El día en que los monstruos salieron

CAPÍTULO DIECISIETE

ESPONTANEIDAD
 


 

Es algo extraño pasar por una carretera y no encontrar ni un solo coche en movimiento, se siente triste saber que esos coches tenían un destino al cual no pudieron llegar. Las únicas luces que iluminan en camino son las de nuestra camioneta, somos los únicos que transitan en el largo viaje.

Comenzó a llover hace diez minutos y Blake empezó a manejar más despacio. Los gotas golpean en los vidrios y ,extrañamente, es el único sonido que hay.

—¿Qué es lo que más extrañas?— pregunto con espontaneidad, es raro pensar en lo que a Blake le gustaba hacer antes de que estuviéramos juntos.

Y es triste que ya no haga nada de ello.

Ha pasado casi un mes y en todo ese tiempo ya no hacemos lo que hacíamos normalmente o lo que más nos gustaba. Eso se debe de extrañar, ¿Cierto?, el pasear con amigos, salir a jugar, ver televisión o simplemente estar con alguien con quien disfrutabas de su compañía.

Ese tiempo o momentos que disfrutábamos demasiado se fueron de una manera tan repentina.

Se siente lejano y es como si quisieras ir a por ello. Correr detrás de un recuerdo que se ha desvanecido o esperar que regresen por su cuenta. Lo cuál no pasará, se han perdido tantas cosas.

—Extraño a mis amigos— se sincera conmigo y con su semblante triste comienzo a saber que es lo que les ocurrió— Extraño salir a cualquier lugar, extraño la música, las películas y...  extraño a mi padre. — sus ojos comienzan a cristalizarse, pero no logra derramar ni una sola lágrima. Se está conteniendo.

Está conteniendo todo el dolor que tiene desde hace mucho tiempo.

Y es entonces que me doy cuenta que no se ha permitido desahogarse profundamente o llorar por... todo. 

Con calma comienzo a ir por sus manos que siguen tomando el volante y al llegar a ellas les doy un suave apretón. Comienza a disminuir la velocidad y ahí en medio de la carretera detiene la camioneta, sin importarle si es muy tarde o si alguien está en acecho.

De un momento a otro, Blake me estrecha en sus brazos y es cuando lo escucho sollozar.

Ahí te das cuenta de que nadie es un ser sin sentimientos. Todos en algún momento nos permitimos expresarnos.

El abrazo es lo que él más necesita. Aún cuando la camioneta se encuentra fría y sea incómoda la posición, ya que el poco espacio no nos permite estar con comodidad; todo se siente liberador.

—Los miré morir a todos. Y me duele saber que no pude ayudar a ninguno de ellos. — habla con voz quebrada, sus sollozos cada vez son más fuertes y yo simplemente lo abrazo y dejo que suelte todo lo que había contenido.

Y entonces comprendo la necesidad que tiene por asegurarse de que estemos bien, entiendo que me haya protegido tanto tiempo.

Él no quiere perder a alguien más y cargar la culpa de no poder hacer algo.

Pero, simplemente, no es culpa suya que todos los demons nos estén asesinando.

—Tú no podías contra los demons, Blake. No hagas que algo que no fue tu culpa pese en tu conciencia. — murmuro con voz suave, su respiración, que antes era agitada, comienza a calmarse.

Lentamente se aparta de mí terminando con el pequeño abrazo.

—No puedo perder a alguien más, Morgan. —dice aún con lágrimas en los ojos— No puedo perderte, se que no podría.

Y se que yo tampoco podría o resistiría si lo perdiera, a parte de mi padre, es la única persona que ha querido estar conmigo y con la que disfruto estar.

 

***

 

El sol salió brillando más que nunca, la luz ilumina toda la carretera y se refleja en todos los charcos de agua que quedaron tras la lluvia.

Si no nos equivocamos, aún quedan tres ciudades o pueblos para llegar al bosque. De los viajes que hemos realizado, este ha sido el más largo.

En la mayor parte del camino no hemos parado en ninguno de los lugares que pasamos, y según a consideración de Blake, necesitamos tomar un descanso, así que, eso hacemos.

Nos tenemos frente a una casa elegida al azar, porque nos dimos cuenta que ni siquiera importa como se vea o donde esté ubicada la casa para que los demons nos encuentren.

Bajamos todo de la camioneta y entramos a la casa que está vacía.

—Al menos, es bonita— comento al entrar.

—Buscamos algo en dónde descansar, Morgan, no es necesario que sea perfecta.

Loki pasa corriendo entre nosotros y se va hacia el piso de arriba sin prestarnos la mínima atención.

—¿Crees que podamos cuidarlo bien? — pregunto, refiriéndome al perro que nos ha acompañado en todo el camino. —La hemos librado algunas veces, pero…

—Podemos cuidarlo— me interrumpe—, por algo nosotros lo encontramos, el pueblo dónde estaba no habitaba una persona, lo hacían cientos y aunque una buena parte murió, talvez hubieron personas que escaparon, no creo que nadie lo haya visto.

—Lo… abandonaron.

—Y nosotros lo rescatamos.

Sale de la casa y comienza a traer todo las cosas que estaban en la camioneta.

El salón se llena de distintas armas. Hay un montón de cosas cubriendo el suelo, si pudiera, haría una tienda con ellas.

Me siento junto al montón de armas y espero a que Blake regrese.

—¿Quién ocuparía tantas cosas? —inquiero a Blake en cuanto termina de traer todo de la camioneta.

—Alguien que sabía que un apocalipsis podría suceder.

—O alguien a quien le mandaron mensajes a través de sus sueños.

—En las hojas que te entregó tu padre, ¿Había algo que dijera con exactitud que es lo que buscamos? — cuestiona mientras comienza a inspeccionar el lugar.

—Pues… no, siento que se refiere a un lugar. Siempre dice que deja marcas en el camino, que es mágico y su salvación. O tal vez estaba mal de la azotea y seguimos pistas sin sentido.

—No creo que sigamos pistas sin sentido. Y no creo que todo sea casualidad. —replica, sentándose a mi lado.

—Las matemáticas me estresaban menos. — murmuro, fastidiada. Busco entre mi mente alguna idea, señal o cualquier ocurrencia que nos haga de ayuda.




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