"Las personas piensan que solo por el hecho de serlo, automáticamente merecen estar en la cima del mundo. Y mucho tiempo los engranajes se han movido de esa forma... ¿Pero qué pasaría si te dijera que se han estado moviendo mal? ¿Y si en realidad ese privilegio de estar en la cúspide de la pirámide nunca fue nuestro? ¿Y si lo arrebatamos? ¿Y si el mundo está buscando que quienes lo perdieron lo tengan de regreso? Cuando eso suceda... ¿De qué lado vas a estar?"
—Helena Candiani Yolotl
Damasco tardó varias horas en despertarse, pero lo hizo... y cuando lo hizo no fue capaz de recordar muchas cosas, pero sí las importantes, aunque no las cruciales, porque parecíamos estar condenados a armar este tétrico rompecabezas a la antigua: lento y con nuestras propias manos.
Me dijo que no recordaba si aquello le había pasado antes o si había sido la primera vez, pero que desde que la serpiente lo había mordido en la Iglesia, a veces se despertaba en las noches porque sentía que el brazo "le quemaba" (ya fuera porque estaba demasiado frío o demasiado caliente) aunque según él, nunca había emitido ninguna luz.
Me dijo que recordaba al ser de las sombras, al que después también se refirió como Cuervo, y que al verse encerrado en esa especie de burbuja negra y extraña, sintió como si algo "estallara" dentro de su cuerpo, pero que después de eso no lograba recordar nada, como si su cerebro se hubiera apagado y luego se hubiera vuelto a encender cuando lo traté de llevar a cuestas (sin mucho éxito) hasta un sillón de la sala para recostarlo y limpiarle la nariz.
Él a mí no me hizo muchas preguntas, no sé si por miedo, o porque apenas lo estaba asimilando, o simplemente fue su forma de no preocuparme de más, pero tal vez fue un poco de todo. Él era así, siempre tratando de ayudar a las personas sin que se dieran mucha cuenta de nada; era de los que tomaba el trancazo, y luego veía como conseguir el hilo y la aguja para cerrarse la herida.
Se terminó de limpiar la nariz con agua del grifo mientras silbaba una canción, luego se lavó las manos y se dispuso a prepararnos la cena con unas habilidades culinarias que no le conocía, llenando el ambiente con los Covers de algunas canciones que había hecho, y el sutil sonido de su voz tarareando al ritmo con destreza.
"Es una imagen un poco chistosa... la de ver a un futuro rockstar peleándose con el comal y con el aguacate para hacer molletes y guacamole"—observé mientras me acomodaba en uno de los banquitos giratorios de la barra de la cocina.
"¿Me estás diciendo que ya perdí toda la imagen de rockero cool que tanto me he estado esforzando en presumir?"—se giró y agarró una palita ranurada como si fuera una guitarra.
"Desde hace rato..."—abrí un paquete de galletas saladitas y le di una mordida a la primera—"¿Estabas tratando de ser un rockero cool? Y yo que creía que ésta era la parodia de algún mal programa de cocina..."
"Ja. Parodia mis hue... huesos"—se corrigió y luego me robó una galleta, le puso una ligera capa de guacamole y me la regresó—"Te reto a que sigas pensando lo mismo después de que la pruebes"—me guiñó un ojo.
Sonreí, me la llevé a la boca y le di una primer mordida, pero luego no pude hacer más que darle la siguiente y la que siguió, hasta que solo quedaron boronas en mis manos. Así que proseguí a lamerme los dedos.
"¿Ves?"—espetó con orgullo y deslizó el bowl a lo largo de la barra, para que pudiésemos seguir botaneando a nuestras anchas, entonces se recargó sobre sus antebrazos para verme de frente, aún sin quitarse un delantal decorado con manzanas y plátanos que había sacado de algún cajón antes de comenzar a sentirse como el mismísimo Gordon Ramsey de Master Chef—"Es lo bueno de la cocina mexicana..."—exclamó mientras preparaba otra galleta—"Más que dinero, se necesita el toque ancestral de los guerreros Aztecas para saber hacer cosas ricas"
Casi se me sale el guacamole por la nariz ante el comentario.
"Sí, estoy segurísima de que ese era el toque de los guerreros Aztecas. Es más, si no mal recuerdo creo que hasta lo leí en uno de los libros de la escuela"—entonces agarré la basura del empaque de galletas con una mano y me lo coloqué en los dedos a modo de títere improvisando y luego hice lo mismo con una servilleta.
Después me aclaré la garganta. Y comencé a fingir una voz demasiado grave para mí timbre soprano habitual:
"Oh gran Servilleto Zocoyotzín"—movió la boca el títere de la envoltura de galletas saladitas—"Estoy muy cansado de haber pasado todo el día sacando los corazones de nuestros enemigos para ofrecérselos a la Diosa de la fertilidad por una buena cosecha"
Entonces el títere hecho con la servilleta se acercó y le dió una especie de coscorrón al que acababa de hablar.
"No puedes dejar de hacerlo guerrero Envolturo Galletoso Topinoshtli, Deshonrarías a nuestra gente, y a sus hijos, y a los hijos de sus hijos y hasta a sus perros pelones que nunca serán apreciados hasta que salgan en alguna película de Disney, y yo sé eso porque bueno, soy un sacerdote y sé muchas cosas adelantadas a mi época aunque todavía no sepa qué rayos significan. Cómo sea, además gracias a ti, esta ha sido la mejor cosecha de aguacates que el Reino Azteca ha tenido en siglos. Sólo prueba este Guacamole..."—El de la servilleta se sumergió al bowl y luego le dió un golpe lleno de guacamole al primero.
"¡Oh por todos los Dioses, los ancestros y las estatuillas de nombres tan extraños que ni siquiera puedo pronunciar! ¡Servilleto Zocoyotzín! ¡Me siento iluminado! Mañana mismo conquistaré y esclavizaré más pueblos, para ofrecer todos sus corazones en sacrificio, ¡Este sabor ancestral me ha hecho una revelación! ¡Asegúrate de crear el jeroglífico del guacamole de guerra para cuando los niños de las escuelas estén aprendiendo sobre nosotros en sus aburridos libros de historia!"—el primero comenzó a agarrarse la supuesta carita hasta que 'se comió' por completo aquel platillo ancestral.
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Editado: 11.07.2025