El día en que mi reloj retrocedió

4. Cuando despierta una estrella

Después de quedar prácticamente inmóvil, con la única capacidad de ver hacía un infinito que poco a poco se transformaba en un punto cada vez más y más pequeño, sentí cierta tibieza recorrer lentamente mi cuerpo... empezando desde la punta de los dedos de mis pies hasta mis sienes, como si se tratase de un pincel que me iba dibujando...

"Perdóname Helena... perdóname por favor... no había otra forma... no encontré otra forma... perdóname..."

Aún podía escuchar la voz de Daniel, al principio con bastante claridad y luego cada vez más como un eco que se empeñaba en ocultarse de mi consciencia hasta desaparecer.

Todo a mi alrededor parecía congelado... como si le hubieran puesto pausa a mi película: el clima frío, el sabor a hierbabuena en mi boca, la loción de Daniel, la calidez que permanecía en mis manos después de haber dejado caer la taza...

Así que así se sentía morir...

Sentí una profunda tristeza por mi misma.

¿Como pudiste acabar así Helena? ¿Después de todos los tragos amargos que habías superado con el sudor de tu frente? ¿Después de todo el vaivén sobrehumano por el que pasaste con el fin de llegar hasta donde estabas? ¿Después de pasar los más largos y agridulces años de tu breve existencia persiguiendo al amor para que al final eso que tanto añorabas fuera lo que te terminase matando?

Pude sentir como se formaba un único camino helado sobre mi mejilla, hasta terminar escurriendo por mi barbilla para dejarse caer; la ultima lagrima que nacería de mis ojos.

Después vino un hormigueo... un hormigueo que parecía recorrer mis venas de forma cada vez más y más violenta...

Es difícil ejemplificar justamente lo que sentí en ese momento pero, de ponerlo en palabras lo describiría como si mi sangre se estuviese transformando en diminutas espinas cada vez más abundantes cuyo propósito era desgarrar hasta romper poco a poco cada uno de mis vasos sanguíneos desde adentro.

Luego comencé a escuchar voces... las voces de las personas que habían sido importantes en mi vida, primero como un murmullo a lo lejos. Como si estuviera escuchando un millón de conversaciones desde afuera de un gran salón, y después abrí la puerta...

Los murmullos se convirtieron en voces, y las voces en imágenes. Esto debía ser a lo que se refieren los que dicen que justo antes de morir puedes ver toda tu vida pasar frente a tus ojos.

Pude ver uno de los famosos pasteles de zanahoria y betún que mi abuela me preparaba en cada uno de mis cumpleaños sin falta...

Vi a mi hermana jalarme el cabello por haber usado y arruinado uno de sus lipsticks ...

Vi a mi mamá meciéndome en un columpio rojo que estaba en un parque que ya no existe pero que estaba a unos cuantos pasos de la primera casa que tuvimos...

Al principio fue una sensación grata y llena de nostalgia, después los recuerdos se apilaron en grandes cantidades y comenzaron a girar unos sobre otros dentro de mi cabeza.

Las voces se volvieron insoportables y sentí como si comenzaran a suscitarse pequeñas explosiones en diferentes sitios a mi alrededor.

Seguramente nadie que hubiera tenido una experiencia cercana a la muerte hablaba de esto porque después de llegar hasta acá no había forma de regresar para contarlo.

Sentí muchísimo miedo.

El sabor a hierbabuena persistía...

Era mi fin... debía serlo...

"¡Tienes que ir hacia atrás Helena! ¡Escúchame!" -dentro de todo el caos que se decidía a envolverme de dentro hacía afuera escuché una voz que sonaba un poco más fuerte que el resto, una que jamás había escuchado antes.

"¡Tú puedes controlar esto! ¡Ya lo has hecho antes! ¡Para ti esto no es nada!" -continuó la voz, como si estuviera tratando de acercarse.

"¿Quién eres? ¿Qué quieres? No puedo hacer nada..." -le contesté desde mis entrañas, gritando. Mi voz se perdía entre todas... y todas eran mi voz.

"Pon atención. No importa cuanto lo quieras, no te sumerjas en ninguno de esos recuerdos, no los toques... tienes que ir más atrás... al principio" me contestó. Estaba muy cerca... tal vez arriba, abajo, al lado de mí... no podía saberlo, pero podía sentirlo.

Así como también podía empezar a sentirme desaparecer.

"Concéntrate en mi voz..."

"¿Quién eres?" -le pregunté nuevamente "No te conozco ¡y no sé nada de ti, ni tampoco qué diablos quieres que haga!"

 

"En estos momentos no importa quien soy, pero por favor trata de confiar en mí, nunca lo has hecho a la primera pero esta vez necesito que lo hagas..."

Debía estar alucinando o mi cerebro debía estar comenzando a morir o tal vez era el último grito de ayuda de mi subconsciente... como un último intento de salvarse, de salvarnos.

Suspiré resignada "Déjame en paz. Estoy muriendo"

"No Helena. No estás muriendo y no te voy a dejar morir. No-

Su voz se cortó. Los recuerdos habían regresado como un remolino ahuyentándolo, y parecían más que decididos a arrastrarme con ellos.

¿Estaba siendo esto tan lento porque tal vez aún tenía una oportunidad?

¿Y qué había querido decir esa voz con ir más atrás? ¿Atrás de dónde? ¿Al principio de qué?

Mis recuerdos comenzaron a fusionarse entre sí, pretendían absorberme como enormes burbujas sin consistencia ni forma... ni fondo... como una masa enorme y gelatinosa llena de rostros deformes que me observaban.

Era lo más aterrador que había visto nunca... una criatura hecha de todo lo que fui, dispuesta a clavarme sus múltiples fauces para acabar conmigo.

'Si de todas formas estoy muriendo... no pierdo nada con intentar ir atrás'

Apreté los puños.

"Atrás... atrás... atrás, atrás" -comencé a repetir aquella palabra como si fuera un mantra mientras evitaba cómo podía, ser tragada por mí misma.

Sentí que el monstruo retrocedía. No sabía que era pero estaba haciendo algo para evitar (o prolongar) mi horrible destino.




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