ¡ADEMÁS YO TAMBIÉN SIENTO DOLOR!— grito un poco más alto de lo que espero.
Me sobo el brazo y veo una pequeña marca, tal vez y no fue para tanto, voy por la mochila y entre ella busco algo con lo que pueda ayudarle, pero no encuentro nada.
— Busca en mi mochila— dice cuando ve que no hayo nada en la mía.
Voy a por ella y me encuentro con una playera blanca de él.
Bueno, algo es algo.
Con cuidado comienzo a limpiarle la nariz y la playera -que era blanca- se tiñe de un rojo hasta que su sangrado se detiene.
He de admitir que muy pocas veces me disculpo, pero solo en la que realmente aceptó que yo tuve un error, pero este no es mi caso. No me disculparé por casi dejarlo sin nariz, por qué fue el primero en actuar. Así que cuando terminó de quitarle toda la sangre, me levanto primero para después ayudarle a qué también se levante, y ya cuando estamos ambos de pie, hablo primero.
—Si esperas una disculpa, no te la daré, pues no me arrepiento de nada.— lo miro directamente a los ojos para que sepa cuan determinada estoy en ello. Y al hacerlo me doy cuenta de algo.
Es alto, realmente alto, mide, al menos, treinta centímetros más que yo, y no soy una persona de muy baja estatura. Parece un edificio y el cuello me dolería todo el rato que estuviera mirándolo, y no es como si quisiera mirarlo todo el día.
Digo, también estoy mirando que tiene los ojos más hermoso que he visto en mi vida, ya que son del azul más bonito que he visto y que si se voltea un poco puedo detallar pequeñas motas grises, además de que tiene una mandíbula perfecta y su nariz…uff, tiene unas pequeñas pecas esparcidas en ella y es wow y sus labios ni se digan, tienen el relleno perfecto y el color es maravilloso, pero no es como si fuera a verlo todo el rato.
El cuello comienza dolerme y me percató de que tiene una ceja enarcada hacía a mí.
Bueno, tal vez me quedé viéndolo un poquito.
¿Solo un poquito?
Consideremos que lo normal.
Carraspeo y me concentro en lo que voy a decir.
—Se que suelo ser desagradable para unas personas, pero no lo suficiente para que me incrusten una flecha en mi brazo— cruzo mis brazos y entrecierro mis ojos, tratando de verme intimidante — Y hay que agregar que ni siquiera te conozco para que vengas a dañar mi preciado cuerpo.
Entrecierra los ojos hacia a mí y copia mi posición.
— En primer lugar, tampoco sé quién eres, en segundo lugar, tampoco me importa y en tercer lugar, ¿Quién te crees que eres para darme un puñetazo?—cuestiona ofendido.
¡La ofendida debería ser yo!
—¡PUES NO ES COMO SI UNO SE PUSIERA CONTENTO TENER UNA FLECHA EN EL BRAZO POR UN IDIOTA QUE NI SIQUIERA CONOZCO!— le gritó, frunzo el ceño, y doy un paso para darle otro puñetazo, pero me tapa la boca y me susurra en el oído cállate.
Frunzo más el ceño y cuando estoy a punto de volver a gritar. Lo veo. Los veo.
Quedo totalmente muda, y él, que aún tiene su mano en boca, me voltea y me acerca más a su cuerpo, haciendo que mi espalda choque con su pecho. Me jala hasta recargarnos en uno de los tantos árboles que hay, haciendo que ninguno de estos nos vean.
Vuelve a susurrarme en el oído que guarde silencio, y mi corazón comienza a latir más de prisa.
Pasan unos segundo cuando quita mi mano de mi boca, pero no hablo, así que él es el que comienza a hablar.
—Estuvieron en dónde yo vivo— su voz suena baja, y es un sonido hermoso de escuchar— Entraron en cientos de casas y no dejaron a nadie con vida. Era de noche y yo ví a una personas en un parque, se me hizo extraño, ya que por las noches los parques están vacíos así que me acerqué para ver si necesitaba algo, pero cuando más me aproximaba comencé a sentir demasiado frío y no se cómo pasó o que sucedió, pero de pronto esa persona se convirtió en uno de ellos.
»Salí corriendo en cuanto pude, llegué a casa de mi padre y me dijo unas cuantas cosas. Entre ellas me dijo : “la apariencia de un humano da puertas, no se las des a las equivocadas”. No entendí que es lo que quería decir, pero luego entendí, ellos se convierten en humanos, por qué les permite robar más vidas, y tenemos que ser cuidadosos de en quien confiamos. Lamento haberte lanzado esa flecha, pero no lamento querer saber si eras alguien en quien pueda confiar.
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Editado: 30.06.2024