El día en que te encuentre

Capítulo 7. Todo lo que revuelves

Emma Myers

Después del susto que nos llevamos y el arranque de ira de Declan, él volvió a ser el mismo de siempre; el chico tranquilo y amable con todo el mundo que conocía.

Llegó un momento en el que todos estábamos más tranquilos, por lo que los chicos empezaron a hablar sobre el coche de Thomas, fue como si los acontecimientos de unos minutos atrás nunca hubieran pasado. La verdad no les presté mucha atención, simplemente me dediqué a observarlo atentamente, detallando cada aspecto de él.

Era hermoso… el coche. 

Sí, sí, el coche.

—¿Qué modelo es tu coche? —preguntó Declan mientras lo admiraba.

Thomas iba a contestar, pero sin darme cuenta mi boca se abrió sola y terminé contestando.

—Es un Chevy Chevelle SS.

Los dos me voltearon a ver con una expresión de sorpresa total —creo que nunca se imaginaron que yo terminaría contestando esa pregunta y sobre todo con la seguridad con la que les contesté—. Declan y Thomas sonrieron al mismo tiempo.

—¡Vaya! —exclamó Thomas—. Así que bonita y sabe de coches. Ya me agradas.

Cuando escuché esas palabras salir de su boca, no pude evitar ponerme roja. Odiaba que mi propio cuerpo me traicionara de esa manera. Mi corazón se aceleró y por más que traté de mostrarme tranquila, no pude, sobre todo porque su mirada no se había apartado de mí en ningún momento. Aun cuando Thomas hablaba con Declan noté como me miraba de soslayo.

Le sonreí para que no se notara tanto.

Compórtate Emma. Lo acabas de conocer.

Con tal de distraerme, volví a ver el coche y de inmediato mi hermano invadió mis pensamientos. Estaba segura de que a él le encantaría verlo. Sabía mucho del tema gracias a él. Al ser su pasatiempo favorito, se volvió algo normal en mi vida, además Derek aprendió mucho de ellos mientras me cuidaba y aunque yo nunca me interesé por los coches como él, aprendí lo suficiente.

La cosa era que mi hermano nunca quiso jugar conmigo a las muñecas, así que me adapté a lo que a él le gustaba y eso eran los coches.

—Eres un estuche de monerías Emma. Ahora sí, me impresionaste —Declan, que caminó a mi lado de nuevo, colocó su brazo en mis hombros y me atrajo hacia él.

Él volvió a preguntar algo del coche y esta vez dejé que Thomas contestara.

—¿Dijiste que tú lo estás reparando?

—Sí, mi hermano es amigo del dueño de un taller y me permite estar unas cuantas horas ahí para arreglarlo.

—¿Y es difícil? Son muchas piezas, ¿no?

—Sí algunas, pero siento que es algo que puedo hacer sin problema. Una vez que aprendes la forma de cada pieza y su funcionamiento, se vuelve como un rompecabezas. Además, es un pasatiempo que he tenido toda mi vida, lo considero algo normal y he arreglado muchos, pero este —puso una mano en el capó del coche—, es el primero que me pertenece.

Sonreí, al notar como se le iluminaba la mirada al hablar de su coche. Era claro que se sentía orgulloso por tenerlo y que para él representaba muchas cosas.

Me separé un poco de ellos cuando Declan le preguntó algo del motor, no era que no quisiera estar con ellos, solo que había escuchado tantas conversaciones acerca de coches que me sentía aturdida por ellas. Ya tenía suficientes con las de mi hermano.

Me acerqué a la banqueta en donde habíamos caído Declan y yo, con la finalidad de levantar mi mochila, pero en cuanto me agaché para tomarla, sentí de nuevo el dolor que me afectó al inicio. Me quejé un poco y mi quejido llamó de inmediato la atención de Declan, quien se acercó rápido a mí.

—¿Qué pasa? ¿Qué te duele?

Sin responderle, levanté un poco mi sudadera y me sorprendí al notar un gran raspón en mi estómago que llegaba hasta un lado de mi espalda. Al principio cuando me levanté del piso sí sentí ardor en la zona, pero no pensé que fuera tan grande.

Se veía muy rojo.

Thomas se acercó para lograr ver con claridad la herida y en cuanto notó los raspones, en su cara se asentó una expresión de culpa.

—Perdóname, yo nunca quise dañarte. De verdad discúlpame.

La forma en que me lo dijo fue casi de terror, no solo era culpa lo que estaba sintiendo Thomas, también noté un inmenso miedo por la pequeña posibilidad de haberme dañado de alguna forma.

—No es tu culpa —lo tranquilicé—. Fue un accidente y no es tan grave, solo necesito limpiarlo para que no se infecte.

—¿Quieres que te lleve a un doctor?

—No. Tengo lo que necesito en casa y puedo encargarme.

—¿Estás segura?

—Sí —dije, extrañada al notarlo pálido—. ¿Thomas estás bien?

—Sí —se apresuró a decir y pasó una mano por su cabello.

Iba a agregar algo, no me gustaba nada el tono que había tomado su rostro, pero Declan habló primero.

—Vamos, será mejor que te lleve a tu casa para que puedas limpiar eso —tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos—. Adiós Thomas, te veremos luego.




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