El día en que los monstruos salieron

CAPÍTULO QUINCE

TRANQUILIDAD ABSOLUTA
 


 

Aún seguimos en la ciudad, pero andamos con precaución. Estamos escondidos en una casa esperando recuperarnos.

Cuando salimos del edificio encontramos nuestra camioneta y ahí estaban todas nuestras cosas, así que las recuperamos.

Subimos enseguida y comenzamos a salir del lugar donde nos tenían secuestrados  para ir a una farmacia.  Necesitábamos de todo, teníamos que curarnos cuanto antes, si no limpiábamos las heridas podríamos contraer una infección.

Recorrimos una buena parte de la ciudad buscando una farmacia que no estuviera totalmente saqueada.

Las farmacias en su mayoría estaban en malas condiciones, habían medicamentos regados, cosas quemadas y no parecían un material que fuera de mucha ayuda.

En un momento decidimos ir a un supermercado o un hospital— si, sin doctores ni enfermeros, pero tal vez las instalaciones sería algo de ayuda —, pero en ellos habían más probabilidades de que alguien nos encontrara.

En sí la ciudad se ve desierta, pero puedo asegurar que aún quedan muchas personas, no sabemos de qué tipo. Ya sean buenas o malas, pero siguen habiendo humanos. Los demons siguen aquí, eso es algo que todos sabemos.

No por el miedo que se tiene al salir. Es por qué la ciudad no se ve como antes.

Es como si una capa de oscuridad la rodeara, es el frío extendiéndose en todo el lugar. La destrucción y el temor que hay aquí nos hace saber que no se han marchado y no lo harán hasta que se logre saber cómo destruirlos.

Nosotros tal vez estemos cerca de saberlo, pero no podemos hacerlo en las condiciones que estamos. Nos matarían en cuestión de segundos.

Así que después de encontrar herramientas para curar nuestras heridas buscamos un lugar donde no nos encontraran y pudieramos curarlos sin estar estresados por si alguien nos mira.

Buscamos un lugar que pareciera inhóspito. Y lo encontramos muy lejos. En cuanto llegamos nos comenzamos a limpiar cuidadosamente con alcohol los cortes, la que más sufrió fui yo. En cuanto el alcohol tocaba en las aberturas que habían hecho en mi piel un ardor y dolor se extendía en todo el cuerpo. Unas cuantas lágrimas salieron, también unos grititos, e incluso me daban ganas de atestarle una cachetada a Blake por el sufrimiento que me estaba causando al limpiarme con alcohol pero nada con gravedad. Blake fue más valiente que yo, no lloriqueo cuando limpié sus cortadas. Solo gruñía, al final la parte más fácil fue cuando vendamos las heridas.

No creo que alguien nos haya escuchado, porque es una casa pequeña muy lejos del centro de la ciudad. Está situada a las orillas y en ella  podemos ver un campo de árboles extendiéndose en toda la zona.

Lo sé, tenemos una manía por los bosques a pesar de que nos metan en problemas muy seguido.

Pero la vista es maravillosa. No me arrepiento de nada; en sí la casa tiene dos plantas, en la de arriba hay una habitación y un cuarto de baño muy bien conservado. L habitacion es sencilla, al parecer nadie se tomó la libertad de decorarla, solo hay una cama desordenada y paredes pintadas de color gris con una pequeña ventana en una de las paredes. Muy aburrido para mí gusto.

No hay ninguna decoración. La casa se ve taaaaan aburrida que no creo que a alguien le den ganas de entrar aquí.

Le diría a Blake que buscáramos una casa más colorida, pero se que pondría los ojos en blanco y me diría que me callara. 

Así que mejor me quedo calladita y disfrutando de la tranquilidad absoluta.

Bueno no diría disfrutando, sería descansando en la tranquilidad absoluta.

Estoy recostada en uno de los sillones de la sala.  El más grande para ser exactos.

Blake está sentado en el sillón pequeño y Loki está dando brincos por toda la casa.

—Blake… — le hablo al pelinegro que en cuanto escucha mi voz emite un suspiro de fastidio.

Si, así de amable es.

—¿Sabes? Me gusta el sonido que haces cuando te callas.

—Pero no haría ningún sonido.

—Exacto — sonríe.

Guardo silencio y después el vuelve a suspirar.

—¿Qué quieres?—dice, finalmente.

—La amabilidad ante todo— digo con sarcasmo, pero aún así continúo con lo que quiero preguntarle, es una duda que me carcome desde que desperté— ¿Qué sucedió en el edificio?

—Morgan, no sabría si decirte… —duda y voltea a otro lado.

Me molesta un poco el que no quiera compartir esa información conmigo.

Me hace sentir que no tiene confianza en mí, aún cuando yo estuve ahí, inconsciente pero estuve ahí.

—¿Por qué?— atraigo su atención y por unos momentos pienso que no dirá nada.

 

—Lo hice otra vez, ¿Cierto? — ¡Pues claro que es eso! Blake estaba sorprendido cuando desperté y no recordaba nada. Y anteriormente ya le había dicho de lo que había pasado con Duncan, la cuestión es que ahora lo había  presenciado en carne propia.

Me da un leve asentimiento sin mirarme a los ojos.

Ya van dos ocasiones en que hago eso, Duncan tenía miedo y además quería proteger a los suyos, Blake no es de los que tienen miedo, pero tal vez sea de los que se quieran proteger. No lo culparía.

—¿Te quieres ir? Mira, si el problema es que tienes miedo de que te haga eso, yo no te obligare a quedarte…

—Ese no es el problema, Morgan. El problema es que no se porque haces eso, si al menos tuviera una idea me sentiría mejor.

—¿Entonces no te quieres ir?— inquiero, extrañada.

—No, Morgan, no me quiero ir. Y no creo que pueda hacerlo.

 

 

***

 

—Me duele moverme. —me quejo y hago una mueca de dolor.

—Pues no te muevas. —gruñe, hastiado.

—Pero quiero moverme. — replico.

—Deja de joder, debe ser la media noche. A estas horas debemos de estar descansando. — ahora él se queja.

—Pues no es muy cómodo dormir en un sillón.

—Tú decidiste dormir en un sillón.

—Te equivocas, Black. Me quedé dormida — lo contradigo.




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