El día en que mi reloj retrocedió

41. Las cartas

"La guitarra parece un saco de boxeo hecho de madera y seis cuerdas, pero en realidad es un ring. Y al otro lado siempre estás tú, golpeando a cada uno de tus demonios hasta perder la conciencia. No se puede salir vivo de una canción, no hay forma. Así es la música... así es mi música. Te golpea, te destroza, te escupe en la puta cara, y entonces se deja oír"

—Damasco Cortés.

El silencio no nos duró demasiado, después de todo, en cada espectáculo, la vida de los intervalos mudos es realmente corta, sobretodo porque tienden a preceder a una explosión.

"¿Qué estás haciendo aquí?"—quise saber, tratando de escudriñar su rostro, pero me pareció completamente indescifrable—"Tú no deberías-"

"Shhh"—levantó su índice y lo colocó en la punta de mis labios con suavidad—"También me da gusto verte"

Sus ojos se veían decididos, brillantes, serenos, pero también traían toda la fuerza de la adrenalina del momento.

"Verónica, ¿desde cuando dejas que la basura se mezcle con las personas? Es asqueroso"—soltó Deimos, saliendo de la piscina con un semblante ácido. Sus ojos iban de mí a Damasco, después a Fobos y al final volvían a mí. Numerosas gotas de agua resbalaban por la estructura de su cuerpo.

"¿Debería llamar a seguridad?"—inquirió la primera con indiferencia.

"¿Y perderme de la delicia que provoca el sacar la basura con las manos? Claro que no..." —siseó.

"Como quieras. Pero no olvides que no tienes permiso de usar cosas que, para empezar, nunca han sido tuyas"—le respondió Verónica viéndolo por encima de su hombro, con una mirada dura y autoritaria.

Deimos soltó una carcajada baja, hizo un ademán con la mano y continuó caminando.

Sentí mi cuerpo entero tensarse y al parecer, Damasco también lo sintió porque puso sus manos sobre mis hombros, con firmeza, dando un ligero apretón como en un: tranquila, yo me hago cargo. Luego levantó mi barbilla y reclamó por completo, mi mirada con sus iris de fuego...

"Esto se va a poner feo, si quieres cierra los ojos. Te prometo terminar rápido" —dicho eso me colocó el gorro de su sudadera, se levantó y se giró para encarar a Deimos.

"¿Vas a seguir haciendo tu pinche papelito de héroe? Mírate... ¿Saliste de un basurero directo para salvar al mundo? Épico" —se mofó Deimos en un tono soberbio y retador, provocando que todo su séquito soltara su respectiva risita divertida y aprobatoria.

"¿Qué?"—Damasco ladeó la cabeza, tronándose el cuello con un movimiento corto y sutil, pero que sonó de todas formas—"¿Tú también vas a querer?"

Deimos hizo una mueca burlona y llena de cinismo, pero antes de que pudiera decir cualquier cosa, Damasco le soltó un derechazo directo en la mandíbula. Sus nudillos rompieron su boca y rozaron un extremo de su nariz, haciendo que la sangre le saliera a presión y tiñera inmediatamente, el pálido de su piel, de un carmín que comenzó a esparcirse hasta combinarse con las gotas de agua que ya de por sí, empapaban su figura.

Se llevó una mano temblorosa a la boca y cayó en una rodilla.

De nuevo se hizo un silencio agudo en el público. Algunos invitados se llevaron las manos al rostro y otros retrocedieron o se acercaron entre ellos, el único común denominador fue la falta de palabras, sonidos e incluso el respirar lento y pesado, de todos ellos.

"Por tu cara lo tomé como un sí"—soltó Damasco, frotándose la muñeca—"¿O estabas esperando a que te pidiera permiso?"

Deimos escupió un poco de sangre, pero a diferencia de todo lo qué se hubiera esperado según las leyes de la lógica y la razón, este terminó soltando una carcajada absurda y enfermiza que terminó por sacudirle las clavículas con fuerza, y luego de un tirón, echó la cabeza hacia atrás, al no poder ocultar más lo divertida que le parecía la situación, dejando ver al instante, aquella dentadura recta, impecable e inmaculadamente blanca, pero también completamente salpicada de carmín, sobretodo en la parte baja.

Damasco enarcó las cejas en sorpresa pero pronto las volvió a hundir. Y la adrenalina en su cuerpo volvió a tensarle cada una de sus fibras. La playera que traía era delgada, agujerada y algo transparente por el uso rudo que le daba, lo que hizo que se marcara por completo su estado de alerta.

"Ahhh"—canturreo Deimos desde el suelo, mientras lamía espesas gotas de sangre que habían empezado a escurrirle a lo largo de la palma de su mano, hasta llegar a su muñeca—"El sabor a óxido caliente siempre me ha parecido demasiado excitante..."

Damasco dió una media zancada para inclinar su cuerpo y tomar un impulso fuerte en los músculos de la pierna izquierda, con la finalidad de propinarle un rodillazo rápido en la cara. Su figura adquirió un equilibrio precario que solo es capaz de realizar una persona instruida en alguna técnica de combate. Éste chico definitivamente ya no era el mismo niño débil, que yo había conocido varios años atrás... no, de débil ya no tenía nada, y eso lo gritaba su cuerpo, sus movimientos, su respiración, la velocidad de lo que estaba haciendo, todo yendo a perfecta sincronía, como una secuencia equilibrada entre ataque y defensa.

Los ojos de Deimos se abrieron de par en par pero en un reflejo que me pareció sobrehumano, movió con agilidad su antebrazo para cubrirse la cara, logrando bloquear el golpe parcialmente, porque uno de sus huesos tronó, haciendo que se le escapara un ligero quejido que pronto ahogó en la garganta, al apretar los dientes.

Un par de gruesos hilos carmín le escurrieron nuevamente, por una esquina de la boca.

Damasco movió ligeramente la cabeza en mi dirección y luego volvió a enfocarse, ese había sido un claro gesto de: ¿Estás bien? Sí, estás bien. Entonces puedo continuar.

"¿Ya terminaste? ¿O espero a que le termines de revisar cada maldito cabello de la cabeza?"—lo cuestionó Deimos, con un ligero gruñido entre dientes, sus pupilas se veían algo dilatadas, oscuras, mucho más que cuando se le dilatan a una persona normal. Hizo fuerza en una de sus pantorrillas para ponerse en pie, luego contrajo los músculos de la zona e hizo una flexión rápida, como hacía esas veces en que estaba a punto de arrancar en una carrera de atletismo, y en fracciones de segundos, se impulsó hacia adelante para atinarle un golpe limpio al rostro de Damasco.




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