El día en que te encuentre

Capítulo 12. Todo regresa

Emma Myers

En cuanto tuve el celular en mis manos, tomé aire con tal de calmarme y caminé hacia el otro lado de la habitación.

Volteé a ver a Thomas y noté que parecía un poco decepcionado, pero no despegó su mirada de mí.

—Hola tú —dije al contestar la llamada tratando de sonar lo más natural posible.

—Esta situación es injusta y cruel. Todo por tu estupidez.

—Vaya gracias por tus palabras de ánimo. Realmente me haces sentir mejor —murmuré en un tono sarcástico.

Dejé el celular en el escritorio y lo acomodé de cierta manera para que Thomas no apareciera en la pantalla. Ni siquiera supe por qué lo hice, solo lo hice.

—Lo sé, es mi especialidad —contestó sonriendo—. Solo enfatizo que por tu culpa estoy sufriendo. He tenido que venir a casa temprano, por lo cual exijo compensación.

—¿Compensación? ¿Qué clase de compensación? —pregunté intrigada.

Escuché un ruido y de inmediato giré mi silla hacia donde estaba Thomas. Lo vi ponerse de pie y dirigirse hacia la ventana. Traté de que mi cara de decepción no se notara, aunque sí pude notar su molestia, ya que se le tensó un poco la mandíbula, me dio un último vistazo y sin decir nada salió por la ventana.

Me quedé quieta y solté un largo suspiro. Estaba decepcionada de que se fuera.

Volví a la realidad al escuchar mi nombre.

—¿Emma…?

—¿Eh? —dije confundida. No escuché lo último que me dijo Declan.

—Mi compensación. Un café mañana será un buen comienzo. Grande, por cierto.

Solté una sonrisa divertida.

—¿Comienzo?

—Sí, Emma, te costará caro este sufrimiento —se burló.

—Vale, tú ganas. Un café te estará esperando mañana.

Pasamos un buen rato hablando. Él estaba muy emocionado contándome que había encontrado unas nuevas recetas y mientras me contaba mi estómago empezó a rugir de solo imaginar esa comida. Necesitaba que esas dos semanas pasaran rápido.

La foto que Declan me tomó seguía en el escritorio donde Thomas la había dejado, sonreí al verla, era una de mis fotos favoritas.

Ni siquiera me di cuenta cuando me la tomó. Supe de ella hasta que me la regalo.

La volví a poner en su lugar justo al lado de mi otra foto favorita; en ella estábamos los cinco —Tania, Julia, Sophie, Declan y yo—. Fue después de un partido amistoso de fútbol americano en donde nuestro equipo había ganado. Todos estábamos felices ese día.

Sophie y Julia vestían con su uniforme de animadoras —de color azul marino con rayas blancas—, mientras que los demás íbamos con ropa abrigadora.

El clima de la ciudad no a todos le gustaba, hacía frío la mayoría de las veces o estaba lloviendo, pero a mí me agradaba.

—Entonces te veré mañana —dijo Declan mientras bostezaba.

—Vale.

—Te quiero, lo sabes. ¿No?

—Lo sé, yo también te quiero.

—No te metas en más problemas. Por favor. No creo aguantar más de dos semanas.

—No lo haré —aseguré riendo—.  Yo tampoco creo aguantar más tiempo sin tu comida.

—Descansa Emma. Te quiero —volvió a decir.

—Descansa, yo también te quiero tonto.

A la mañana siguiente, en cuanto salí del cuarto, me dirigí a la cocina por un poco de cereal.

Mi mamá y Derek estaban en la sala hablando y en cuanto me vieron se callaron y cortaron su conversación, supuse que todavía estaban enojados porque ni me saludaron. Al ver esa actitud mi hambre se fue y preferí salir de ahí.

Caminé unas cuantas cuadras y vi a Declan parado a lado de la cafetería a la que acostumbramos a ir. Entramos y compré las bebidas al igual que un sándwich para desayunar.

No tardamos mucho en llegar a la escuela, de hecho, nos dio tiempo de sentarnos en la entrada del instituto a terminar nuestros cafés.

Tenía el brazo de Declan sobre mis hombros cuando el sonido de un coche llamó mi atención. Conocía ese Chevelle, mi corazón se detuvo por un segundo cuando lo vi bajar de su coche con su sudadera negra y su cabello alborotado.

Dios ¿Cómo alguien puede ser tan guapo?

Él empezó a caminar hacia nosotros y busqué que nuestras miradas coincidieran —mínimo buscaba una sonrisa—, pero él solo pasó de largo sin siquiera mirarme.

Su actitud me desbalanceó totalmente, me quedé perdida en mis pensamientos, confundida por su actitud, hasta que Declan me guío hacia las puertas cuando sonó la campana.

¿Qué diablos le pasa?

En la noche casi nos besamos en mi cuarto y en ese momento ni siquiera me dirigió la palabra.

Malditos hombres.

Ese día tenía la clase que compartía con Thomas, por lo cual decidí esperar hasta ese momento para hablar con él y aclarar lo que sea que estuviera pasando. En cuanto llegué al salón fue lo primero que hice.




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