El día en que los monstruos salieron

CAPÍTULO DIEZ

El primer viaje
 


 

Morgan
 


 

Al despertar me doy cuenta de tres cosas.

Uno, nos quedamos dormidos en el bosque.

Dos; mi pie en el rostro de Blake debe doler y tres, Blake se encuentra mirándome con los ojos entrecerrados.

No juzguen, todos alguna vez dormimos en una posición horrible o poco favorable.

—¿Puedes quitar tu pie de mi cara?— cuestiona, adormilado.

—Hay dos palabras mágicas que harán que si lo haga— digo.

—¿Por favor?— suspira, irritado.

Quito mi pie de tu rostro y ambos nos levantamos sacudiendo nuestra ropa, ya que quedaron llenas de tierra y hojas.

—Nos dormimos— sacudo todas las basuras de mi cabello, mientras Blake se apresura en tomar las mochilas.

—No me digas. Ni siquiera me di cuenta— dice, irónico.

—Me alegras la vida, Black— bufó con sorna.

—Y tu a la mía, Meyers— replica igual.

Al ya estar listos comenzamos a caminar hacia el pueblo desconocido.

***

El pueblo es igual a dónde yo vivía, no hay gran diferencia entre ellos. Solo que este tiene más naturaleza.

Algunos cuerpos se encuentran en las calles, otros enfrente sus casas y unos incluso dentro de un automóvil.

Caminamos por las calles vacias hasta encontrar un lugar donde podamos permanecer estos días.

Me gusta este pueblo. Quitando los cadáveres se ve bonito.

Las casas se ve que eran preciosas y hay naturaleza. No es algo exagerado. Pero me gusta la manera en la que los árboles rodean algunas casas y los jardines que tienen. Son bonitos.

El cielo se encuentra despejado y eso da una mejor vista al lugar.

Blake nos dirige a la casa que se encuentra en mejor estado.

 Al abrir la puerta nos encontramos con un interior intacto.

En este lugar se ve que nadie entró.

Los suelos están cubiertos de polvo, al igual que cualquier objeto.

Revisamos cada parte de la casa. Y esta igual que la entrada. Llenas de polvo.

Una sala, comedor, cocina, baño y tres habitaciones.

—Nadie vivía aquí— susurra Blake después de revisar hasta el último rincón.— Creo que por eso no entraron los demons.

—Si, supongo que fue por eso.

Voy hacia la sala y observo el estante llenos de libros.

Me acerco a él y tomo uno de los libros.

Están llenos de polvo, por lo que comienzo a sacudirle el polvo, lo que hace que estornude de una manera… ¿peculiar?

—Estornudas como gato— se burla Blake.

—No es gracioso— murmuro, avergonzada.

—Si lo es— se ríe.

—Cállate.

—Cállate tú.

—¿Y yo porqué?— inquiero, ofendida.

—Por que sí.

—Gran respuesta, Blakie— digo con sorna.

—¿Blakie?—enarca una ceja.

—Ajá— dejó el libro y tomo otro, pero esta vez evitando sacudirle el polvo— Blakie Blackie. Hasta suena bonito, Blakie Blackie.

—Esto ya no me gusta.

—Nadie dijo que te debía de gustar— rebato sonriendo como angelito

Termino de hojear los libros, y los dejo es su lugar,  por qué todos son de romance. No es que este mal el romance, pero prefiero no leerlos.

Me siento en el sillón y enfrente de mí, en el otro sillón, se sienta Blake.

—Creo que debemos de revisar cuanto falta para nuestro próximo destino— sugiere.

—¿Quieres mi opinión?— cuestiono, asombrada.

—La verdad… es que no—decide—. Pero si quieres darla no soy quien para negarme.

—Pues esta vez si estoy de acuerdo contigo— saco los mapas de mi mochila y los extiendo frente a mí, observo los mapas y busco el bosque cercano—. Pues el lugar más cerca de aquí está lejitos.

—¿Cómo a cuántos?

—De cinco a ocho…

—¿Ocho mil kilómetros?

—… centímetros.

—Trae eso para acá, Meyers— blanquea los ojos y me quita el mapa.

—¡Hey!— me quejo por tal arrebato.

—Cállate, dramática.

—No soy dramática.

—Ajá.

—Blake…— advierto

—Morgan… — repite con el mismo tono del mío.

—Revisa los mapas, Blakie.

—No me digas así.

—No me digas dramática.

—No te dejare de decir dramática.— objeta sonriendo.

—Entonces te seguiré diciendo Blakie, Blakie.

—Esta a cinco mil kilómetros—cambia de tema

—A ver— me siento junto a él.

 Me extiende el mapa y me da un golpe en la frente.

—Auch— me sobo dónde me golpeó.

— Cada centímetro es un kilómetro. —mira mi frente, frunce en ceño y me vuelvo a dar un golpesito. —Y no dolió. Dolió más el puñetazo que me diste cuando nos conocimos.

—Fue épico.— sonrió.

—No lo creo. Casi me rompiste la nariz— argumenta.

—Aun así tienes bonita nariz. Creo que hasta la reacomode. — ¿Eso le hará olvidar que lo golpeé?

Entrecierra los ojos.

Okey, creo que no lo olvidará. Mejor cambiemos de tema.

—¿Podemos ir en coche?— cuestiono levantándome de el sillón.

—Lo haremos. Te quejas mucho, juraría que hasta te dan ganas de llorar— bueno, si eso es cierto.

Pero en mi defensa, caminar mucho tiempo seguido me cansa.

—Blake, mis pies después de una hora de caminar comienzan a arder. —argumento. Gracias a Dios no estoy suplicándole — Cada pasó que doy cada vez es más difícil, es como si me pesara la propia vida.

—No seas dramática, Morgan.— se levanta también del sillón. Y se acerca a mí.— Nos robaremos una camioneta.

—Pedir prestada— corrijo.

—Morgan, ¿A quién se la vamos a pedir prestada?— se cruza de brazos.

—A…. Mmmmm… a… ¿Su espíritu?

—Esta bien— suspira— La pediremos prestada a su espíritu.— accede, sin ganas de replicar.

Sonrió.

—No puedo creer que le voy a pedir prestada una camioneta a un fantasma— susurra, irritado.

—Somos un equipo, Blake. A veces tienes que aceptar algunas cosas.

—Supongo que sí— acepta, derrotado.

***

—¡BLAAAAAAAAKEE!— grito con todas mis fuerzas mientras corro hasta que no puedo sentir mis pies—¡BLAAAAAAAAKEE!




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