El día en que te encuentre

Capítulo 4. El juguete nuevo

Emma Myers

Después de la presentación, me acerqué a mis amigas con una sonrisa tonta dibujada en mi rostro. Sonrisa que fue ocasionada por la actitud de Declan. Él era divertido.

Declan. Me gusto su nombre, era peculiar.

Abrí mi casillero y traté de ignorar a mis amigas que se encontraban con sus miradas fijas en mí, haciéndome presión para que soltara toda la sopa. Las miré y esbocé una sonrisa tranquila e inocente, ellas no dijeron nada, solo esperaron pacientemente. Fue de esa manera por unos segundos hasta que Tania decidió terminar con aquel pequeño juego y preguntar:

—¿Entonces?

—Me gustó mucho la clase, creo que hice una buena elección con ella —contesté tratando de evadir el verdadero tema—. El profesor se ve que es de…

—Vamos Emma, sabes que eso no fue a lo que se refería Tania —replicó Julia—. Anda, tienes que contarnos.

—¿Contarles qué?

Julia puso los ojos en blanco y me hizo un leve mohín de molestia. 

—Tú, el chico encantador de los ojos verdes, hablando, sonriendo y haciéndose ojitos.

Fruncí el ceño. ¿Ojitos? No me estaba haciendo ojitos con Declan, claro que no. Sophie se empezó a reír de la expresión que puse al escuchar a Julia decir eso.

—Ya cuenta y no te hagas más del rogar —me alentó Sophie, dándome una ligera palmada en la espalda.

Me encogí de hombros.

—Realmente no hay nada que contar, solo me pidió que fuéramos equipo en la clase y eso es todo.

—¿Y tú quieres hacer equipo con él? —preguntó Julia levantando las cejas repetidamente.

—Pues le dije que lo pensaría —contesté inocentemente.

Ellas empezaron a reír, viendo que no entendí la insinuación. Lo reflexioné un segundo, hasta que entendí a lo que se referían. Les puse mala cara.

—Ash, vamos chicas. No sean tontas, lo acabo de conocer.

—Ya tranquila, nada más era una pequeña broma, pero en serio, ¿nada? —preguntó Sophie, escéptica—. Tan solo ayer me dijiste que te estaba viendo y hoy ya se hablan, el chico es rápido. Además, no puedes negar que es muy guapo.

—No lo negaré, pero ni siquiera lo conozco y aún no sé si quiero hacer equipo con él.

—¿A quién quieres engañar Emma? —preguntó Tania, divertida—. Terminarás aceptando que sea tu compañero.

Volteé a ver a Sophie, indignada. Ella solo asintió dándole la razón a Tania.

—Terminarás cediendo ante esos ojos, Emma.

—¿Entonces no te interesa? —preguntó Julia y enarcó una ceja.

—Es guapo, pero como dije no lo conozco y solo es mi compañero de clase.

—Sí, terminará cediendo ante esos ojos —le confirmó Tania a Sophie haciéndola reír.

Durante un rato más se siguieron riendo a mi costa, hasta que decidieron que era suficiente y tuvimos que regresar a clases.

Los siguientes días Declan siguió insistiendo sobre ser equipo en clase y me estuve negando a darle una respuesta tratando de demostrarle a mis amigas que podía resistir, pero en realidad ellas tenían razón. No engañaba a nadie, sabía que en algún momento le diría que sí y sedería ante sus bonitos ojos verdes y sus largas pestañas.

—Déjame adivinar. ¿Un libro de amor? —preguntó Declan señalando lo que tenía en mis manos.

Ni siquiera noté cuando se acercó, menos cuando se sentó a lado de mí. Cerré el libro y enarqué una ceja al percibir cierto disgusto en sus palabras.

—Sí. ¿Tienes algún problema con los libros de amor? —respondí, entrecerrando los ojos.

Declan se encogió de hombros y acomodó bien su espalda sobre la pared.

—Leer nunca ha sido lo mío, además, la mayoría de los libros de amor son demasiado predecibles y tan melosos —contestó alargando la última palabra.

—¿Alguna vez has leído uno?

—No completo —aclaró—. ¿De qué serviría? Siempre es la misma historia. Una chica que se enamora de un chico, también tenemos a la mala o malo que trata de evitar su felicidad, se aman, pero no pueden estar juntos, terminan y al final todo se resuelve de manera incoherente para que los protagonistas terminen siendo felices para siempre. 

—No son todos así —repliqué un poco molesta— y no todos terminan de esa forma. Lo sabrías si supieras leer.

Él abrió la boca en señal de indignación y colocó su mano en su pecho.

—¡Auch!, eso sí, me dolió. Emma heriste mi corazón. En este momento hasta ganas de llorar, tengo, pero contendré las lágrimas y lo olvidaré porque me agradas. Además, aun si supiera leer, no buscaría un libro de amor.

Al escuchar eso, una idea vino a mi mente. Una malévola idea que se formó con la única intención de molestarlo, pero también sabía que en algún momento me lo iba a agradecer.

Bueno, eso creía.

—Sabes, recuerdo haber escuchado las palabras: ¿Qué tengo que hacer para que aceptes ser mi compañera? —repetí las palabras de Declan con un tono grave, tratando de imitar su voz.




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