El día en que te encuentre

Capítulo 26. Piensa en ti

Declan Ford

—Deja de mirarlos —soltó Ian al ver que me quedaba viendo hacia Emma y Thomas, que estaban cerca de su casillero, abrazados.

Mi amistad con Emma volvió a ser la misma después de la comida con mi familia, sin embargo, cada vez que estaba con ella, llegaba Thomas y el ambiente se volvía pesado.

Él siempre estaba marcando territorio. En cierta manera me causaba gracia que se sintiera tan amenazado por mí, sobre todo porque no había hecho nada para meterme en su relación y no lo iba a hacer.

—No puedo.

—Solo te estás torturando.

—Siento que lo necesito —contesté aun mirándolos—. Ya sabes, para convencerme de que tengo que sacar a Emma de mi cabeza.

—Sophie tiene razón, eres un masoquista.

—¿Qué otra cosa puedo hacer? —pregunté irritado—. Por alguna maldita razón no me la puedo quitar de la cabeza y créeme que lo he intentado, pero ella se está aferrando. Siento que nunca voy a poder deshacerme de estos sentimientos.

—Tal vez podrías decirle lo que sientes —respondió como si fuera obvio.

—No… —exclamé harto—. ¿Ahora tú también?

Sophie seguía insistiendo que lo hiciera, que le dijera. Estaba convencida de que, si le decía a Emma, ella iba a reconsiderar su relación con Thomas y que tal vez tendría una oportunidad, pero yo lo dudaba.

—Sophie vuelve a tener razón. Eres un idiota. ¿Qué podrías perder?

—Ah, no sé —dije con sarcasmo—. Tal vez mi amistad con Emma.

—Sabes que la trató mal. Thomas no se merece salir con Emma y lo sabes, además, se nota que ella no te es tan indiferente.

—¿A qué te refieres?

—Dios que ciego estas —exclamó levantando las manos al cielo—. Ninguna chica que no sintiera algo aceptaría ir cada fin de semana a la casa de un chico a convivir con su familia.

­—Eso lo hace porque mi mamá la obliga.

—Claro que no —refutó con el ceño fruncido—. Tal vez las primeras veces, pero lleva varios fines de semana yendo a tu casa, además tú mismo lo has dicho, ella aguanta a tu familia a pesar de que siempre terminan peleando.

—Es que ella es amable.

­—Y tú un idiota.

Fruncí el ceño y cerré mi casillero de manera brusca.

—Ya deja de decirme idiota.

—Deja de comportarte como uno.

—No quiero ser egoísta —solté finalmente.

Si le decía a Emma lo que sentía por ella, solo la iba a poner en una situación difícil y no quería eso, no con ella.

—Llevas toda la vida dejando que los demás sean felices sin serlo tú. La única vez que sé que hiciste lo que tú querías y que tuviste la libertad de escoger lo que querías fue con lo de la fotografía. Declan permítete ser un poco egoísta a veces y lucha por lo que quieres.

—¿Y si sale mal?

—Contéstame algo con sinceridad —pidió, pasando su brazo por mis hombros—. ¿De verdad crees que Thomas no le hará daño a Emma?

Quería decir que sí, pero ciertamente algo en Thomas no era de mi agrado, algo me decía que no me alejara de ella, que me necesitaría en algún momento, pero tampoco podía juzgar a Thomas, hasta ese momento no había hecho otra cosa que hacer feliz a Emma.

Tal vez era mi mente y mis celos jugando conmigo.

—Mira, no te digo que vayas e inicies una pelea con Thomas por Emma, solo te digo que le digas lo que sientes —añadió al ver que no contestaba—. Deja que ella decida.

—No lo sé Ian, no creo que…

—Hola —una voz femenina se escuchó atrás de mí y a mí se me fue el alma al reconocerla.

Me volteé lentamente hacía ella, con todo el cuerpo tenso y esperando que no hubiera escuchado absolutamente nada de mi conversación con Ian.

—Hola, Emma —contestó Ian, mientras yo solo tartamudeaba como un total idiota—. Te dejo con Declan, justamente me acaba de decir que tiene algo importante que decirte. Sonaba a que era algo serio.

Dicho eso, Ian se alejó dejándonos solos, antes de que desapareciera del pasillo, me hizo un gesto con tal de darme ánimos, pero lo único que logró fue ponerme nervioso. Emma, por otro lado, me miró atentamente, esperando que hablara, pero de mi boca no salió nada.

Las palabras de Ian retumbaban en mi cabeza sin parar, no dejaron de carcomerme hasta que implantaron la duda.

Tal vez él tenía razón, tal vez tenía que decirle y dejar de ocultar todo lo que sentía por ella.

Dejar que ella decidiera.

—¿Qué me querías decirme?

—Bueno, yo…

—¡Declan! —exclamó Julia feliz, acercándose a nosotros—. Te extrañe.

Maldita sea Julia.

La chica saltó a mis brazos con emoción, la sostuve de la cintura porque si no lo hacía ella caía y a pesar de estar cansado de su insistencia y odiarla en ese momento por interrumpir mi momento con Emma, no era mala persona como para dejarla caer al suelo.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.