El día en que los monstruos salieron

CAPITULO VEINTIUNO

Él es quien llena ahora los vacíos.

 

—Solo un día. —pido por milésima vez.

—¿Un día de completa relajación?— duda de mi petición. Es algo arriesgado, pero quiero que tengamos un día normal. Sin miedo, ni huidas. Solo nosotros dos y Loki. —Estas loca. —niega, riéndose.

—¿Qué? No está mal. Podemos pasear tranquilamente y…

—¿En dónde quieres relajarte?— me interrumpe con una sonrisa asomándose en su rostro.

—En… un pueblo. Hay menos riesgo.

—Seguiremos el mismo camino hacia los bosques, el primer pueblo que encontremos, ahí nos relajaremos.

—Muy en el fondo sabía que querías relajarte.

—Solo que no son tiempos para ello, pero se pueden hacer excepciones.

—Claaaro. — murmuro sorprendida de que haya accedido.

Continúa el trayecto con mucho atención en el camino. Llevamos recorriendo un buen tramo y en ello he aprovechado para leer los libros. Comencé con el de “Antes del amanecer “, una historia de amor prohibido.

Y, aunque no ha dado pistas de algo importante o interesante, me está gustando.

Son dos enamorados que luchan por su amor, ya que en dónde vivían estaba prohibido el romance entre las personas del mismo sexo.

Quedo enfrascada en la lectura.

—Deberías de comer algo. — la voz de Blake atrae mi atención y dejo el libro a un lado.

—Ya no queda mucha, creo que tendremos que buscar más. — saco la poca comida que queda y unas cuantas botellas de agua.

Tomo una botella de agua y la bebo de golpe.

Con el paso de los días el cansancio comienza a pesar más de lo que me gustaría.

Las heridas no han sanado del todo y ahora solamente quiero descansar, no estar corriendo de un lado a otro y muerta del miedo.

Merecemos estar descansando, aún cuando Blake pensaba lo contrario.

Si, aún queda esa incógnita de que es lo que buscamos, que es lo que encontraremos, pero no creo que las cosas puedan empeorar si nosotros decidimos descansar. En cierto de que existen las probabilidades de que podemos morir en cualquier instante, pero al menos quiero morir después de haber tomado un tiempo para respirar.

Continúo leyendo en el trayecto y solo hago interrupciones cuando una frase del libro me gusta o para comentarlo con Blake, a lo que él da su humilde opinión, también charlamos un rato y me cuenta cosas triviales o datos interesantes sobre su vida.

El viaje se hace menos pesado y siento que Blake se tomó en serio lo de un día de relajación, porque no está tenso ni alerta. Esta bien y se siente bien.

Me gusta la manera en la que empieza a hablar libremente y, por extraño que parezca, él es quien llena ahora los vacíos.

—¿Le quitas la cebolla a la hamburguesa? — pregunto con horror.

—Odio la cebolla. — admite con vergüenza. —Es apestosa y asquerosa, jamás me ha gustado. — arruga la nariz con desagrado y todo su rostro muestra su desprecio hacia la cebolla.

—¿Acaso eres un Alien?— inquiero, atónita.

—No me juzgues, a muchos no le gustan. — se excusa.

—Pues son unos monstruos.

Y seguimos discutiendo sobre si la cebolla es buena o mala hasta que llegamos a una ciudad pequeña, y la vista no es tan maravillosa.

Nos reciben unos cuerpos sin vida y putrefactos. Deben de tener varios días allí, teniendo en cuenta el estado de descomposición en el que se encuentran.

Atravesamos entre esa gran masa podrida y espero que los topes que se sienten sean solo eso.

Recorremos las calles hasta que encontramos un minisuper y nos bajamos para comenzar a invadirlo llevándonos todo lo que aún está sano. O bueno.

Vaciamos todo en la camioneta y regresamos por nuestro camino, y como si la mala suerte nos persiguiera, a mitad del camino se atraviesa un grupo de adolescentes.

Blake ralentiza la marcha y los chicos, que parecen de nuestra edad, se van acercando con intenciones malignas. 

Si lo pienso bien, parece un grupo macabro.

Mi compañero detiene por completo la camioneta y la apaga, dejándonos enfrente de ese grupo asesino.

—Tienen pinta de almorzar niños, comer jóvenes y cenar ancianos, Blake. — murmuro, aterrorizada — Y nosotros somos dos jóvenes, y rondan las cinco de la tarde. — agrego cada vez más preocupada. 

—Bueno, a lo mejor si tenemos suerte, ellos ya comieron. — suelta con diversión. Y yo no le encuentro nada divertido a este asunto.

El pelinegro mira mi cara de espanto y borra su sonrisa.

—Son niños, te has enfrentado a cosas peores que esas. — me reconfortan sus palabras, así que asiento y todos bajamos de la camioneta.

Nos acercamos a ellos y entonces…

—Blake… — intento advertir.

—Si, ya me di cuenta. — responde.

Y antes de que podamos correr de regreso a la camioneta, uno de los adolescentes se abalanza sobre mí.

Un ruido enorme se escucha cuando mi cuerpo impacta contra el suelo y siento el gran peso del chico. El dolor se comienza a expandir en todo mi cuerpo y la persona no me deja moverme. Me encuentro inmovilizada.

Pero no dura mucho, porque Blake lo aparta de mi con una patada. 

El cuerpo del chico sale volando hacia un lado y siento un gran alivio. Solo quedan otros tres, dos ya quedaron noqueados, una chica está desmayada a unos cuantos centímetros de Blake, no quiero saber que tan fuerte fue el golpe que le dió. 

Los tres que quedan nos recorren con la mirada y una sonrisa siniestra se asoma en sus rostros, sus ojos comienzan a oscurecerse y nosotros comenzamos a apartarnos de ahí.

Nos alejamos poco a poco, pero ellos siguen nuestros pasos, es como si estuviéramos en un juego. Damos un paso hacia atrás y ellos dan dos hacia el frente.

Ellos no hacen nada para atentar contra nuestra persona y nosotros intentamos llegar a la camioneta.

Entonces, ellos se detienen de la nada.

Se quedan congelados en su puesto y nosotros seguimos avanzando, pero más rápido, hacia la camioneta.




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