El día en que te encuentre

Capítulo 21. Las cosas claras

Thomas O’Connor

—¡Explica esto y más te vale que sea una explicación convincente!

Sara lanzó su celular a la mesa sin ningún cuidado, ni respeto por los que estábamos comiendo. El celular cayó en mi comida haciendo que un poco se esparciera en la mesa y que el brazo de Max se manchara.

Volteé a ver a mi amigo y este solo negó con la cabeza, como si la escena no le sorprendiera en nada. Respiré profundo y mi mandíbula se tensó al notar las miradas de todos los que se encontraban en la mesa, en mí. Tomé una servilleta y se la entregué a Max para que se limpiara. Hice lo mismo con el teléfono.

Sara no me escuchó cuando le dije que lo mejor era terminar nuestro acuerdo. De hecho, parecía no haber escuchado nada de lo que le dije desde semanas atrás. La prueba de eso era mi teléfono, que se encontraba lleno de mensajes y llamadas que me había hecho tan solo el fin de semana.

Ignoré todas y cada una, pero ella no se detuvo, lo que me obligó a apagar mi teléfono.

Nunca quise ser grosero con ella, pero al ver que mis opciones y paciencia se acababan opté por ignorarla, esperando que el mensaje quedara claro.

Aunque al verla frente a mí, exigiendo una explicación por el video que estaba circulando, era un indicativo de que seguía sin entender que nuestro acuerdo había acabado.

—Estoy esperando una explicación, Thomas —insistió aún más molesta.

Odiaba ser el centro de atención y más por cosas de ese tipo, por suerte ninguna de las otras mesas había notado la escena que me estaba montando Sara, lo que me daba oportunidad de calmarla antes de que todo se hiciera más grande.

—¡Thomas!

—Sara… —trató de intervenir Max para que bajara la voz.

—No te metas. No es tu asunto. Sigo esperando una explicación Thomas.

—No sé qué quieres que te diga Sara.

—¡Quiero saber quién es! —gritó molesta, ganándose la mirada de toda la cafetería.

Adiós a la buena suerte.

Todo se quedó en completo silencio y todos enfocaron sus miradas en nosotros con tal de enterarse de lo que estaba pasando. Tomé una gran cantidad de aire con la intención de reunir toda mi paciencia. No podía alterarme si quería que ella se calmara.

—Sara cálmate, estás muy alterada. Porque no te sientas y…

—¡¿Qué me calmé?! —inquirió anonadada, como si le estuviera pidiendo lo más ilógico de esta vida—. Después de cómo me estás haciendo quedar. ¿Quieres que me calme?

Mis labios se apretaron y me tragué mis palabras. En definitiva, estas no estaban funcionando, al contrario, parecía que cada palabra que salía de mi boca la hacía enojar más.

—Si quieres hablar, podemos salir y hablarlo en privado —le propuse, calmado y me puse de pie.

No quería seguir dando un espectáculo de esa magnitud a toda la escuela.

—¡No! —profirió y dio un paso hacia atrás—. Quiero que me digas quien es ella.

—No es tu asunto, Sara.

—Eres un asco Thomas. ¿Cómo te atreves a decir que no es mi asunto? Estamos saliendo, tenemos una pelea y ¿lo siguiente que haces es besarte con una estúpida?

Apreté mi puño de manera inconsciente. Eso si no se lo iba a permitir, una cosa era insultarme a mí y otra cosa era insultar a Emma. Sobre todo, porque Sara y yo ya habíamos concluido nuestro acuerdo. No tenía ningún derecho de reclamar.

—Sara…

—Eres un idiota de lo peor —Sara empezó a insultarme, perdí la cuenta de las ofensas que me dijo, pero sin importar cuan molesto estaba, no respondí ni una sola vez.

Pensé que si la dejaba desahogarse se calmaría, pero fue todo lo contrario.

Me sorprendí tanto cuando sentí un líquido estampándose contra mi cara que por un segundo no reaccione. Al menos no hasta que el sabor a fresa se posó en mis labios y fue ahí que mi paciencia se desvaneció. Me levanté hecho una furia y tomé el codo de Sara, tratando de moderar mi fuerza para no lastimarla, pero lo suficiente fuerte para que la pudiera sacar de la cafetería.

Ella peleó, gritó y se opuso a hablar del asunto en otro lugar, pero no le di otra opción y no me detuve hasta que estuvimos en un salón solos.

—¿Qué demonios te pasa?

—¡¿Qué demonios te pasa a ti, Thomas?! —colocó sus manos en mi pecho y me empujó—. ¿Sabes lo que sentí al ver ese video? ¿Tienes una idea de lo humillada que me siento?

Suspiré cansado por la situación y con la manga de mi sudadera limpié mi cara. ¿Cómo le explicaba de una manera amable y tranquila que ella y yo ya no teníamos nada?

—Sara, entiendo que puedas estar molesta, pero no me puedes hacer semejante espectáculo porque estoy siguiendo con mi vida —intenté explicar con un tono tranquilo—. Justo como tú deberías hacerlo. Lo nuestro fue un acuerdo. Un acuerdo que terminó hace semanas y te lo dije.

—No lo hiciste —refunfuñó con la voz entrecortada.

—Lo hice Sara y lo sabes muy bien. Dejé que por días te desahogaras, te dejé que hasta me insultaras porque tenía la esperanza de que entenderías y continuarías, pero eso que acabas de hacer, es lo último que te voy a permitir Sara.




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