El día en que te encuentre

Capítulo 6. Chevy Chevelle SS

Emma Myers

—Eso se ve muy rico —dijo Sophie refiriéndose al platillo que Declan me enseñaba.

—Verdad que sí —afirmó Declan, emocionado—. Eso es lo que voy a hacer hoy en la casa de Emma. ¿Te apuntas?

—Aunque me encantaría pasar tiempo con mis dos personas favoritas y más por eso —señaló el teléfono—. No puedo. Tengo que ir a mi casa, mi hermana viene de visita y mi mamá quiere que estemos todos para recibirla. Además… tengo una cita en la noche.

Eso no me sorprendió en nada. Sophie era la clase de chica que podía tener a cualquiera a sus pies, solo que nunca la vi prestarle mucha atención al asunto. Ella decía que estaba demasiado ocupada con su futuro como para distraerse con algo así.

—Así que, por fin, aceptaste salir con él —dijo Declan con una sonrisa de orgullo.

Eso sí que me sorprendió, sobre todo cuando noté que las mejillas de Sophie se tornaban de un rojo tenue y que además asentía con la cabeza de manera tímida. Fue extraño, ver a Sophie bajo esas circunstancias era como ver un eclipse total de sol; raros e inusuales de admirar.

—Él fue algo persistente.

—Así es él.

—¿De quién hablamos? —pregunté al verme un poco perdida en su conversación.

—Te platico luego —contestó Sophie. Volvió a ver el celular de Declan e hizo un mohín—. Es una lástima, se ve delicioso.

—Puedo llevarte un poco mañana a la escuela para que lo pruebes.

A Sophie se le iluminaron los ojos al oírme decir eso y asintió animada.

—¡Y por eso eres mi mejor amiga! —exclamó feliz. Se acercó, me dio un abrazo fuerte y finalizó con un pequeño pico en los labios.

—No. No. Chicas, por favor, no hagan eso enfrente de mí. Soy hombre —murmuró Declan mientras se giraba y nos daba la espalda—. Cosas como esas causan efecto en mí. No sé cuántas veces se los he dicho.

Las dos reímos ante su reacción. Siempre era la misma. Aún no se acostumbra a esa parte de estar con nosotras, pero lo cierto era que ni Sophie ni yo pensábamos dejar de hacerlo.

En realidad, era un gesto totalmente de amistad y cariño entre nosotras. Llevábamos años haciéndolo y nunca nos importó lo que la gente pudiera pensar al respecto, ni siquiera nuestras familias.

Una vez mi mamá se sentó conmigo para preguntarme si Sophie me gustaba, me explicó con mucha calma y con la delicadeza que la caracterizaba que si así fuera no tendría nada de malo.

Dejé que terminara, sentí que para ella era importante aclararme que era libre de amar a quien yo quisiera, sin importar su género, sin embargo, de mi parte solo recibió una carcajada y le aclaré que, aunque sí amaba a Sophie, solo era amor de amigas.

Ese día admiré más a mi mamá, su manera de pensar me encantaba. En ella no había prejuicios de ningún tipo, aun cuando mis abuelos no fueron las mejores personas.

Sophie se despidió de los dos, para luego seguir su camino hacia su casa, mientras Declan y yo dimos vuelta.

—Bueno. Vamos al súper para comprar lo que necesites, chef.

—Eso sonó bonito al salir de tus labios, Emma.

Contuve las ganas de reírme. Ya me había acostumbrado a escucharlo decir ese tipo de cosas y en vez de contestarle, lo jalé de su sudadera para que retomáramos la caminata.

—Vamos.

—Solo déjame anotar los ingredientes en una hoja para que sea más fácil —abrió su mochila y empezó a buscar un papel y una pluma.

Seguimos caminando hacia la tienda y Declan se quedó un poco atrás mientras arrancaba una hoja de su cuaderno. Estábamos cruzando la calle cuando un estruendoso sonido llamó mi atención.

Lo siguiente que vi fue como un coche negro rozaba uno de sus lados contra un poste, haciendo rechinar el metal por el raspón que le acababa de dar. Por un momento creí que, por el impacto, el coche se detendría, pero en vez de eso, este cambió de dirección dirigiéndose hacia nosotros a una velocidad impresionante. 

En cuanto entendí la situación quise correr, pero me quedé paralizada del miedo. Mi cabeza me decía quítate de ahí, pero no pude mover ni un solo pelo.

Uno siempre se pregunta como reaccionaria ante esos casos, si será valiente para afrontar situaciones así o se paralizará, como me sucedió a mí en ese momento, pero, aunque uno se haga ideas o expectativas de lo que haríamos en un momento así, estas no siempre son las correctas.

En ese instante solo tenía claro dos cosas; la primera era que un coche a toda velocidad venía hacia nosotros y la segunda era que me congelé del miedo ante la situación.

Declan, sin embargo, reaccionó a tiempo. Me tomó por la cintura y de un movimiento nos hizo caer sobre la banqueta, evitando que el coche pasara sobre nosotros.

Mi corazón latía desenfrenadamente y por un segundo olvidé como respirar. Mis manos temblaban y una sensación de dolor que empezó en mi espalda recorrió todo mi cuerpo para asentarse de manera intensa en mi estómago y brazo.

—Emma, ¿Estás bien? —preguntó Declan con un tono asustado mientras pasaba sus manos por mi cara.




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