El día en que los monstruos salieron

CAPÍTULO TRECE


SUEÑOS PELIGROSOS
 


 

Corre y no mires atrás.

No voltees hacia lo que te persigue.

Corre. Corre. Corre

Susurran las voces entre los bosques.

—No lo escuches— susurran de nuevo.

Está cerca de ti. Está junto a ti. Está en ti.

—No dejes que tu mente te engañe— interviene otra voz dentro de mi mente. Su voz es tan solo un suave susurro que podría tranquilizar a cualquier persona. —Despierta— susurra finalmente. Y desaparece sin dejar rastro alguno.

 

 

 

—Casi doscientas armas— decimos al terminar de guardar hasta la última de ellas.

Fue un largo trabajo tener que transportar cada una hasta la camioneta. Se nos hizo de noche muy pronto y tuvimos que regresar a dormir. Hoy al despertar regresamos a por ellas; en sí las armas se ven muy pesadas, pero en realidad son ligeras, lo que hizo que traerlas fuera más sencillo.

No es muy tarde, si acaso es medio día y ya que subimos todo nos vamos de este bosque.

Por fin nos vamos de este bosque. A pesar de que el miedo se fue después de encontrar las armas, sigue sin parecerme bueno este lugar. Así que entre más rápido nos vamos para mí es mucho mejor. Y pensar que antes de que entrara se me hacía un lugar bonito.

—Es una jodedera tener que cargar todo— se queja Blake. Aventando los últimos artefactos.

—Si te ayudé. ¿De qué te quejas?— comienzo a subir a la camioneta junto a perro y dejo que Blake termine de acomodar todo allá atrás.

—Ay, por dios, Morgan. Si te daba lo más liviano— sube enseguida y enciende la camioneta.

—Pues allá tu. Yo podía cargar cosas pesadas. — pasamos por los bosques y concentro mi atención en ellos.

Dejamos atrás a la cabaña horrible. El pozo peculiar queda vacío y la exploración en el primer bosque termina.

La luz del sol se filtra entre las ramas dando una visión muy hermosa de este lugar.

En como si aquí ahora realmente hubiera tranquilidad. Es como si todo lo malo por fin se ha marchado y ha dejado que la paz y la luz existiera aquí.

El bosque por fin está en paz.

E incluso todos lo sienten. El miedo se ha evaporado y la tranquilidad ha surgido.

—Prefiero no discutir.

—¿Estamos en paz?

—Solo en este viaje— sonríe.

Presiento que las armas tiene una razón de estar aquí, y que este lugar lo sabe y por ello; por ello presiento que ahora hay tranquilidad. Porqué nos hemos llevado lo que lo atormentaba.
 
 

 ***
 

La noche comienza a surgir en nuestro viaje después de varias horas de camino.  El frío comienza a colarse en la camioneta y el silencio comienza a reinar.

En ocasiones la noche resulta atemorizante, pero en este momento resulta relajante.

La Luna brilla más que nunca. Las estrellas se muestran repartidas en todo el cielo y el viento es apenas un murmullo.

Perro se quedó dormido en la parte trasera de la camioneta desde hace varias horas y Blake ha estado en silencio desde hace rato.

Ya es muy tarde, al no tener dónde ver la hora, no sabemos que tan noche es. Tal vez sean pasadas de las diez, pero parece que ninguno de los dos tiene intenciones de dormir. No digo que no tenga sueño, si, tengo sueño, pero no quiero dormir. Pero admito que he estado bostezando en algunas ocasiones.

—¿Tienes sueño?— inquiere Blake desviando su vista de la carretera para observarme.

—Solo un poco— respondo en voz baja como si alguien pudiera escucharme.

—Puedes dormir— dirige su mirada nuevamente a la carretera.

—No quiero hacerlo.

—¿Por qué no?

—No quiero que sientas que hago que toda la responsabilidad caiga a ti.

—No me molesta cuidar de ti, Morgan.— murmura, y una pequeña sonrisa se asoma en mi rostro.

—Ya sabía yo que te caía bien. — sonríe de lado, pero no dice nada. Pero segundos después vuelve a hablar.

—¿No vas a dormir?

—Blake, ahora el fastidioso eres tu. —pongo los ojos en blanco y él bufa.

—Solo pregunto.

—Pues ya no preguntes. Solo deja que pase el tiempo, él ya decidirá si duermo o no.

—La noche te pone filosófica.

—Y a ti fastidioso, ¿Acaso la noche te transforma?— y ahora es él quien vuelca los ojos.

—Trato de ser amable, Morgan.

—Me gusta más que seas amargado.

—Y a mí me gusta más que seas dramática y habladora.

El tiempo comienza a transcurrir y en algún punto de la noche quedo dormida.

 

—Harkad sowd.

—¿Harkad sowd? — repito, confundida.

—En el mapa, hay un pueblo llamado Harkad sowd.

—Lo sé.

—¿Sabes su historia?— inquiere la mujer que está frente a mí.

—No lo sé…

La visualización de este sueño comienza a disminuir y  de pronto aparezco en otro plano.

—Siete…— murmura la chica  situada a mi lado.

—Seis…— continúa el pelinegro.

—Cinco… — todos se alinean.

—Cuatro…— volteo hacia esa voz y pregunto.

—¿Crees…?

Antes de que pueda ver a esa persona vuelvo a  desaparecer de ese sueño y me encuentro ante alguien más.  Pero sigo soñando.

Debes aprender a controlar tus sueños.

—No lo entiendo.

—Tus sueños, debes controlarnos.

—¿Por qué?— inquiero, interesada.

—Créeme, no querrás ver algo antes de tiempo. Tus sueños pueden ser un peligro.

 

***

 

Cuando despierto me doy cuenta de que hemos llegado a una ciudad. Una enorme ciudad.

La camioneta se encuentra estacionada frente a una tienda o supermercado.

Blake ni perro se encuentran dentro de aquí, así que bajo para buscarlos.  Entro a la tienda y mi sorpresa es grande, pues uno no espera entrar al supermercado y ver cuerpos sin vida. Camino entre los cuerpos tratando de no tocar ni un solo centímetro de ellos.




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