El día en que te encuentre

Capítulo 27. Volvemos a ser tú y yo

Emma Myers

—Me encanta como se ven juntos —mencionó Tania, emocionada, señalando mi mano entrelazada con la de Thomas.

Thomas me miró con sus ojos cálidos, llevó nuestras manos entrelazadas hacia su boca y colocó un tierno beso en mis nudillos. Se sintió bien al fin poder hacer eso sin preocuparnos porque alguien nos viera.

Después de que Sara nos descubriera salir del salón, Thomas y yo decidimos que ya no había razón para ocultarlo más. De hecho, Sara lo había tomado muy bien, demasiado bien. Eso fue lo que me dijo Thomas.

Por esa razón, estábamos todos juntos en la cafetería, sin ninguna limitación, aunque estábamos en un ambiente divido, por un lado, estaba Julia y Tania que estaban totalmente emocionadas por mi relación con Thomas y que no paraban de hacer preguntas al respecto, por el otro lado, estaba Sophie, Ian y Declan que, aunque lo intentaban no se les notaba muy felices, aunque sea no eran groseros.

Y Greg, bueno, era Greg. Él siempre parecía indiferente a todo. Estaba totalmente perdido en su comida.

—Te quiero —susurró a mi oído Thomas—. Me alegro de que ya no tengamos que ocultarnos más

Sonreí en el instante en que esas palabras salieron de su boca, cada vez que me lo decía mi corazón latía desenfrenadamente, iba a contestarle, pero Julia habló primero.

—Es que esto no me lo esperaba —soltó Julia, divertida—. Tú y Thomas. Jamás se me hubiera ocurrido. Sobre todo, por ti, Emma.

—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté un poco ofendida por el comentario.

Julia llevaba tiempo soltando comentarios de ese tipo y para ser sincera mi paciencia se empezaba a agotar, sobre todo porque no tenía idea de que le había hecho para que se comportara conmigo de esa manera.

—Déjala Emma —intervino Sophie—. Julia hoy está soltando mucho más veneno del que acostumbra.

Julia se volteó indignada al escuchar lo que dijo Sophie y el ambiente casi al instante se tensó.

—¡Ya estoy harta de tus groserías! —gritó Julia levantándose—. Eres una bruja.

Sophie no se inmutó ante el insulto, de hecho, pareció que ni siquiera le afectó, pero cuando la vi ponerse de pie supe que todo se iba a salir de control.

Todos en la mesa estaban tensos y en total silencio. De inmediato, traté de pararme, conocía la mirada que tenía en ese momento Sophie, pero Thomas no me lo permitió y me volteó a ver como diciendo: no es buena idea que te metas.

—Julia… —me zafé del agarre de Thomas y me puse de pie. No quería problemas, yo solo quería advertirle. Ella nunca había visto a Sophie enojada y quien la conocía sabía que se tenía que alejar de ella cuando esa versión aparecía.

A veces ella llegaba a ser peor que yo, con la diferencia de que ella sí se podía detener.

—¡No te metas Emma! ¡Esto no es tu asunto! —Declan y Thomas de inmediato se pusieron de pie al escuchar el grito que me dio Julia.

La cara de Sophie se puso más roja y apretó más los puños.

Oh, oh.  La estaba perdiendo.

—Julia… —volví a intentar e hice el intento de tocarla, pero me dio un manotazo.

La muy idiota no sabía que estaba intentando salvar su vida.

—¡Cállate Emma! ¡¿Por qué te tienes que meter en todo y con todos?! ¡Siempre tienes que interferir! Estoy tan harta de ustedes dos —nos señaló a Sophie y a mí—. Se creen que son la última maravilla, pero déjenme informarles que no lo son.

¿De qué diablos está hablando está loca?

Después de que esas palabras salieron de la boca de Julia, mi mejor amiga explotó y se le fue encima.

Sophie siempre me había defendido de todo y de todos. Ella siempre era amigable y gentil, pero cambiaba completamente cuando alguien se atrevía a meterse conmigo. De hecho, de esa manera nos habíamos vuelto amigas, cuando teníamos 6 años Sophie golpeó a un niño porque se atrevió a jalar una de mis coletas.

Sophie tiró a Julia al piso, se sentó en ella y le dio una cachetada tan fuerte que retumbo en toda la cafetería. Rápido me moví hacia ellas y traté de jalar a Sophie, pero Julia ya la tenía agarrada del cabello.

Las malditas ya se habían enganchado.

Miré a todos los de la mesa buscando algo de ayuda, yo no podía separarlas sola. Todos estaban pasmados mientras yo intentaba sepáralas.

—¡Mierda, ayúdenme!

Declan fue el primero en reaccionar, ya que estaba más cerca. Rápido tomó a Sophie y la envolvió entre sus brazos para que dejara de golpear a Julia. En cuanto se liberó, la rubia se levantó igual de rápido y se impulsó hacia Sophie, pero Thomas la tomó de la cintura impidiéndoselo.

Las dos no dejaban de soltar patadas y retorcerse para que las soltaran.

—¡Eres una estúpida! —le gritó Julia.

—¡Tú eres la estúpida! ¡Llevas meses desquitándote con Emma cuando ella no tiene la culpa de que Declan ni siquiera te mire!

Esas palabras fueron suficientes para que todo quedara en completo silencio. Julia se quedó gélida al igual que todos y fue ahí que lo entendí. Todas las veces que Julia me había tratado mal o se había enojado sin ninguna razón era por Declan.




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